POR GUILLERMO FERNÁNDEZ AMPIÉ* / MEXICO /
“Febrero es loco y marzo otro poco” dice un gracioso dicho mexicano para explicar las inconsistencias e imprevisibilidad del clima. Así, un día puede amanecer con una temperatura de 40 grados Fahrenheit, muy fría para una ciudad donde los departamentos no cuentan con calefacción, y por la tarde o al día siguiente estar a 82 Fahrenheit. O bien amanece con ese cielo gris al que melancólicamente dedican sus melodías tantos cantantes románticos, y que por la tarde se desgaja en repentino y fuerte chaparrón, para después lucir un espectacular sol primaveral. Pero ahora ya estamos en abril y va quedando atrás la temporada de las jacarandas que tapizan las calles con sus fluorescencias azul violáceas. El mes comenzó ya su declive y ha dejado varios días agridulces para Andrés Manuel López Obrador (AMLO), el popular presidente mexicano, tan estimado por sus simpatizantes como odiado por quienes se creen con el derecho exclusivo de gobernar a este hermoso país.
A finales de marzo López Obrador inauguró el Aeropuerto Internacional Felipe Angeles, proyecto que consistió en transformar una antigua base militar en una moderna terminal aérea internacional, y que el mandatario mexicano propuso a los votantes durante su campaña electoral de 2018. La propuesta surgió en contraposición al megaproyecto con tintes futuristas que venía impulsando el gobierno de su predecesor, Enrique Peña Nieto. Este se proponía construir un nuevo aeropuerto para la Ciudad de México, porque el actual ya no da abasto. El proyectado aeropuerto peñanietista enfrentó duras críticas debido al alto costo estimado (más de US$5,500 millones) y por el lugar elegido para su construcción: en terrenos del lago Texcoco actualmente muy disminuidos en aguas, pero que en épocas de lluvia recupera un poco de sus antiguo niveles y provoca inundaciones en las poblaciones adyacentes. Por consiguiente, tampoco parecía muy buena idea erigir un aeropuerto en esos terrenos. Por otra parte, las comunidades campesinas e indígenas de la región también se opusieron a la obra por el daño que ocasionaría al medioambiente, pero fueron reprimidas sin contemplación.
De ahí la promesa de construir una sede alterna al actual Aeropuerto Benito Juárez. Al inaugurarlo, López Obrador cumplió la promesa realizada a los votantes. No obstante contrario al orgullo y la satisfacción mostrada por el presidente mexicano, la obra inaugurada y el propio mandatario fueron objetos de burla y rechazo por quienes se le oponen con ferocidad. Se argumentó que el nuevo aeropuerto parecía más bien “una terminal camionera”, y que no es “un aeropuerto de del primer mundo, como merece México”, entre otros señalamientos. La obra, sin embargo, también contribuyó a mantener en alto la popularidad del mandatario mexicano, que según algunas encuestas ronda en torno al 64%.
Pero no todo ha sido miel sobre hojuelas para AMLO. Poco después, el 10 de abril, se realizó el referéndum revocatorio de su mandato, otra de las promesas ofrecida a los votantes en 2018, de acuerdo con una ley propuesta por el propio mandatario y aprobada a finales de 2019. Paradójicamente, los opositores que desde los primeros días de su gobierno repudiaban a AMLO acusándole de comunista, castro-chavista y de ser un peligro para México, y que le exigían que renunciara y abandonara el país, incomprensiblemente se opusieron al ejercicio democrático y lanzaron una campaña para boicotearlo. En la última consigna que acuñaron solo pedían: “Termina tu mandato y vete”. Hasta las autoridades del organismo organizador del referéndum, claramente desafectos al gobierno, también argumentaron en contra de esta consulta.
El ejercicio se realizó tal como lo contempla la ley, pero no puede considerarse que resultó exactamente como habrían esperado el presidente y sus simpatizantes. Únicamente votó un 18% del padrón electoral (alrededor de 16 millones de los 92 millones de votantes inscritos). De ese porcentaje, el 92% ratificó su confianza en el mandatario y votaron por su permanencia en el cargo, lo cual es un muy holgado triunfo. Sin embargo, porque la participación fue menor de la esperada, la oposición tomó los resultados como un fracaso para AMLO. En contrapartida, los simpatizantes del presidente argumentan que el número de votos que éste obtuvo es mucho mayor al que recibieron sus oponentes, en conjunto, en la justa electoral del 2018.
Pero el trago realmente agrio que debió pasar López Obrador fue el rechazo a su proyecto de reforma constitucional que daría mayor control a la Comisión Federal de Electricidad sobre la producción y comercialización de energía, proyecto conocido como “la reforma energética”, considerada también por sus detractores como una contrarreforma. Votada el pasado 17 de abril, la propuesta de AMLO fue rechazada al no alcanzar la mayoría calificada del 75% del pleno de la Cámara de Diputados.
Los opositores rechazaron la reforma argumentando que con esa medida ahuyentará o retrasará las inversiones y proyectos para desarrollar energías renovables, lo cual se reflejaría en daños ambientales y el agravamiento del cambio climático, limitará la competitividad del sector, y la más seria y preocupantes de todas: que sería violatoria al tratado de libre comercio firmado con Estados Unidos y Canadá, pues se perjudicarán intereses de inversionistas estadounidenses. Quienes están a favor de la reforma acusaron a los diputados que votaron contra la reforma de actuar como cabilderos de empresas como la española Iberdrola, y de defender otros intereses extranjeros.
Sin duda, el rechazo a la propuesta ha sido un revés para AMLO, pero el mandatario no se quedó de brazos cruzados y al día siguiente presentó una iniciativa para reformar la Ley de Minería, con la cual nacionalizará el litio, medida orientada a buscar en control de sus recursos por los propios mexicanos. Así las cosas, todo indica que continuará la pugna entre quienes desean un país con mayor soberanía y menos dependencia vs aquellos que se sienten muy cómodos y se enriquecen con la subordinación a grupos e intereses ajenos a la nación.
*Guillermo Fernández Ampié es un periodista nicaragüense con doctorado en Estudios Latinoamericanos, quien actualmente es catedrático de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).