POR GILBERTO ROGEL / TORONTO /
Lo más normal para las familias inmigrantes cuando llegan a las grandes ciudades de Norteamérica es alquilar un apartamento o una pequeña casa con la esperanza que un día podrán comprar una vivienda propia. Sin embargo, acá en Canadá y principalmente en Toronto, este parece un sueño casi imposible.
En las últimas semanas el tema de la vivienda ha sido uno de los más candentes. A nivel federal el Primer Ministro Justin Trudeau hizo una recomposición de su gabinete ministerial supuestamente para afrontar la crisis de vivienda que afecta a millones de canadienses de bajos recursos, y por supuesto afloraron más promesas como es costumbre.
Por su lado, el Premier de Ontario Douglas Ford, tiene una papa caliente en las manos al no poder justificar la ayuda que dio a sus millonarios donantes al eliminar una reglamentación que prohibía la construcción de viviendas en una zona protegida de la provincia, conocida como el “Green Belt”, destinada primordialmente a la agricultura y a la conservación ecológica.
Pero al líder conservador provincial, fiel a su récord de prometer mucho y cumplir muy poco, le valió un cacahuate el compromiso público hecho durante la pasada campaña proselitista, y de paso le sirvió para guiñarles el ojo a sus panas, los grandes constructores que gustosamente abrirán sus billeteras en la próxima campaña.
Como si fuera poco, la Alcaldesa de Toronto, Olivia Chow, también está en el mismo barco sólo que el lado opuesto. La edil, fiel a su ideario político, ha dicho en estas últimas semanas que la crisis de la vivienda no se solventará con promesas, más bien se necesitan planes integrales y prácticos entre los tres niveles de gobierno, de lo contrario seguiremos igual.
En otras palabras, la jefa edilicia está diciendo que la crisis de la vivienda para las familias de bajos recursos seguirá agravándose hasta llegar a niveles nunca vistos, si no hay un consenso del camino a seguir. Construir viviendas en las zonas protegidas no es la solución, porque todos sabemos que los precios que estas traen consigo serán impagables.
Múltiples estudios académicos aseguran que para que una familia promedio pueda comprar una vivienda digna en cualquiera de las grandes urbes de Canadá se necesitan por lo menos dos salarios completos con ingresos arriba de los 100 mil dólares y ahorros de varios años para poder dar la prima, eso sin contar la hipoteca que esta familia deberá adquirir por los próximos 25 o 30 años venideros.
Como puede verse, la vivienda es un tema complejo y que para variar también trae consigo el juego político típico del momento. Todo parece indicar que el Partido Liberal federal no está poniendo toda la carne en el asador para afrontarlo y con ello le está cediendo un valioso espacio a los conservadores quienes están aprovechando el calor político para iniciar su campaña proselitista, la cual augura unos meses más calientes, durante el otoño y el invierno.