POR GILBERTO ROGEL* / TORONTO /
Ninguna guerra es justificada, por más razones o explicaciones que nos den, y deberían ser repudiadas por todos porque casi siempre están basadas en medias verdades o en completas mentiras. Y aunque parezca impensable, otra vez la historia nos recuerda esto. Precisamente justo en estos días cuando estamos siendo testigos en primera línea de otro conflicto entre dos países vecinos y que amenaza con expandirse.
La Operación Militar Especial (alias invasión) de las fuerzas armadas de Rusia en contra del pueblo de Ucrania nos ubica en un escenario que la mayoría de la población desearía que nunca pasara. Las justificaciones podrán ser muchas; sin embargo, es casi seguro que serán los mismos argumentos de siempre, unos pocos buscan proteger oscuros privilegios acumulados, mientras los otros tratan de defender los propios.
Cualquiera de nosotros que haya vivido en carne propia uno de esos inútiles conflictos armados podría contar cientos de historias sobre las causas y motivaciones de estos. Y sin duda ahí destacarán como punto llamativo las estrategias de desinformación, las cuales apelarán a las emociones y pasiones de las personas, al igual que está ocurriendo en Europa del Este.
Sin discusión, muchos de nosotros sabemos esto de sobra, porque lo atestiguamos y lo vivimos en nuestros países. Y al igual que pasó en nuestras tierras, los estrategas militares tanto de Rusia como de Ucrania saben que este es el momento exacto para echar mano de una de sus armas favoritas (y por cierto bastante exitosa), como es evocar al nacionalismo para lograr una mayor cohesión social en este momento crítico.
Al igual que pasó en Chile, Argentina, Uruguay, Guatemala, Perú, Ecuador, El Salvador (con historias de sangrientos golpes de estado); los expertos militares y sus propagandistas saben que apelar al nacionalismo busca exacerbar el sentimiento colectivo de sus ciudadanos de pertenencia a algo, o ratificación de su propia identidad.
Esta identidad única o conciencia colectiva, (algo invisible, pero sumamente valiosa) deberá ser protegida y defendida por sobre cualquier cosa; un verdadero patriota no dudará en ofrendar su vida por defender los colores de su país, los cuales estarán representados en un símbolo casi sagrado como lo es la bandera nacional.
Acá encaja perfectamente el caso del presidente de Ucrania, Volodymyr Zelenskyy, y cómo las grandes empresas mediáticas de occidente (en especial CNN y las cadenas televisivas canadienses) lo están etiquetando como el héroe defensor de su país. Cada segmento noticioso o Breaking News nos presenta al joven mandatario con uniforme militar y arengando a su pueblo a no ceder ante los ataques del poderoso ejército ruso.
Curiosamente, pocas personas recuerdan hoy que este mismo personaje, un actor y comediante de segunda categoría y con cero experiencias políticas, llegó a la presidencia de Ucrania bajo la promesa de erradicar las tradicionales prácticas burocráticas del país. Lo curioso es que en poco tiempo terminó repitiendo y ensanchando las viejas prácticas del pasado, visiblemente la corrupción y el nepotismo, como lo reportó en su momento uno de los periódicos más reconocidos de los Estados Unidos.
Como dije al comenzar esta columna, casi todas las guerras tienen un mismo patrón, y es que están basadas en medias verdades o en meras mentiras, y este conflicto no es la excepción. En ningún momento voy a pretender decir que el presidente ruso, Vladimir Putin es un angelito, y tampoco aceptaré su argumento que lo único que está haciendo es defendiendo a su país de posibles amenazas externas de la OTAN (aun y cuando tenga cierto nivel de razón).
Es evidente que el camarada Putin dedicó muchos meses, o porque no decirlo años, a planificar esta operación militar. Una operación nunca vista en la historia moderna y que demuestra otra parte de este conflicto, la necesidad del mandatario ruso de demostrar que tiene el poder necesario para embarcarse en una campaña bélica que es casi seguro que ganará ante la debilidad del contrincante. La historia nos volverá a corroborar las lecciones del pasado.
Otra vez una guerra nos hundirá en la zozobra. Otra vez seremos testigos de miles de noticias falsas y verdades a medias. Por desgracia, no podemos decir que esta guerra en Ucrania será la última, pero lo que sí es evidente es que el hambre de poder y el poder desmedido únicamente servirán para provocar más pobreza, desesperanza y dolor entre las poblaciones civiles que sufren en carne propia los efectos de estos conflictos.
*Gilberto Rogel es un periodista de origen salvadoreño radicado en Toronto, quien se especializa en temas de libertad de expresión en América Latina.
Image by Viewsridge – Own work, derivate of Russo-Ukraine Conflict (2014-present)