OSCAR VIGIL / TORONTO /
Decenas de hispanos se reúnen cada noche en diferentes partes de la ciudad, en busca de un cambio fundamental en sus vidas: dejar el vicio del alcohol. Y para ellos, el soporte que a diario reciben de otros compañeros que ya lo han logrado a través de Alcohólicos Anónimos es vital para mantenerse sobrios.
“Hola, mi nombre es Miguel y soy alcohólico”. Una frase simple pero difícil de decir, pareciera ser la llave de la felicidad. Sí, la llave de la felicidad, porque para una persona que eventualmente perdió todo en la vida, el recobrar primero la sobriedad y con ello sus autoestima, le permite comenzar también a recobrar toda su vida.
Es un proceso lento, doloroso, y muchas veces con tropiezos. Pero para eso se tiene a los amigos, no a aquellos que le ofrecen un trago o que lo motivan a salir de parranda. No, para eso se tiene a los amigos que están con uno por lo menos dos horas todas las noches de todos los días del año.
El edificio es grande, hermoso pero solitario, como lo son la mayoría de iglesias de diferentes denominaciones que abundan en Toronto, prolíficas en pastores pero pobres en feligresía. Está ubicada en la zona de Jane y Finch, la conocida área plagada de pobreza y de violencia social, pero también de alta población hispana.
Pero ahí, en un salón del sótano, todas las noches, sin falta, se celebra la vida, esa vida recuperada al vicio que no es fácil de sacar adelante, pero que con decisión, disciplina y ayuda, sí se puede.
A las 7:00 de la noche el lugar está prácticamente solo, en su interior únicamente se divisan la secretaria de la iglesia, metida en sus trabajos de oficina, y el Coordinador de la sesión de esa noche. “Un servidor”, explica, ya que “aquí no hay autoridades, todos somos iguales”.
Efectivamente el Coordinador se encarga de preparar él te y el café de la noche, de ordenar las sillas y garantizar que todo esté en orden para las 7:30. Pero advierte, “recuerda que somos hispanos y la puntualidad no es una de nuestras virtudes”.
Pero a las 7:30 ya comienzan a llegar los primeros miembros de este grupo, que, sin ser una organización jerárquicamente establecida, existe y subsiste por cuenta propia única y exclusivamente con el aporte moral, social y económico de quienes la conforman.
Uno a uno van llegando, en su mayoría hombres, y se saludan como si se conocieran de toda la vida, aunque algunos de ellos sean relativamente nuevos en este esfuerzo de la sobriedad.
Antes de las ocho de la noche la mayoría ya se ha servido su café y se ha acomodado en una de las 16 sillas que llenan el local. Se esperan entre 10 y 15 personas, acierta el primer número.
La noche comienza con la lectura de los famosos “Doce pasos”, que son un conjunto de principios de naturaleza espiritual que estas personas adoptan para poder liberarse de la obsesión de beber y así poder ser felices en su vida, y es seguida con la lectura de las “Doce tradiciones”, que son el resumen de los principios que han demostrado que ayudan a que estos grupos funcionen adecuadamente.
El primer paso dice: “Admitimos que éramos impotentes ante el alcohol, que nuestras vidas se habían vuelto ingobernables”. Dicho y hecho, la sesión toma forma cuando cada uno de los participantes pasa al frente y, de la forma más humilde, reconoce que es un alcohólico pero que está en proceso de recuperación.
“Decir que soy alcohólico pero que ya no bebo no es fácil. Hoy lo digo no con orgullo sino que con aceptación, y así la vida se me ha hecho más fácil”, dijo en el estrado uno de los primeros en pasar a brindar su testimonio, a quienes se les ha cambiado el nombre para garantizar el anonimato.
“Mi nombre es Jose, soy alcohólico, pero el día de hoy he pasado 24 horas sin beber”, dijo otro, antes de agregar que “la gracia de los Alcohólicos Anónimos es tratar de ser feliz sin la necesidad del alcohol”.
El desfile fue largo, las historias a veces tristes a veces divertidas, pero siempre cargadas de esa motivación extraordinaria de “vivir 24 horas sin alcohol”, dado que la lucha es día a día, según reflexionaron.
“El único requisito para ser miembro de Alcohólicos Anónimos es querer dejar de beber”, recordó otro, quien explicó que llegó al grupo porque lo mandaron de la Corte, pero que se sacó la lotería porque dejó de beber y por eso continúa llegando, ahora por voluntad propia.
Termina el desfile de oradores y termina también la sesión, al filo de las 9:30 de la noche, cuando cada uno toma su abrigo y sale camino a casa, motivado por sus amigos y por la victoria de que durante las pasadas 24 horas se ha mantenido sobrio.
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