Por Vilma Filici
vilma@filici.com
TORONTO. Hace varias semanas estaba en una conferencia sobre temas de Inmigración en Vancouver, cuando recibí una llamada telefónica urgente de un cliente desesperado porque su hija de 15 años había tenido un altercado con una compañera en la escuela, y le habían dado una cita para que se presentara con sus padres a la estación de policía.
La razón por la que me llamaron es porque esta familia vive de forma indocumentada en Canadá, y estábamos preparando una solicitud de residencia permanente por razones humanitarias y de compasión a fin de que se les permita permanecer en el país. Esta familia ha vivido aquí durante muchísimo años, están muy bien establecidos, la niña está asistiendo a la escuela, y en general el caso tiene bastantes méritos como para que puedan ser aceptados en Canadá y se les otorgue la residencia permanente.
El problema que se presenta ahora es que en el momento en que la niña entra en problemas policiales, y eventualmente judiciales, lógicamente perjudica el caso ante las autoridades migratorias. Esa es la dura realidad del sistema migratorio, y es algo que ninguna familia debe perder de vista.
Pero la realidad también muestra que así como estas malas conductas pueden perjudicar un caso, las buenas conductas de los hijos también pueden ayudar a obtener la residencia permanente. Concretamente tengo la experiencia de otros jóvenes que por su comportamiento, por su solidaridad con la comunidad, por sus notas, por su trabajo comunitario, etc., han sido el factor fundamental por el cual los casos por razones humanitarias han sido aprobados.
Hace varios años fue aceptada una familia después de 14 años de estar en el país, la cual estaba muy bien establecida. Los padres tenían sus negocios y daban empleo a ciudadanos canadienses y a residentes permanentes, pero en particular las niñas tenían notas altísimas. Una de ellas ya había empezado a asistir a la universidad y la otra estaba aún en la secundaria, pero haciendo un montón de actividades extracurriculares, trabajo voluntario en hospitales, con partidos políticos etc.
Al ver la trayectoria de esta familia cualquiera podía decir que probablemente vivía mejor que cualquier familia canadiense promedio en términos de la contribución que brindaban a la comunidad y al país en general.
Más recientemente he tenido dos casos que también fueron aceptados y estoy convencida que una gran parte de la razón por la cual los oficiales de Inmigración les dieron una respuesta positiva fue por el comportamiento de los niños.
En uno de los casos, uno de los jóvenes tuvo excelentes notas durante toda su trayectoria escolar, había hecho trabajo extracurricular, pertenecía a la asociación de estudiantes de la escuela y era miembro de la plana de redacción del periódico, hacía trabajo comunitario con una asociación de ancianos, y sus notas finales fueron tan altas que ganó una beca de 30 mil dólares para ir a la universidad.
En este caso, a pesar de que la familia ya había sido citada para ser sacada del país y ya tenían la fecha de salida, al pedir al Departamento de Inmigración donde se estudiaba el caso por Razones Humanitarias que por favor expeditaran el caso y dieran una respuesta, la dieron positivamente.
El otro caso es el de una familia que llegó al país con niños pequeños y que cuando presentó su solicitud de residencia permanente por Razones Humanitarias y de Compasión ya tenía bastantes años de vivir en Canadá. Los padres eran muy trabajadores y muy comprometidos con la comunidad, la señora hacia trabajo voluntario en una iglesia y los niños con jugadores parapléjicos de básquetbol y eran excelentes estudiantes. Uno de ellos estaba en tercer año de la universidad y el otro estaba terminando la secundaria, y su caso fue aceptado incluso sin hacerles una entrevista.
Traigo todos estos ejemplos porque es muy importante destacar la contribución que pueden hacer los jóvenes si se dedican a sus estudios, a la participación extracurricular en la escuela y a hacer trabajo voluntario. Esto los hace merecedores a que se les permita tanto a ellos como a toda su familia el permanecer en Canadá con su residencia permanente.
De hecho, el Acta de Inmigración de Canadá dice específicamente que cuando un oficial de Inmigración está tomando la decisión de si va a permitir que una familia que está indocumentada en Canadá permanezca en el país y obtenga su residencia permanente, debe considerar cómo los niños van a ser afectados si son sacados del país.
En este sentido, si los niños, como en el caso de los jóvenes que he mencionado arriba, están bien encaminados en sus estudios y han demostrado que van a contribuir de una manera positiva a la sociedad canadiense, y que también se están beneficiando de las posibilidades que tienen de estudiar, trabajar y hacerse un buen futuro en Canadá, el abogado o consultor de inmigración que los represente va a poder argumentar todos los beneficios que estos jóvenes tienen aquí y cómo van a ser afectados si son sacados del país y regresados a un lugar donde no hablan el idioma y no tienen los mismos beneficios que tienen en Canadá.
Por otro lado, cuando se presenta un caso ante Inmigración donde hay jóvenes que han ido a la escuela y han desertado, que si han terminado sus estudios no lo han hecho con buenas notas, que no han hecho ningún tipo de trabajo comunitario o trabajo voluntario, o peor si se han metido en problemas como el caso que mencioné al inicio de esta columna, va a ser muy difícil argumentar que estos jóvenes va a estar en desventaja si son regresados a su país de origen, porque en realidad no han provechado las oportunidades que les brinda Canadá.
En conclusión, es muy importante que los jóvenes se den cuenta de lo fundamental que es su actitud para poder permanecer en Canadá. Porque ganar un caso de residencia por Razones Humanitarias y de Compasión no es solamente responsabilidad de los padres, de trabajar y sacrificarse para darles un buen futuro, sino que en muchas situaciones la posibilidad de que se les dé una respuesta positiva a su solicitud está en las manos de los jóvenes.
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