POR GILBERTO ROGEL / TORONTO /
No hay nada más significativo en la vida de una persona que dar sin esperar algo a cambio, y mucho más cuando se trata de un paisano. Esta es una breve reseña de una historia que inicia con un partido de fútbol jugado hace más de 30 años, una plática informal entre un grupo de salvadoreños residentes en Toronto, la utilización adecuada de las nuevas tecnologías y la fuerza de migración latina en Canadá.
Como es sabido, muchas de las mejores iniciativas, ideas o proyectos han surgido por pura espontaneidad y los resultados han sido extraordinarios. Esta historia podría ser una de ellas e involucra la llegada a Toronto de un grupo de más de 40 mujeres y hombres trabajadores temporales salvadoreños y su relación con otro grupo de paisanos organizados bajo el programa “Anfitriones” en Toronto.
A mediados de octubre del año pasado, en el marco de las celebraciones del Mes de la Herencia Hispana/Latinoamérica en Canadá, el Consejo Canadiense para la Herencia Hispana (HCHC) realizaba la presentación del documental “Uno, la historia de un Gol” que narra la penosa historia del resultado del partido de fútbol de la selección salvadoreña contra su similar de Hungría en el Mundial de España 86. El resultado fue… 10 a 1. No es un error de redacción, es un récord nada envidiable pero que el documental aborda positivamente la otra parte de la historia.
En el mismo, la Consul de El Salvador en Toronto, Hazel Hernández, explicó que debido a los múltiples retrasos ocasionados por el Covid-19, finalmente en las semanas siguientes llegaría a la ciudad un primer contingente de trabajadores temporales. Y la sede consular buscaba donaciones de abrigos y zapatos de invierno para las mujeres y hombres que estarán en el país por 2 años aproximadamente.
Inmediatamente en el HCHC, del cual formo parte de su Junta Directiva, decidimos adelantar el lanzamiento proyectado para el 2022 del programa “Anfitriones”, y se hizo el llamado a los salvadoreños residentes en Toronto para que participaran.
El resultado fue inmediato. A las pocas horas había una lista de más de 20 personas que pedían información sobre la manera de ayudar, mientras otros pedían participar en el programa. Los trabajadores arribaron la primera semana de diciembre y pocos días después inició el programa con equipos de dos trabajadores por cada anfitrión.
El mecanismo es sencillo: Cada Anfitrión o Anfitriona acompaña a un grupo de trabajadores durante sus primeros días en la ciudad, guiándolos en tareas muy básicas, como por ejemplo explicándoles sobre cómo funciona el sistema de transporte público, cómo conseguir un servicio de telefonía celular a bajo costo, o sugiriendo lugares donde comprar comida accesible, principalmente frijoles y harina de maíz para hacer tortillas o pupusas, la delicia de la cocina cuscatleca.
El involucramiento de los anfitriones ha sido admirable. Por ejemplo llama la atención el caso de dos familias, los Jurado, residentes en las ciudades de Brampton y Milton, quienes desde la primera reunión se tomaron su rol con seriedad y total compromiso. Por ejemplo, Sofía de Jurado y su familia, ella con formación de médica en El Salvador, está ayudando a un grupo de mujeres y hombres y a la fecha se sienten muy felices pues han creado un lazo de amistad muy fuerte.
Otro caso interesante es Manuel, Susana y el primo George, otra típica familia salvadoreños que a la primera reunión llegaron inclusive con una beba en brazos y quienes se han metido de cabeza en su rol de Anfitriones. Con sus dos camionetas se llevaron a un grupo de 10 muchachos a conocer una de las maravillas de la naturaleza que existen en Canadá: las cataratas de Niágara.
“Todos estaban maravillados y felices de conocer este lugar. Fue una experiencia muy interesante porque los muchachos vieron las cataratas en la noche, cuando son iluminadas por enormes reflectores de muchos colores, algo que quizás ellos no olvidarán en toda su vida”, dice Manuel, ingeniero de profesión y quien pese a contar con pocos años en la ciudad se ha convertido en un experto guía turístico. Este mismo grupo también realizó un recorrido por la famosa CN Tower de Toronto y terminaron comiendo los típicos Hotdog, frente a la Alcaldía de la ciudad.
Esmeralda y su esposo Elmer también son un caso excepcional. Junto a los miembros de su congregación religiosa recolectaron suéteres, abrigos, botas, bufandas y gorros para donar a los trabajadores. En esta labor inclusive involucraron al Padre Peter, un sacerdote estadounidense con muchos años viviendo en Toronto y comprometido 100% con el trabajo de los recién llegados.
Este también es el caso de Nadia que vive en la ciudad de Kitchener, a 110 kilómetros de distancia de Toronto, pero que de igual manera está ayudando a dos chicas, particularmente en el tema de salubridad y seguridad en el campo laboral.
Y la historia continúa, porque definitivamente la solidaridad de los inmigrantes latinos en Canadá para con sus coterráneos no tiene límites.