POR GILBERTO ROGEL / TORONTO /
Hace 76 años un político muy avanzado a su época, de nombre Tommy Douglas originario de la provincia de Saskatchewan, introdujo el primer seguro hospitalario provincial, hecho considerado como el precursor del sistema público de salud en nuestro país. Tiempo después, aquello que en su momento se veía como el mejor camino a seguir pareciera estar amenazado.
La privatización de muchos servicios de salud pagados por el gobierno federal podría en corto tiempo ser traspasados a manos de empresarios listos para actuar. En pocas palabras, nuestro sistema de salud, venerado y admirado por muchos, está en cuidados intensivos y el virus que amenaza con amputarlo seriamente no se llama COVID ni nada por el estilo, lo conocemos de sobra y se llama privatización.
Como lo hemos mencionado muchas veces en este mismo espacio, el sistema de salud canadiense financiado con fondos públicos es una de los temas de mayor orgullo a nivel nacional por su origen y ejecución; pero sobre todo, porque nosotros los usuarios sin importar el estatus legal no debemos vender nuestras posesiones ni endeudarnos de por vida para recibir un tratamiento de vida, como ocurre por ejemplo con nuestros vecinos del sur.
Es claro también que este sistema tiene grandes deficiencias y carencias. El hecho que personas mueran en las salas de espera de hospitales públicos, como ha ocurrido con un par de casos en los primeros tres meses de este año en varias ciudades del interior del país, llama a la reflexión sobre el rumbo de este sistema.
Es inaudito que los profesionales de la salud entre médicos, enfermeras, técnicos y personal de apoyo tengan que trabajar largas jornadas en condiciones críticas, como ocurrió en los meses de la pandemia del COVID; mientras otros miles de profesionales formados en el extranjero no puedan ingresar al sector debido a innumerables trabas burocráticas.
Es innegable que los canadienses necesitamos un sistema de salud que esté acorde a los estándares internacionales y sobre todo acorde al momento que vivimos. Es curioso cómo en ciertas instancias públicas de salud todavía sigan haciendo el papeleo respectivo en papel, mientras en algunos países menos desarrollados y con menos recursos están más avanzados tecnológicamente.
Y es acá en donde viene la parte más delicada. Hay muchas partes interesadas que ven estas deficiencias como los insumos necesarios para ofrecer servicios que no son cubiertos por los planes gubernamentales. Y por supuesto el cargo deberá ser pagado por el usuario, los que venimos de otros países en donde esto ya ha pasado sabemos de sobra que significa esto. Servicios proveídos por empresas privadas casi siempre son más caros, es decir la privatización de estos servicios está más cerca que nunca, como está por ocurrir en la provincia de Ontario, según los planes del Premier Ford.
Así que amiga y amigo lector, ojo con estas maniobras. Los que hemos vivido estos procesos sabemos de sobra quiénes pagarán los platos rotos. Si de algo debemos estar muy orgullosos es de nuestro sistema de salud. Muchos países nos lo envidian, por lo tanto es nuestra obligación sacarlo de la sala de urgencias para que brille más fuerte y siga siendo motivo de envidia mundial.