Las controversias de la creación poética en Toronto

LaPoesia2016FRANCISCO REYES / TORONTO /
El pasado fin de semana asistí a la puesta en circulación de “Los Escalofríos de mi Corazón”, libro que, según el cotejo de su autor, Ramón Gómez, es de “poesías, versos y pensamientos”.

Por ser ésa una obra ya publicada, decidí este ensayo sobre ciertas consideraciones en torno al arte de la Poesía, como género literario sometido a los cánones de la Estética. No emitiré juicio crítico sobre su contenido y dejaré a los lectores su valoración final.

Es necesario aclarar, en primer lugar, que el verso es a la Poesía lo que es a un edificio su armazón, a no ser que se trate del sub género literario conocido como Poesía en prosa. Es decir, tradicionalmente un poema se construye sobre la estructura del verso.

En segundo lugar, el lenguaje literario se diferencia de la lengua común, en cuanto que el lenguaje de la Poesía (Poiesis, en su acepción griega como creación) trasciende a la lengua cotidiana.

El lenguaje de la Poesía es esencialmente simbólico y se refiere a la realidad (real o virtual) con palabras que, aunque nos parezcan del uso común, están empleadas en sentido figurado. Un ejemplo genuino es el que nos presenta en su libro “Crepusculario” el poeta Pablo Neruda: “Déjame hacer contigo/ lo que hace la primavera con los cerezos”.

En tercer lugar, de acuerdo con grandes filósofos del arte, entre ellos Santayana, todo texto poético (y la obra de arte en general) debe aspirar al ideal supremo de la Belleza –como señalaba Platón- al mismo tiempo que busca aportar hallazgos novedosos a la lengua literaria. De lo contrario, está condenado al ostracismo de las antologías.

La originalidad de un escritor radica en su capacidad imaginativa para que su obra sea novedosa e innovadora. Si nada nuevo aporta a la Literatura, no asciende al pedestal de los clásicos.

O por lo menos debe dar nuevos retoques al resplandor de las imágenes o metáforas heredadas de la tradición literaria. Es lo que, al respecto, en su poema “Arte Poética” Borges destaca como “el eterno retornar de las imágenes” en la lengua literaria: “La Poesía/ vuelve como la aurora y el ocaso”.

Muchos “poemas”, de los que no recuerdo ni siquiera sus títulos, han desfilado sin dejar huellas. Esto significa que no han aportado una simple metáfora al lenguaje de la Poesía.

Con frecuencia, lo que algunos consideran como “poema” no es más que verborrea sometida tediosamente a la versificación. De esto son testigos los textos escritos para el “reguetón”, obligados a la rima, con camisa de fuerza.

En el carnaval hay quienes se visten de reina, pero no son reinas auténticas. Muchos conjuntos de palabras se disfrazan con el ropaje de la Poesía, pero no son verdaderos poemas.

No es que el poema tenga que ser adornado con “palabras bonitas”, sino también con un léxico apropiado, sugerente, evocador. El poder de evocación es condición indispensable para que la obra de arte sea considerada como tal. Es decir, que la realidad actual del poema nos traslade a otra realidad (experiencia pasada) fuera de él.

Por último, algunas precisiones sobre la adjetivación en la lengua literaria. En su “Arte Poética”, Vicente Huidobro señalaba que “el adjetivo, cuando no da vida, mata”. En efecto, el exceso de adjetivos, a veces innecesarios, no hace más bello y sustancioso al poema: lo desfigura.

Lo mismo ocurre con los vocablos fuera de contexto. Neruda, en “Confieso que he vivido”, destacaba que, a menudo, “una palabra llega y se coloca como una reinita en el lugar que menos le corresponde”. Hay quienes escriben cualquier disparate que le llegue al pensamiento, fuera de lugar, embarrando cuartillas.

Para crear Poesía, en el sentido prístino del término, se requiere del dominio de ciertos preceptos literarios y del vocabulario del idioma en que se escribe; de la lectura disciplinada de los autores clásicos; un conocimiento mínimo de la realidad contextual en que se sitúa al poema y capacidad imaginativa para jugar con la fantasía. De lo contrario, el poema resultará en un esfuerzo inútil: será un nati-muerto.

Aun así, hay escritores que, no obstante poseer las herramientas de la Literatura, como ocurre con muchos críticos literarios, carecen de la intuición creadora, de la inspiración para hacer Poesía.

Tomando en cuenta estas consideraciones, repito lo que expresé en el recital que acompañó a la circulación del libro de Ramón Gómez: “Esta obra tendrá que pasar ahora la prueba de fuego de la crítica literaria. Si es buena, irá de mano en mano, debido a la demanda y el interés de los lectores. Si no lo es, estará condenada al abandono, llenándose de polvo en los anaqueles, hasta que la sepulte para siempre el olvido. Espero que no le aguarde tan trágico final”.