GILBERTO ROGEL / TORONTO /
El alineamiento de algunas estrellas, ciertas catástrofes naturales y algunos cambios políticos, no ocurren por casualidad. Bueno, quizás sí, algunas veces simplemente pasan frente a nuestras narices.
Hace más de 26 años, allá por mi tierra, al mediodía del tal 11 de Julio del 1991, el sol se oscureció por completo permitiéndonos a muchos ser testigos de un espectáculo único y casi mágico, pero a la vez tenebroso y supersticioso.
Ese fenómeno estelar que ocurre escasas veces en los tiempos no trajo catástrofes naturales o cambios radicales en nuestras vidas, como lo habían augurado ciertos “sabios” modernos, más bien los que tuvimos esa oportunidad de observarlo lo recordamos como algo especial.
Precisamente eso fue lo que muchos canadienses quizás soñamos con ver la semana pasada. Y a lo mejor muchos nos quedamos con la esperanza de ver a los pájaros buscar sus nidos antes de la hora acostumbrada, o signos de oscuridad antes del atardecer, pero lastimosamente no fue así. En la terminología actual de los medios de comunicación en la era digital podríamos decir que fue solamente un “alternative fact” o tal vez un “fake news”.
El eclipse solar de la semana pasada posiblemente nos decepcionó a muchos, pero la verdad es que existen otra serie de eventos producidos por el ser humano que traen mucha más oscuridad, y, para variar, tienen que ver con la clase política, especialmente con el presidente del vecino país del sur. Es evidente que él no respeta idiosincrasias, credos, o los valores más preciados por la humanidad. La búsqueda de la verdad para el presidente “gringo” es un mero hecho subjetivo.
En días pasados, el residente de la Casa Blanca llamó a los periodistas “enfermos” y personas “que no aman a su país” por el simple hecho de tratar de investigar qué está pasando al interior de la administración Trump, sus ambivalencias en política exterior y, sobre todo, su respaldo intrínseco a los grupos supremacistas blancos.
Y como ha sido costumbre con el presidente Trump, cada vez que abre la boca “mete la pata”, sus abruptos son tan sonoros y evidentes que casi todos los días es noticia. O es muy tibio o se tarda mucho en condenar las acciones vandálicas de los renacidos grupos supremacistas blancos, o al mismo tiempo se apresura a condenar un hecho violento en otro punto del planeta sin tener la información necesaria. Típicas actitudes que han marcado los meses de su presidencia, en otras palabras, mucha oscuridad y un total desorden.