La participación de los cristianos en los procesos electorales

FRANCISCO REYES / TORONTO /
CarismaticosEl domingo pasado, después de cumplir compromisos con la comunidad de base cristiana a la que pertenezco, se me acercó una persona que conoce mi trabajo pastoral en la Iglesia Católica para pedirme que participara en un retiro de dos días, este fin de mes, organizado por el movimiento de la Renovación Carismática.

Ante la excusa de tener en mi agenda compromisos políticos en esta campaña electoral, insistió tanto, hasta extremo de decirle que no simpatizo con ese movimiento de iglesia, pero respeto lo que hacen en su expresión de la fe.

No me opongo a las organizaciones cristianas dedicadas más a los ritos que a la acción social. Cada cristiano tiene carismas y dones distintos para la puesta en práctica del Evangelio de Jesús sobre la Tierra.

En otras palabras, mi trabajo dentro de la Iglesia Católica se enmarca en el movimiento de la “Opción Preferencial por los Pobres”, que es el fundamento de la Teología de la Liberación, cuyos grandes expositores se centran en la lucha por la justicia en el contexto de la opresión humana, en todas sus formas.

He trabajado en la Iglesia Católica desde temprana edad. Conozco desde mi adolescencia los grandes cambios que trajo el Concilio Vaticano II (1962-1965) y el impacto que causaron en América Latina las conclusiones de la Conferencia del Episcopado Latinoamericano, conocidas como “Documento de Medellín” (26 de agosto al 8 de septiembre de 1968), a pesar de circunstancia, que no vienen al caso, que me hicieron romper con la Iglesia Católica. Pero, como el “Hijo Pródigo”, he vuelto a “la casa de mi Padre”.

Me cuesta entender la indiferencia con que muchos cristianos actúan frente a los procesos electorales. No asumen compromisos políticos. No participan en los procesos electorales. Ignoran los nombres de los candidatos a primer ministro, de los candidatos a parlamentarios o concejales en sus distritos electorales. No ejercen el derecho al voto ni cumplen con el deber de ir a las urnas.

En el caso de muchos cristianos hispanos latinos, su mentalidad sigue siendo la misma que tenían en sus países de origen: ajenos a la vida política de la nación. Quien no participa en los procesos electorales, no tiene derecho a exigir a los gobiernos para la solución de los problemas del medio en que viven.

La Doctrina Social de la Iglesia Católica, clarificada en los tiempos modernos por la renovación conciliar de los años 60 y por las conclusiones de Medellín invita, con argumentos convincentes, a que los cristianos se inserten en la vida política de los pueblos.

Muchos jóvenes cristianos de esa época entendieron el compromiso activo en la vida política del continente, conforme el llamado de la Iglesia Católica y del Evangelio de Jesús.

Se jugaron el todo por el todo. Unos fueron encarcelados y torturados. Otros fueron desaparecidos o asesinados. Otros tuvieron que partir al exilio. Todos, por la causa del Evangelio en su aplicación práctica en las sociedades que les tocó vivir.

Pero parece que muchos cristianos hispanos latinos llegaron a Canadá con el síndrome del miedo. Ingresaron al vientre de las iglesias y, como los fetos, allí se han acostumbrado al calorcito interno, para “huir” de los problemas sociales, esperando que Dios baje con una varita mágica y los solucione.

Pero resulta que Dios no fue quien creó los problemas sociales del mundo, sino nosotros, los seres humanos y es a nosotros a quienes Dios nos exige la responsabilidad de resolverlos. Y casi siempre la solución conlleva a la toma de una posición política.

Hay una canción de los años 70 del grupo musical “Los Guaraguos” con un estribillo bastante claro: “No basta rezar. Hacen falta muchas cosas para conseguir la paz”.

Ciertamente, para conseguir la paz que el mundo anhela hay que trabajar para eliminar las situaciones injustas que impiden el desarrollo de los pueblos y la confraternidad.

No se trata de un ataque a las organizaciones cristianas espiritualistas. Sino de hacer un aporte a la reflexión en función de la inserción de los cristianos en los procesos políticos.

El Evangelio de Jesús es un desafío a romper las cadenas de la opresión, sea cual fuera, en función de los pobres y los marginados por los gobiernos de la Tierra. El Reino de los Cielos no puede empezar a hacerse realidad en este mundo mientras haya oprimidos.

Luchar por y con ellos conlleva a asumir compromisos en la vida política de este país. No sólo acudiendo a las urnas a depositar el voto. Se hace necesaria su participación en las organizaciones comunitarias, que están siempre pendientes de los cambios políticos que se avecinan.

Hacemos un llamado a los hispanos latinos cristianos de Toronto para que organicemos en los salones parroquiales talleres de discusión sobre la participación en la vida política de Canadá y sobre el proceso electoral que actualmente se lleva a cabo en este país.

Sabemos dónde encontrar los panelistas que trabajan con organizaciones comunitarias dispuestas a educar a los miembros de nuestras comunidades hispanas latinas.

*Francisco Reyes puede ser contactado en reyesobrador@hotmail.com