Las lecciones de las votaciones federales en Canadá y mi experiencia personal

POR GILBERTO ROGEL* / TORONTO /

Para comenzar debo admitir que toda comparación es odiosa, sin embargo es claro que el sistema parlamentario canadiense tiene enormes diferencias con los sistemas presidenciales que prevalecen en nuestros países de Latinoamérica. De igual forma es preciso enfatizar que este también tiene muchas cosas interesantes que lo hacen especial, comenzando desde la conformación del aparataje que se encargará de llevar a cabo el proceso y que sea un éxito, y de ello les quiero comentar desde mi particular participación personal.

Las pasadas elecciones federales fuera de dejar las cosas casi como estaban, o sea mantener el statu quo, nos dejaron un escenario que para algunos de mis colegas las ganó el partido Liberal y su líder Justin Trudeau, algo que en lo personal no comparto porque el hecho de no perder no significa haber ganado, como diríamos en mi tierra fue algo así como un sí pero no

La ciudadanía canadiense no quiso cambiar el rumbo del país, quedamos casi igualitos que antes de las elecciones. Los liberales mantuvieron su voto duro, tal cual los conservadores, el NDP solo con un diputado más pero con la seguridad de ser quien puede inclinar la balanza sin ser el número uno, y el partido verde desmoronándose con una lideresa que no aguantó las disputas internas y prefirió claudicar.

Bueno, pero vamos a dejar el análisis post electoral para otra ocasión, ahora quiero llevarlos al interior del sistema que ejecuta las votaciones, quizás la parte más visible y la más crucial. Y es acá en donde comienzan las diferencias con otros países. Por ejemplo, el organismo que ejecuta el proceso llamado Elections Canada fue fundado en 1920, es totalmente independiente de los partidos políticos y su principal funcionario es elegido para un periodo de 10 años.

Al no ser un organismo partidista, una de las características de esta institución es su transparencia e igualdad para todas y todos, comenzando desde el proceso de contratación de empleados para el día de las elecciones. Cualquier ciudadano mayor de 18 años puede aplicar a varias posiciones y podrá ser contratado, particularmente si vive en el distrito electoral de votación. La posición más importante y visible es el “returning officer”, o algo así como el jefe de una mesa receptora de votos, y es la posición a la que apliqué On-Line y fui contratado luego de una escueta entrevista telefónica.

En mi experiencia periodística en mi país de origen y luego de haber presenciado las elecciones en algunos países de Centroamérica, la semana pasada me llamó poderosamente la atención la bondad del sistema canadiense ya que las banderas políticas técnicamente no existieron dentro de los sitios de votación, porque se garantiza que el sistema trabaje de manera imparcial y justa para todas y todos, el voto es un derecho y debe respetarse, y por lo tanto las y los empleados entienden este proceso como un honor ciudadano en el cual debe ser ejecutado con el mayor orgullo posible.

Pero momento, pretender decir que el sistema canadiense es el mejor del mundo sería mentir de manera descarada. Al igual que pasa en nuestras naciones, acá también se cometen errores imperdonables: muchos centros de votación abrieron tarde, otros centros fueron suprimidos debido a la pandemia (si se compara con años anteriores), otros no recibieron el material electoral a tiempo, en otros sitios no había el personal necesario, y en otros se suprimieron muchas urnas electorales como por arte de magia.

La explicación oficial es que fueron fallas del sistema. Yo más bien creo que fue la falta de un presupuesto adecuado que llevó a la contratación de menos personal y por ende la insatisfacción de las y los votantes fue evidente, con insultos y gritos para los jefes de los centros de votación.

Como lo dije anteriormente, en mi experiencia periodística la parte más emocionante de todo proceso electoral siempre ha sido y seguirá siendo el conteo de los votos y esta vez no me decepcionó. Quiero aclarar que vivo en uno de los distritos electorales que en esta elección fue uno de los más reñidos. Como dato curioso y con un sabor agridulce, entre dos talentosas mujeres con fuerte arraigo entre la comunidad y con importantes raíces Latinoamericanas.

Davenport, como se le conoce a este distrito, ha sido un bastión del partido Liberal desde las últimas tres décadas, pero también ha visto un corto periodo encabezado por el NDP. Y como era de esperarse al momento del conteo la expectativa se cumplió al pie de la letra, la candidata Liberal Julie Dzerowicz (de madre mexicana) y la candidata del NDP Alejandra Bravo (originaria de Chile) iban codo a codo. Por ejemplo, en la mesa que yo trabajé Julie obtuvo 81 votos mientras Alejandra 83, y según pude escuchar en las otras mesas la situación era bastante parecida, la diferencia no sobrepasaba los 10 votos.

El recuento oficial detalló que Julie obtuvo 19,860 votos mientras que Alejandra recibió 19,695, una diferencia de 165 votos. Si interpretamos los datos podemos concluir que la contienda estaba para cualquiera de las dos candidatas, el trabajo de las y los voluntarios de ambas campañas fue evidente hasta los últimos minutos, y sobre todo, ningún representante político armó berrinche por pelearse un voto con uñas y dientes o denunciar intentos de fraude o robo de votos, una verdadera lección de civismo que ojala algún día podamos ver en nuestros países latinoamericanos cuando los sistemas electorales realmente funcionen y dejen de ser atados a intereses partidistas.

Bueno, la jornada terminó entrada la madrugada y yo feliz de haber sido testigo de un importante evento político canadiense, y de igual manera de enterarme que los liberales seguirán gobernando Canadá por algún tiempo considerable, hasta que ocurra otro evento importante, y con el sentimiento generalizado que la ciudadanía está a gusto cómo marcha el país, principalmente en la esfera económica, y demanda de los actores políticos que dejen de hacerse los vivos y se pongan a trabajar para salir airosos de esta pandemia.

*Gilberto Rogel es un periodista de origen salvadoreño radicado en Toronto, quien se especializa en temas de libertad de expresión en América Latina.