Por Vilma Filici
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Toronto. Durante las últimas semanas, a través de los diversos medos de comunicación se ha establecido el debate en relación a casos donde tanto hombres como mujeres se sienten defraudados por sus esposos o esposas, a quienes en un momento dado patrocinaron para que pudieran obtener la residencia permanente en Canadá.
Estas personas están acusando incluso a través de mecanismos legales a sus ahora ex parejas, a quienes atribuyen el hecho de haberlos utilizado casándose con ellos únicamente como una puerta para poder entrar a Canadá.
Pero, ¿es realmente sólo ese lado de la moneda el que se debe analizar en este tipo de situaciones, que hay gente que se aprovecha de los residentes o ciudadanos canadienses para poder llegar a Canadá?, ¿o es que también hay muchos residentes o ciudadanos canadienses que no se ubican muy bien en las relaciones que están estableciendo y ven todo de color rosa?
En realidad hay que mirar las dos caras de la moneda, porque estas personas que incluso han formado una organización para forzar al gobierno a tomar medidas con respecto a los casos de matrimonio, son personas que se sienten heridas porque han sido usadas por personas de otros países para poder ingresar a Canadá, y en este momento están culpando al gobierno canadiense por la situación en la que se encuentran.
Pero la experiencia que tengo trabajando con casos de matrimonios me indica que una vez que el ciudadano canadiense o residente permanente se enamoró, o decidió casarse con un extranjero, es como cualquier otra persona que se encuentra en una relación amorosa y se convierten en ciegos y sordos porque no quieren ver ni escuchar razones al respecto.
En mi trabajo profesional me ha tocado a través de los años hacer apelaciones en casos en los que los consulados de Canadá en diversos países del mundo habían rechazado la solicitud para residencia permanente bajo este tipo de patrocinios alegando que consideraban que esas personas estaban usando a un ciudadano canadiense o residente permanente simplemente para poder obtener un privilegio bajo la ley de inmigración, que era obtener la residencia en Canadá.
Y varios de esos ciudadanos canadienses, en los casos que he visto, han peleado intensamente, lo cual implica no solamente pelear con el consulado que rechaza el caso sino que ir también a la Corte de Apelaciones de Inmigración, y gastar una cantidad enorme de dinero para revertir esa decisión. Y han traído a sus esposos o esposas, para muy pronto después de que estos obtuvieran la residencia permanente, ser abandonados por ellos.
En casos como esos realmente lo que ha quedado claro es que al final del día en el consulado canadiense correspondiente estaban en lo correcto en haber rechazado el caso, dado que la ley dice que para que una pareja sea considerada un matrimonio (para los efectos de inmigración de que sean miembros de la clase familiar), la relación tiene que ser genuina y que el solicitante o el patrocinado no tiene que haberse involucrado en esta situación para obtener algún privilegio bajo la ley de inmigración.
De hecho hay un caso de la Corte Suprema que es un precedente que se usa en los casos de matrimonio, donde el juez dice muy claramente cuál es la situación que suele suceder en este tipo de trámites. El juez plantea que cuando se está patrocinando a un hijo o a un padre hay un certificado de nacimiento, y que si en un dado caso no lo hubiera, existe la posibilidad de obtener un examen de ADN para verificar que existe la consanguineidad y que por tanto existe la relación.
Sin embargo, en los casos de matrimonio o de parejas en unión libre o en relación conyugal no existe ese beneficio para el oficial de inmigración que está estudiando el caso, quien únicamente se puede basar en lo que está diciendo la pareja y en la documentación que ésta pueda presentar. Por lo tanto, es muy complicado poder verificar si la relación es genuina o no, porque si se encuentra uno ante una pareja o una persona que sabe cómo fabricar toda la situación, entonces el oficial de inmigración se va a encontrar perdido para poder en realidad notar si hay o no un matrimonio fraudulento por parte del solicitante.
Dos años atrás, el consulado canadiense en Nueva Deli que descubrió todo un negocio que había sido montado básicamente en matrimonios fraudulentos, lo cual dejó en claro que lo queramos o no este tipo de relaciones interesadas existe.
Pero ¿es esto responsabilidad del gobierno? Yo creo que en parte sí, porque debería mejorar aun más la aplicación de las leyes. Pero creo también que en muchas ocasiones el gobierno a veces es acusado de ser demasiado estricto e inhumano con respecto a los casos de matrimonio, cuando llegan al fallo de que un matrimonio que les ha sido presentado para efectos de patrocinio no es un matrimonio genuino.
En este tipo de casos el gobierno en realidad está haciendo su trabajo, justamente para proteger al ciudadano canadiense o al residente permanente bajo las leyes d inmigración, para que no caigan víctimas de personas sin escrúpulos.
Pero creo que el patrocinador también tiene que asumir responsabilidad en este tipo de situaciones, e investigar por qué motivo una persona dice estar tan enamorada de ella, que quiere casarse con ella y que por supuesto quiere que lo patrocine para venir a Canadá. Es decir, el patrocinador mismo tiene que tratar de ver las cosas de manera objetiva, de alejar sus sentimientos un poco de la situación, y mirar la relación de la forma más sensata posible… y si descubre que una relación está basada únicamente en el interés migratorio, obviamente debe contarla por lo sano.
En conclusión, no se puede culpar solamente al gobierno por algo que también tiene que ser responsabilidad de los ciudadanos canadiense y/o residentes permanentes en Canadá, quienes son al final de cuentas quienes están involucrándose en relaciones de amor, matrimonio, y eventualmente de interés migratorio.
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