POR GILBERTO ROGEL* / TORONTO /
Hasta hace pocos años atrás las elecciones federales en Canadá, para cualquier ciudadano originario de algunos de los países de Latinoamérica, generalmente se entendían algo como así como “pan sin sal”, o sea en otras palabras, campañas bastante aburridas y monótonas, carentes de creatividad y de picardía, características que en nuestra región abundan por doquier.
Estimada amiga o amigo lector, espero no lastimar algunas de sus susceptibilidades patrias, pero me atrevería a pensar que luego de echar una mirada a los últimos procesos electorales en la mayoría de nuestros países latinos, es claro que hay ciertos rasgos que son innegables en nuestra clase política y en alguna parte de nuestra ciudadanía, como por ejemplo ofrecer el cielo y la tierra, la mala crianza, la doble moral, la falta de compromiso, la tergiversación de la verdad, la desacreditación del oponente y los golpes bajos, por mencionar algunos.
Pero parece que me estoy equivocando de lugar, curiosamente Canadá y sus principales líderes políticos se están pareciendo mucho a lo que nosotros conocemos desde hace décadas, o quizás contrataron a asesores latinos en marketing político porque hoy sí estamos viviendo una campaña como muy pocas en los últimos 15 años. Y que conste que no lo digo en sentido positivo, todo lo contrario.
En muy pocas semanas los canadienses iremos la tercera vez a una elección federal en menos de 5 años, ya que el Primer Ministro, Justin Trudeau, líder del partido Liberal, llamó a una elección en medio de una cuarta ola de la pandemia del Covid-19, al argumentar que el Parlamento Federal – dominado por la oposición- es muy tóxico al no permitirle gobernar y ejecutar las acciones necesarias para la recuperación económica del país y de igual forma garantizar la seguridad de la ciudadanía.
Como era de esperarse, los partidos Conservador, Nueva Democracia (NDP) y el Bloque Quebecois, respondieron que esencialmente el Primer ministro se está aprovechando del momento para tratar de ganar una mayoría en el parlamento y de esta manera evitar que la oposición tenga poder de escudriñar en las decisiones gubernamentales y pedir rendición de cuentas, algo que ningún gobernante se siente cómodo, por muy abierto y transparente que pregone ser.
Y es acá en donde las cosas comienzan a ponerse interesantes. El Partido Liberal hasta hace pocos días a la cabeza de las preferencias electorales según la mayoría de las encuestas serias, ha comenzado a mostrar algunos signos de miedo ante el avance del partido Conservador, por ello ha echado mano de viejos recursos como editar videos de líder conservador, sacando de contexto algunas declaraciones controvertidas sobre el sistema universal de salud, un beneficio del cual toda y todo canadiense se jacta ante el mundo.
Pero debemos recordar que estamos en medio de una campaña atípica en toda su extensión y es así como algunos políticos de línea conservadora todavía siguen negando que estamos en una emergencia y que se necesitan acciones políticas drásticas, como la vacunación para todo mundo. Y como si esta fuera obra y gracia de un manual de teoría conspiracionistas, decenas de hombres y mujeres, muchos de ellas acompañadas de sus hijas e hijos, se han dado a la tarea de interrumpir las actividades políticas del Primer Ministro con actos obscenos y utilizando lenguaje vulgar e intimidatorio, lo cual ha generado una serie de rechazos entre la misma población.
Al igual que ha pasado en muchos de nuestros países, la mala crianza y las vulgaridades no contribuyen a elevar la cultura política de los ciudadanos, más por el contrario generan un efecto adverso. Y de esto las personas que están detrás de estas acciones cometidas en contra del Primer Ministro canadiense tendrán que darse cuenta tarde o temprano, en vez de perjudicar le están haciendo un favor, un empujoncito que no le cae nada mal en estos momentos.
En medio de este panorama nada agradable también surge un fenómeno interesante, la política canadiense no va a cambiar si no surgen nuevas corrientes de pensamiento que empujen los cambios, y para que ello ocurra los latinoamericanos que vivimos en esta gran nación debemos estudiar y conocer su funcionamiento para que las próximas generaciones sean parte de este cambio en el cual desaparezcan las bajezas y se promocione el debate de altura, un debate de ideas y propuestas y se erradique la mala crianza y las vulgaridades.
*Gilberto Rogel es un periodista de origen salvadoreño radicado en Toronto, quien se especializa en temas de libertad de expresión en América Latina
MEME: J.J.McCullough