FRANCISCO REYES / TORONTO /
La noche del pasado 30 de mayo, sobre Santo Domingo, capital de la República Dominicana, se desprendió una tormenta eléctrica inusitada antes de que los medios noticiosos difundieran el fallecimiento del general vitalicio Antonio Imbert Barrera, el último de los magnicidas del generalísimo Rafael Leónidas Trujillo Molina, la noche del 30 de mayo de 1961.
Para los supersticiosos, como si se tratara de un drama de W. Shakespeare, el fantasma de Trujillo había retornado, entre rayos y truenos, para llevarse a Los Hades a su asesino que sobrevivió, junto a Luis Amiama Tió, el fusilamiento de los conjurados, llevado a cabo por el general Ranfis Trujillo, hijo del dictador.
En Toronto, Canadá, Casilda Guzmán de Reyes (Doña Ca), enterada de esa muerte, recordó el homicidio de su hermano de crianza, Domingo Marión, a mano del entonces mayor Segundo Imbert Barrera, comandante militar en Puerto Plata en 1943.
“El infierno es poca cosa para que él y su hermano paguen por ese crimen horrendo”, exclamó la señora, de acuerdo con un testigo familiar.
Para Doña Ca fue un momento doloroso recordar un hecho cometido hace 73 años, conservado en lo recóndito de la memoria, que no trascendió por completo a la nación, pero “tenía la certeza de que llegaría el tiempo de contarlo, para que no quede impune en la Historia Dominicana y sean desenmascarados sus verdaderos autores”.
Ella es la última testigo de primera mano de esta tragedia ocurrida en el seno de la familia que la acogió desde los 12 hasta los 18 años, al quedar huérfana de madre, siendo su madre de crianza Concepción Marión (Doña Concha), tía biológica y madre de crianza de la víctima de un vil asesinato que consternó a la sociedad puertoplateña, y que tenía nexos con el país y la región del Caribe hispano, dado que envolvía el descubrimiento en un vagón del “Ferrocarril Central” de armas destinadas al derrocamiento de Trujillo, enviadas desde Cuba y Venezuela por enemigos exiliados del régimen.
Los hermanos Segundo y Antonio Imbert Barrera habían sido “favorecidos” por “El Jefe”. El primero, con la comandancia militar de Puerto Plata; el segundo, con el otorgamiento de aserraderos en las lomas de Jamao, en la vertiente norte de la Cordillera Septentrional.
Enterado de las repercusiones históricas que se podrían desatar al aclarar el crimen, silenciado por siete décadas, decidí entrevistar a Doña Ca, quien hacía esfuerzos para empezar a relatar estas memorias sobre un crimen que, según ella, llegó a los tribunales de justicia falsamente como pasional y no político, cuyo autor fue, de acuerdo con evidencias distorsionadas, el mayor Segundo Imbert, y su hermano, uno de sus cómplices considerado como “héroe nacional” por su participación en el magnicidio del 30 de mayo.
“Hay muertes que ocurren para uno ser testigo de otras muertes mayores. Si mi madre no hubiera fallecido, jamás me hubiera enterado tan de cerca de la muerte de Domingo Marión, un hombre que a nadie hizo daño”, se lamentó.
Domingo Marión era en su ciudad el inspector del “Ferrocarril Central”, que iba desde el Puerto de Sánchez, en el nordeste del país, hasta Puerto Plata, pasando por La Vega, Moca y Santiago, segunda ciudad del país.
En los seis años que Doña Ca vivió en el seno de la familia Marión conoció a grandes personajes de la vida política y civil del país, tales como el doctor Puig, quien practicó la autopsia al cadáver de Domingo Marión y padre del dirigente socialista Max Puig. Al develarse el complot, el médico fue apresado y desaparecido.
A José Villa y su esposa Anita Pichardo, pilares de esa sociedad tradicional. Al padre Carbonell, quien la preparó como catequista y la incorporó al coro parroquial dirigido por el joven músico Rafael Solano, autor de la canción “Por Amor”, de fama internacional.
Pudo conocer a Trujillo cuando el sacerdote la delegó a la cabeza de una comisión de señoritas para entregarle una carta en la que se solicitaba un nuevo techo para la Iglesia San Felipe, hoy, Catedral, porque el salitre había corroído el techo original y centenario.
Al doctor Kunhart, médico conspirador, amigo años después del líder de izquierda Manolo Tavárez, caído en emboscada en la guerrilla del 1962 en la Cordillera Central, y esposo de Minerva Mirabal, una de las tres hermanas asesinadas supuestamente por orden de Trujillo, pero que su hija, Angelita Trujillo, en su libro autobiográfico “Mi Padre y Yo” atribuye el crimen a Antonio Imbert Barrera.
“Hay otros nombres que se me escapan y que a veces no recuerdo por momento. Pero jamás olvidaré a mi madre de crianza Doña Concha; a su única hija biológica Georgina Santiago Marión; a Domingo Marión, de quien tanto aprendí, y, obviamente, al asesino Segundo Imbert Barrera y a su hermano cómplice Antonio Imbert”, afirmó la señora, quien el pasado 20 de mayo cumplió 87 años de edad.
“La muerte de mi hermano ocurrió como la voy a contar”, expresó.
La última testigo cercana al crimen cometido en 1943 contra el inspector ferrocarrilero Domingo Marión, en Puerto Plata, República Dominicana, dijo que “aguardaba el momento para revivir la historia de este asesinato ocurrido durante la ‘Era de Trujillo’, cuyo autor fue Segundo Imbert Barrera”, comandante del Ejército Nacional en el Fuerte de San Felipe de esa ciudad.
Casilda Guzmán de Reyes (Doña Ca) relató que, “siendo las cinco de la mañana tuve una revelación. Siempre acostumbraba ir al hospital para visitar a los enfermos. Pero en el sueño, cuando llegué cerca de la puerta, vi esa gran multitud y pregunté a un hombre qué era lo que pasaba y me respondió que ‘mataron a Domingo Marión’, algo que no podía creer.
“Ahí mismo desperté. Fui a la habitación de mi madre de crianza, Doña Concha, y le conté el sueño. Ella me respondió: ‘Ay, Dios mío, que no sea así. Cámbiate de ropa y vamos a la iglesia’. En la mañana del domingo, cuando ya estábamos cambiadas, tocaron a la puerta. Yo misma fui a abrirla. Era un sobrino suyo que había venido y darnos la mala noticia de que mataron a Domingo Marión. Nos quedamos mudas”.
“Fuimos a la casa de Doña Caró de Los Ángeles, la esposa. Allí nos encontramos con la tragedia más grande. Sus hijas Argentina y Chory (Marión de Los Ángeles), llorando a su papá. Doña Caró había sido detenida, acusada de homicidio, pero no era cierto que ella era la asesina. Su hijo Luisito, que estaba en el Ejército Nacional, amenazó con quitarse la vida si su madre era condenada a prisión, porque sabía que ella no había cometido el crimen”, agregó.
“El asunto no se para ahí”, continuó el relato. “Después que lo mataron, que no se supo cómo ni dónde, lo llevaron a la casa. Lo acostaron en su cama y le clavaron un cuchillo en el corazón, para decir que había sido Doña Caró, quien supuestamente fue descubierta por Domingo, siéndole infiel con el mayor Segundo Imbert Barrera, según el expediente policial”, explicó.
“Pero no fue así, porque, cuando le enterraron el cuchillo, Domingo ya estaba muerto”, precisó. “Lo mataron un domingo, de madrugada, después que Segundo Imbert se enteró del descubrimiento de las cajas con las armas”.
Agregó que el doctor Puig, padre del dirigente de izquierda Max Puig, practicó la autopsia y certificó que Doña Caró había cometido el crimen, encubriendo a Segundo Imbert. Él fue cómplice del asesinato. Poco después, cuando se descubrió el complot, su casa fue allanada por la policía. No hallaron armas, pero se lo llevaron preso y lo desaparecieron. Yo estaba en su casa al momento del allanamiento, pero salí corriendo, llena de miedo”, precisó.
“Cuando lo llevaron a enterrar, una señora dijo: ‘¡Qué crimen tan horrendo! Cómo era Domingo, que no se metía con nadie. Los asesinos van a pagar un día por ese crimen’. Y creo que ahora la van a pagar con lo que declaro, para que el país sepa quiénes fueron los autores de esa muerte, asesinos tenidos como héroes”, sentenció.
Cuestionando a Doña Ca por el verdadero motivo del crimen, contestó: “Lo que pasa es que, como Domingo era inspector del ferrocarril, descubrió unas cajas selladas. Al preguntar al que las recibiría qué había en las cajas, éste le respondió que eran de Segundo Imbert. Domingo le respondió que tenía que inspeccionarlas porque para eso le pagaban. Al destaparlas, vio las armas y las selló de nuevo. El ‘Calié’ (delator) se lo informó a Segundo Imbert Barrera quien inmediatamente dio la orden de eliminarlo”.
De acuerdo con fuentes fidedignas, dijo la señora, “Segundo Imbert Barrera y su hermano Antonio estaban conspirando para asesinar a Trujillo, quien no pudo ‘cogerlos’ en la trama en que participó el doctor Puig. No puso presión sobre ellos porque quería saber hasta dónde llegaba el hilo de la conspiración. Como las armas fueron descubiertas en el ferrocarril, asesinaron a Domingo para que no informara a sus superiores que eran de esos dos hermanos”.
Al preguntársele si acusaba al fenecido general Antonio Imbert Barrera como cómplice de esa muerte, respondió: “Sí, lo acuso, porque él sabía lo que se estaba moviendo. Sabía que esas cajas llegarían. Antonio encubrió a su hermano para que el crimen contra mi hermano quedara impune”.
Con respecto a Doña Caró, dijo que “la justicia la puso en libertad y todo se quedó así. Los verdaderos asesinos andaban sueltos, impunes”.
Sin embargo, 73 años después, Doña Casilda Guzmán de Reyes ha revelado todo lo que sabía, en el seno de las familias Santiago Marión y Marión de Los Ángeles, sobre este hecho de sangre que pone en entredicho la heroicidad de los hermanos Imbert Barrera en la Historia Dominicana, por su participación en el asesinato de Trujillo.
“¿De qué héroes me hablan? ¿De un asesino y de un cómplice que evadieron el peso de la ley inventando una historia de infidelidad matrimonial para no ser agarrados con la mano en la masa? Recibieron favores de Trujillo y lo traicionaron, como todos los otros ‘Héroes del 30 de Mayo’. Mi hermano pagó con su sangre inocente sin estar metido en el complot”, concluyó en su residencia de Canadá.
*Francisco Reyes puede ser contactado en reyesobrador@hotmail.com