La necesidad en la búsqueda de la utopía

POR GILBERTO ROGEL / TORONTO /

Me había prometido no volver a escribir sobre temas políticos y que mejor abordaría temas más mundanos, cotidianos y pacíficos como por ejemplo la ridícula decisión de los técnicos municipales de Toronto de prohibir el “tobogganing” en ciertas colinas de la ciudad por motivos de seguridad, o sea, como tratar de erradicar una de las cosas más canadienses de este país. Pero realmente no pude, que conste que lo intenté.

Y de pronto las noticias comienzan a estar por todos lados y no hablan de ese “messias” latinoamericano que transformará a su pobre país en una nación de ensueño, o mejor dicho en el próximo Dubái. Según mis amigos, ese personaje adorado por propios y extraños acabará con todos los males de esa sociedad, pero no con nuevas estrategias o planes de avanzada, sino más bien lo hará a punta de fusiles, tanquetas y masivos encarcelamientos; pero eso sí, respaldado por un pueblo que lo reeligió de manera democrática.

Bueno pero como había dicho esta no es la oportunidad para hablar sobre personajes que se emborrachan con el poder absoluto que democráticamente les otorgó un pueblo sumiso. Más bien quisiera rescatar parte de una conversación que tuve con mis hijos después de un “brunch” en estos días de vacaciones.

El tema en discusión fue la muerte en las profundidades de la Siberia Rusa de un personaje que fue muy crítico del todopoderoso presidente Vladimir Putin.

Mi punto fue que Alexi Navalny, ese líder opositor que fue envenenado por los servicios secretos rusos y luego sacado moribundo a Alemania, estúpidamente se dejó morir a manos del régimen ruso desde el preciso momento cuando regresó a su país, a sabiendas que sería encarcelado, torturado, enviado a la Siberia.

Tal como ocurre con algunos idealistas modernos, este personaje ruso creyó que con su regreso, su pueblo se levantaría en armas, conformarían un nuevo sistema de gobierno y con ello se terminarían los años del régimen de Putin. Mal cálculo político del finado señor Navalny. Al igual que otras naciones conocidas, los rusos en la actualidad están muy contentos con este régimen que ha logrado cambiar el “mindset” del 90 por ciento de la población.

De regreso a la plática con mi familia, mis hijos- que como muchos jóvenes en la actualidad consumen toneladas de información vía las nuevas tecnologías- reaccionaron de distinta manera a mis comentarios. En su opinión, Navalny -equivocado o no- hizo lo correcto al permanecer fiel a sus principios ideológicos y no temer a las represalias del régimen.

Esta conversación me quedó dando vueltas en la cabeza, porque recordé uno de los conceptos que por muchos años escuché en mi país: la búsqueda de la utopía, ese momento o lugar en una sociedad mejor al cual anhelamos llegar, pero que en nuestro interior sabemos que nunca llegaremos, y pese a ello damos la lucha porque vale la pena hacerlo.

Y luego reflexioné que quizás Navalny se quedará muy lejos de la imagen que tenemos de aquellos líderes carismáticos del pasado que lograron transformar sus países con entrega, convicciones e integridad, y al final trascendieron y se convirtieron en ejemplos a seguir.

En las semanas venideras mucho se hablará sobre el misterio y las reales causas de la muerte de Navalny y las repercusiones que traerá para la Rusia que ha caído bajo los encantos del camarada Putin; sin embargo, lo que es muy cierto es que ese pueblo hoy por hoy está muy cómodo y no quiere cambiar su status quo.

En definitiva, hay que dejar que cada pueblo tome sus propias decisiones y ojalá algún día aprenda de ellas. Por mi caso, veo que algunas cosas sí se pueden arreglar con sentido lógico. La ciudad de Toronto revirtió la decisión de los toboganes y ahora sí, uno se puede deslizar y disfrutar de un invierno que no se parece a ninguno del pasado, pues no hay nieve para deslizarse.