FRANCISCO REYES / TORONTO /
Con la presencia de la gobernadora general Julie Payette, el primer ministro Justin Trudeau, la premier Kethleen Wynne y el alcalde John Tory, más de 25 mil personas se congregaron en el Mel Lastman Square para rendir tributo a las víctimas y apoyar a los sobrevivientes de la tragedia ocurrida el pasado 23 de abril en los alrededores de Yonge St. y Finch Ave.
Trudeau había arribado antes de las 6:00 pm al Olive Square, cerca del lugar de la catástrofe. El primer ministro estampó su firma en el libro de condolencias, seguido por la gobernadora general, quien sostenía un ramillete de flores. También el alcalde de esta ciudad lo acompañó y firmó dicho libro.
Los representantes de los gobiernos federal, provincial y municipal, respectivamente, no hicieron uso de la palabra, sino que escucharon los breves discursos elegíacos pronunciados por líderes de diferentes denominaciones religiosas que tomaron parte en la vigilia celebrada la noche del domingo pasado.
No había signo de miedo. El público se mantenía en silencio y recogimiento reflexionando cada palabra que salía al aire a través de los altoparlantes.
“Nuestra tristeza está mezclada con la gratitud por aquellos que socorrieron a los lesionados”, expresó el rabí Baruck Frydman-Kohl. Por su parte, Willard Meztger, director ejecutivo de la Iglesia Menonita de Canadá, dijo que “a veces la agonía sólo puede ser articulada en el lenguaje del llanto”.
La reverenda Alexa Gilmour, de la Iglesia Unida Windermere, deploró la tragedia diciendo que “Estamos reunidos para ver que nuestra tristeza se refleja en los ojos de los desconocidos que están junto a nosotros”.
La gente se apiñaba en las graderías y los espacios verdes del Mel Lastman Square soportando el frío para mostrar su solidaridad con toda la comunidad de Toronto, que durante la semana estaba en choque por el accidente premeditado en que 10 personas perdieron la vida y 14 sufrieron lesiones de todas las clases que motivaron su hospitalización.
Fue una vigilia interreligiosa en la que dirigentes musulmanes, judíos, cristianos, hindúes, budistas y de las comunidades nativas de Canadá se hermanaron para expresar sus condolencias a los familiares de fallecidos y demostrar que ante este tipo de acto aterrorizante Toronto permanece unido.
En efecto, aunque el área del desastre estuvo cerrada por dos días para el peritaje policial, la ciudad se mantenía en calma, sin perder el ritmo normal de sus principales actividades públicas y privadas.
Diferentes grupos musicales y coros de la ciudad, entre los que se destacan Red Spirit Singers (compuesto de aborígenes Cree, Ojibwe, Mi’kmaq y de las naciones Dakota), el Coro Judío de Toronto, el Coro de la Comunidad de Willowdale, el Coro infantil de Concierto de Toronto y el de la Iglesia Comunitaria Metropolitana, entonaron canciones para aliviar el dolor causado por la tragedia, con voces claras de unidad colectiva.
Estudiantes de la Escuela Secundaria Earl Haig y de la Academia Cardinal Carter interpretaron el himno nacional, mientras se veían las banderas a media asta ondeando por el soplo del viento frígido. Las voces de los concurrentes se unían a las del coro estudiantil.
La poetisa Anne Michael, varias veces laureada por sus trabajos literarios, leyó un poema que hizo brotar lágrimas a muchas personas sensibles a esta clase ceremonia.
Firmas en pancartas, flores y velas en señal de duelo eran colocadas por miembros de diferentes credos, razas y nacionalidades residentes en la comunidad de Toronto y otras localidades de la GTA que llegaron a la vigilia para mostrar su simpatía por las víctimas.
Una gran cantidad de agentes policiales a pie, a caballos y en bicicletas era notable en la zona para mantener el orden.
El joven Alek Minassian, autor del accidente, enfrenta unos 14 cargos por intento de asesinato, por encima de las 10 acusaciones de homicidio en primer grado, según el expediente judicial elaborado por detectives de la División 32 de los Servicios Policiales de Toronto. De ser hallado culpable, pasará el resto de su vida en la prisión, condenado a cadena perpetua.
Al principio de la tragedia, las autoridades policiales de Toronto sospecharon que se trataba de un acto de terrorismo. Pero, conforme fueron armándose las piezas del rompecabezas, descartaron toda posibilidad de que estuviera ligado a la red terrorista internacional.
De hecho, fue un acto de terror provocado por un individuo de quien se sospecha que puede tener trastornos psicológicos. Sin embargo, nada indica que tenga vinculación con el extremismo religioso.
De acuerdo con el Código Criminal, la definición legal de terrorismo es la de “crimen cometido con propósito, causa y fin político, religioso o ideológico, cuya motivación es la intimidación intencional del público”.
Minassian actuó por cuenta propia, tras alquilar una van que utilizó para producir el accidente.
Algo quedó demostrado en la “Toronto Strong Vigil” del domingo pasado, y es que los miembros de la comunidad local consideraron el hecho como “un acto más de locura personal” sin darle la connotación política que, en otros países, como en los Estados Unidos, se le atribuye a esta clase de tragedia colectiva.
La ciudad ha seguido su ritmo normal, mucho más solidaria ante las adversidades.