Las malas palabras en el periodismo, lecciones que debieron ser aprendidas

POR GILBERTO ROGEL / TORONTO /

Cualquier ciudadano latinoamericano que haya vivido un conflicto armado interno o externo sabe de sobra que los mensajes o mejor dicho todo el lenguaje que utilizan los que dirigen las guerras únicamente sirven para incrementar dos cosas: el nivel de violencia y el nacionalismo barato.

“Estás conmigo o contra mí”, “nuestro país debe ser defendido contra los agresores”, “la patria es lo más sagrado que tenemos y hay que defenderla a toda costa”, han sido consignas comunes en muchos conflictos.  Pero hay una palabra que ha sido utilizada últimamente y que genera mucha controversia, nos referimos al terrorismo ¿cuándo se debe utilizar y cuándo no?

Por desgracia, como lo dijimos en este mismo espacio hace pocos días, las disputas armadas sacan lo peor de cada sociedad, y el mejor ejemplo es el conflicto (mucho ojo con el término utilizado) israelí-Palestino el cual no solo ha dejado centenares de muertos en ambos lados, sino que también ha venido a polarizar y tensionar todas nuestras relaciones diarias.

Llama mucho la atención cómo países con democracias bastante sólidas, como la canadiense, han caído presa de esta vorágine irracional en donde los pobrecitos buenos de la película tratan de imponer sus mensajes en la media tradicional y a la vez desnaturalizan o minimizan a la contraparte, quienes son tildados como cualquier cosa menos seres humanos.

Para variar, este conflicto es el mejor ejemplo del triste juego político canadiense entre conservadores y liberales en donde una parte trata de congraciarse con los buenos y acusa a los otros de no tener el coraje y la empatía necesaria con un pueblo que es atacado. De paso, si esto sirve para ganar unos cuantos votos en favor del líder conservador, bienvenido.

Si usted amigo lector se ha percatado, adrede hemos decidido NO utilizar la mala palabra terroristas o terrorismo, porque creemos que este término es demasiado amplio y muy ideologizado, casi siempre para favorecer a posiciones de derecha o ultraderecha, como es el caso en Israel. Nuestro punto es tratar de que cada persona analice a profundidad este conflicto desde sus orígenes históricos y saque sus propias conclusiones basadas en hechos y no en interpretaciones

Es por ello por lo que cuesta mucho no caer en la trampa del lenguaje incendiario cuando uno trata de analizar este conflicto milenario, ya que cada día que pasa se confirma el hecho de que a ciertos líderes políticos poco les interesa salvaguardar las vidas de cientos de inocentes civiles, lo único que les importa es mantenerse en el poder a toda costa, ya sea de un lado o del otro.

El aniquilamiento de los responsables de los ataques del 7 de octubre contra poblaciones civiles israelíes ocurrirá en cualquier momento, sin embargo esto sólo tratará de más revanchismo y una extensión del conflicto con ramificaciones impensables, particularmente en suelo canadiense.

Estas consecuencias ya las estamos viviendo en nuestro patio, con expresiones extremistas de ambos lados. Este es el momento oportuno en que un verdadero líder, en especial el Primer Ministro, guie a esta nación en el camino de la solidaridad hacia el conflicto Palestino-israelí, en el sentido que la paz de cada nación está ligada a la estabilidad del otro, sin ello el conflicto seguirá reactivándose cada cierto tiempo sin caminos de solución a corto plazo.