POR OSCAR VIGIL / TORONTO /
No todos los negocios hispanos han sobrevivido a la pandemia, muchos de ellos han desaparecido ya y otros están pasando momentos sumamente difíciles. Y lo mismo se podría decir de organizaciones comunitarias y culturales, las cuales luchan por la subsistencia.
Que el 2020 ha sido uno de los años más difíciles en las últimas décadas no es un secreto para nadie, lo ha sido prácticamente para todo mundo en la comunidad, pero particularmente para aquellos que han perdido a seres queridos y también para quienes han perdido sus negocios.
Si bien aún no hay un recuento total de los efectos económicos que ha causado la pandemia en la comunidad, salta a la vista que el sector mayormente afectado ha sido el de los restaurantes, ya que muchos de ellos han cerrado definitivamente mientras que otros funcionan a medio vapor. Algunos, muy conocidos y populares, generan inquietudes sobre cómo fue que no lograron sobrevivir, pero cuando se piensa en los costos fijos, como la renta, todo hace sentido.
Por el contrario, lo que ha proliferado son los servicios de comida a domicilio y para llevar, prestados generalmente por personas que simplemente buscan sobrellevar las dificultades económicas a través de cocinar en sus hogares para vender. Así, ahora es sumamente fácil comprar comida mexicana, colombiana, peruana, salvadoreña, ecuatoriana, venezolana y de cualquier otro país latinoamericano, simplemente ordenando por teléfono, por WhatsApp o por Facebook. Se pasa a recoger o se la llevan al hogar.
¿La calidad? Depende. Depende de quien la cocine, del gusto y del precio. ¿La higiene? Obviamente no depende del Departamento de Salud de la ciudad porque son negocios caseros. Sin embargo, si usted conoce a la persona que la ofrece, o si se la recomienda alguien, tiene mejores posibilidades de recibir un buen servicio.
Hay quienes plantean, tratando de ver las cosas en positivo, que esta proliferación de negocios es una muestra del sentido de emprendimiento que tienen los latinoamericanos en Canadá. Si, puede ser cierto, pero mas bien refleja la situación económica difícil que hay en la comunidad debido a la pandemia, ya que a todos les ha afectado de una u otra manera. Muchas personas aún no han podido regresar a sus trabajos, otras aún no han encontrado trabajo, y muchas mas han visto disminuidos sus ingresos.
Diversas empresas de hispanos también han sido afectadas, comenzando con las medianas que se dedican a la producción audiovisual y a la enseñanza de idiomas, por ejemplo, o quienes venden productos, como casas, carros, seguros, etc., ya que la demanda no es tan alta como previo a la pandemia. Los periódicos en español se dejaron de imprimir por aproximadamente tres meses y las estaciones de radio en general vieron disminuidos los números de sus anunciantes.
Pero por otro lado han florecido los negocios de productos nostálgicos en línea y de venta de programas en español, como paquetes de televisión por cable, entre otros, así como también las tutorías en línea. Y ni hablar de las compañías hispanas de empleo o de limpieza, ya que sus ganancias han proliferado debido a la alta demanda.
Por otra parte, algunas organizaciones comunitarias han estado literalmente en modo hibernación durante todos estos meses y plantean que se reactivarán en la primavera del próximo año, mientras que otras están trabajando parcialmente, atendiendo a sus usuarios en ambientes abiertos durante el verano y tratando de reinventarse en estos días dadas las regulaciones sanitarias. Otras han cambiado temporalmente su rubro de acción y la mayoría se han enfocado a proyecciones en línea.
En el verano no se realizó ninguno de los tradicionales festivales culturales que promueve la comunidad. Algunos fueron transmitidos en línea, pero sin producir el efecto esperado ya que la razón de estos es la vivencia presencial del color y el ritmo, no a través de un monitor.
Las celebraciones del Mes de la Herencia Hispana, en Octubre, carecieron también de eventos masivos y presenciales. Este año no hubo desfiles de danza, música, color y ritmo en las calles, tampoco ventas de comida típica de los diferentes países. Todo se redujo a lo virtual, a conferencias, cine y promoción culinaria a través de las redes sociales.
Las iglesias han realizado sus servicios semanales con escasa audiencia, no tanto porque no hubiera interés de sus feligreses sino mas bien por las regulaciones provinciales. Muchas han explorado la novedad de lo “en línea”, pero aun sin los resultados deseados. Lo “en línea” ha llegado ya a la comunidad, de eso no hay duda, pero pareciera que nuestra gente no termina de asimilar todas estas actividades carentes de contacto humano.
El 2020 ha sido ciertamente un año difícil para todos los sectores de la comunidad, pero ha sido particularmente mas complicado para quienes han perdido familiares o amigos queridos. Los nombres de las víctimas se han ido conociendo poco a poco, tanto a través de los medios de comunicación y de la social media, como también a través de los amigos. Y el sector de las comunicaciones en español resiente particularmente la partida de dos de sus miembros: Nestor Hernandez-Marroquin y Arturo Gutierrez.
Néstor Hernández-Marroquín tenía 56 años al momento de su fallecimiento, y en esta crisis pandémica realizaba actividades humanitarias en New Jersey, Estados Unidos, a donde recientemente se había ido a vivir. Ayudaba a repartir alimentos, transportaba enfermos a los hospitales, estaba, como siempre, listo para echarle una mano a quien lo necesitara. Así fue toda su vida y así fueron también sus últimos días.
En los últimos años trabajó en este periódico, El Centro News, y como corresponsal en Toronto de la Major League Soccer (MLS), escribiendo sobre otra de sus pasiones: el fútbol. Anteriormente había trabajado también en Diario El Popular y luego en el periódico Correo Canadiense.
Originario de Guatemala, sobrevivió a los militares, a las guerrillas y a los temibles escuadrones de la muerte en la década de los años 80. Fue reportero del periódico Prensa Libre, de Guatemala, y llegó como exiliado político a Canadá en la década de 1990. Le tocó ejercer el periodismo en su país de origen cuando hacerlo era todo un riesgo, y por ello tuvo que abandonar su tierra querida.
Arturo Gutiérrez llegó a Canadá a principios de la década de los 90 como refugiado político luego de trabajar en radio y en televisión en su natal El Salvador y de recibir amenazas a muerte. Ya en Toronto, se convirtió en uno de los productores de radio mas prestigiosos de la comunidad, y su voz fue una de las mas destacadas en Radio Ondas Hispanas por más de una década. Recientemente había trabajado en Radio Voces Latinas y en Radio Ondas FM.
Cristiano convencido, y más importante, practicante de verdad, Arturo Gutiérrez dejó una huella imborrable en la comunidad hispano-canadiense, una huella que por suerte muchos otros profesionales de la radio están tratando de seguir desde hace ya varias décadas.
Las celebraciones de Navidad y Año nuevo suelen ser de las mas significativas para la comunidad de origen latinoamericano, pero con la pandemia aun rampante y justo en medio de la segunda ola de contagios, todo indica que este año habrá mucho menos ritmo, color y abrazos en la comunidad. O por lo menos eso es lo que se espera, que todos cumplamos con las restricciones que buscan prevenir los contagios y que no nos vayamos a convertir en una fuente de propagación del virus.