FRANCISCO REYES / TORONTO /
El primer encuentro con la cónsul general de la República Bolivariana de Venezuela en esta ciudad, Yolanda Brito, fue completamente casual, en la proyección de una película cubana presentada por el Toronto Latin American Film Festival (LATAFF), en el Jackman Building, de la Universidad de Toronto. Fue un simple intercambio de nombres, sin saber cuán próximo se produciría un segundo encuentro.
Semanas después, en un reconocimiento a la poesía prehispánica realizado en el Centro Cultural Latinoamericano, tuvimos la sorpresa de encontrar a la cónsul venezolano sentada como una asistente más en el evento, sin que supiéramos que abriría la tertulia con una exposición sobre lo que significa para las naciones autóctonas de América el “arte de producir la belleza por medio la palabra adornada con imágenes y metáforas”.
La audiencia estuvo completamente embelesada al escuchar aquella ponencia magistral que, con palabras sencillas y de fácil entendimiento, nada tenía que envidiar a la de una catedrática formal universitaria.
Al acercarnos para felicitarla por su intervención en el homenaje, le solicitamos una entrevista futura con el fin de conocer más a fondo su personalidad artística, dado que apenas lleva meses nombrada al frente del consulado venezolano en Toronto.
Dos días después se produjo el ‘asalto’ de la prensa en su oficina de Bloor St. Fue una visita inesperada. Pero, muy afable y risueña, accedió a nuestra inquietud periodística, rompiendo con los formalismos protocolares propios de la diplomacia.
Yolanda Brito llegó a Toronto a las doce de la noche del 25 de diciembre del 2017. El suelo estaba cubierto de nieve y el termómetro registraba temperatura de -30ºC. “La primera semana me quemé. No sabía que debía ponerme crema protectora, a pesar de que estaba frio y no había sol. Perdí la primera piel. Ese fue el recibimiento que tuve”, empezó a contar.
Pero más allá de su preparación en asuntos de la diplomacia, lo que quisimos saber cuál era el origen de su vena artística. “Mis cuatro abuelos, tanto paternos como maternos, fueron músicos y bailarines. Mi abuela paterna era cantante lírica y del “cante Jondo”. Mis dos abuelos eran cantantes de música tradicional venezolana e indígena. Mi abuela materna tenía un grupo de danza de ‘Joropo Oriental’, parecido al ‘Fandango’ o zapateo español, y lo último que hizo fue representar a Venezuela en un festival de baile para personas de la tercera edad, en Cuba”.
Sus raíces antropológicas están definidas. Por sus venas corre sangre de una de las naciones nativas de Venezuela, entroncada con la raza caribe, diseminada también por las Guayanas y Brasil.
En cuanto a su preparación académica, hizo carrera en Estudios Internacionales. “Entré bastante joven a la universidad. Desde los 14 años empecé a estudiar para ser diplomática”.
Por venir de familia artística, participó en ballet de niñas. Incursionó en gimnasia olímpica, pero se lesionó y tuvo que conformarse con bailar danza tradicional. En la universidad terminó bailando danza contemporánea.
Su participación en el campo de la cultura empieza en su adolescencia. Desde esa edad, “dicté clases como monitora en el área de bailes tradicionales. En la universidad, como dije, hice danza contemporánea. Muchos años después fui nombrada en el Ministerio de Cultura como directora de la parte de Economía Cultural, que es la que lleva todos los indicadores del proceso de política pública en materia de cultura en Venezuela”. Eso le permitió mantener contacto con 29 áreas adscritas, que incluyen cine, teatro, fotografía, los espacios abiertos públicos para exposiciones y la de exportación de los bienes culturales de Venezuela.
Al opinar más directamente sobre lo que es la cultura, dijo que ésta “incluye muchas cosas, entre ellas, el arte y el quehacer diario. La cultura es una forma del lenguaje, que trasciende el propio idioma. Permite conectar más a las personas. Permite permear los temas en los que a veces se producen las diferencias. Pero es una especie de paz. La construcción de la paz se logra con la cultura”.
Al referirse a objetivos específicos de su consulado en el intercambio cultural, precisó que “la idea en un principio es dar a conocer en Toronto las tradiciones venezolanas que la gente ignora no sólo aquí, sino también en los países vecinos en Sudamérica. Si coincidimos con otros países en materia de cultura es más fácil el intercambio”.
Al pedirle que diera su mensaje a los miembros de las comunidades hispano-latinas de Canadá, enfatizó que “lo último que uno debe perder es la cultura, no importa de dónde uno venga y viva aquí. La cultura mantiene ese hilo histórico, esa conexión con los abuelos, los padres… con uno mismo. En el momento en que uno pierde la cultura, pierde hasta la salud mental, porque se queda sin sentido de pertenencia”.
Con estas declaraciones, Yolanda Brito demuestra que es una auténtica embajadora artística y que busca vincularse en su demarcación diplomática con la sociedad multicultural de Canadá, desde una perspectiva completamente latinoamericana.
*Francisco Reyes puede ser contactado en reyesobrador@hotmail.com