FRANCISCO REYES / TORONTO /
El sábado 23 de mayo, cientos de miles de salvadoreños y de todo el continente participarán en la beatificación de Monseñor Oscar Arnulfo Romero, ceremonia que será transmitida al resto de las naciones desde la Plaza del Salvador del Mundo, en San Salvador.
Es la primera vez que un evento de tal magnitud se celebra de manera multitudinaria en América Latina. En efecto no se trata de un beato más de la Iglesia Católica, sino del primer mártir de la Teología de la Liberación elevado a los altares.
Recordemos que el “obispo de los pobres” fue asesinado el 24 de marzo de 1980 por “fuerzas oscuras del mal”, mientras celebraba una eucaristía.
Los autores intelectuales y materiales pensaron que con la muerte física eliminarían el pensamiento teológico de Monseñor Romero. Por el contrario, lo universalizaron y lo inmortalizaron, mientras sus asesinos se sumergieron en el miasma del anonimato.
En el 2013, el sacerdote peruano Gustavo Gutiérrez, “Padre de la Teología de la Liberación”, y el obispo alemán Gerhard Müller, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, publicaron en lengua germana el libro que luego fue publicado en español bajo el título de “Al Lado de los Pobres”, en el que fueron aclarados conceptos fundamentales de esa teología, a la que muchos tildaban de marxista-leninista.
Con este libro, la Teología de la Liberación, con la que Monseñor Romero se identificó desde sus orígenes, se abría paso en la ruta hacia El Vaticano, tomando en cuenta que el Papa Francisco también la ha seguido y la encarnó siendo arzobispo de Buenos Aires con el nombre de Mario Jorge Bergoglio.
Al llegar al Vaticano, el Papa Francisco trazó la línea de su pontificado diciendo que quería “una iglesia pobre para los pobres”. Obviamente, se refería a la iglesia de la Teología de la Liberación, con la que Romero fue consecuente desde la “opción preferencial por los pobres”.
La teología de la Iglesia Católica Latinoamericana, conocida actualmente como la “Teología de la Opción por los Pobres”, ingresó al Vaticano en septiembre del año pasado cuando el Sumo Pontífice se reunió con Gustavo Gutiérrez. En febrero, Müller había sido elevado a cardenal y ratificado en su cargo de la prefectura vaticana.
Gustavo Gutiérrez y Gerhard Müller son los artífices de ese paso esencial que incidiría para que el Papa Francisco beatificara a Monseñor Romero como el primer mártir y beato de la “Opción Preferencial por los Pobres”, que es la teología que define al nuevo pontificado y marca el rumbo actual de la Iglesia Católica.
Era necesario limpiarla de los prejuicios para que ingresara a la Santa Sede y se oficializara en nuestra iglesia, de modo que no haya duda de que se beatificaba a un miembro de una teología aceptada por El Vaticano, tras ser desterrada de la Iglesia Católica por el Papa Juan Pablo II, en 1979.
Desde esta óptica, Romero, sin dejar de ser salvadoreño, traspasa los límites de su país, por haber sido también miembro de la Conferencia Episcopal Latinoamericana (CELAM) y se hace universal.
El obispo mártir, a sólo una semana de su beatificación, ya no pertenece en exclusivo a la Iglesia Católica Salvadoreña, ni a la Iglesia Latinoamericana, sino a toda cristiandad católica.
Es el beato de todos los que, como él, estamos convencidos de los riesgos que acarrea la puesta en práctica del Evangelio de Jesús cuando se hace una opción por los oprimidos, por los marginados, lo que supone una ruptura y confrontación con las estructuras que han condenado a millones de seres humanos a vivir en la pobreza.
Romero así lo entendió y asumió el compromiso con los pobres de su país, enfrentándose a los poderes causantes de la opresión. Y llegó hasta la última consecuencia.
Estaba consciente de que lo iban a asesinar, como expresó en la última entrevista que concedió a la prensa, previa a su muerte. Con ella se consumaban las palabras de Jesús: “Muchos de ustedes perderán la vida por causa del Evangelio”.
Como pastor, Romero se insertó en el pueblo salvadoreño. Luchó para erradicar las injusticias que impedían guiarlo por el camino de la salvación. “Conoció a sus ovejas y sus ovejas escuchaban la voz de su pastor”.
Pero también tenía responsabilidad pastoral con los demás pueblos del continente, en cuanto que era miembro prominente del CELAM junto a los obispos Helder Cámara (Brasil), Sergio Méndez Arceo (México) y otros.
Con su beatificación, la Teología de la “Opción Preferencial por los Pobres” se reactualiza en América Latina para iluminar a la Iglesia Católica en todos los rincones del planeta, con luz propia.
Su elevación a los altares se convierte también en un llamado a las jóvenes generaciones para que asuman su papel en la historia para luchar, desde el seno de la cristiandad contra las injusticias, del mismo modo que lo hizo Romero, y que aún contribuyen con la pobreza y la marginalidad de millones de latinoamericanos.
Será el mejor homenaje de los jóvenes al beato Romero, en ruta a la santificación como “San Romero de América”.
*Francisco Reyes puede ser contactado en reyesobrador@hotmail.com