FRANCISCO REYES / TORONTO /
El sacerdote de origen uruguayo Jorge Villegas jamás concibió la idea en su juventud de vestir el hábito marrón de los frailes franciscanos capuchinos y dedicarse a labores alejadas de los ministerios propios de quienes se consagran al altar. “Cuando yo era chico, en realidad, la religión era parte de mi vida y hasta jugaba a la misa”, empezó a narrar su historia personal de cambios inesperados.
“A los catorce años dejé todo. Me di cuenta de que Dios no existía. Que el mundo simplemente era mundo. La gente enfocaba una forma de entender y disfrazar la realidad y entonces se inventaban a Dios, se inventaban la Iglesia”, afirmó el padre Jorge, sorprendiendo con este pensamiento de esa época.
“Todavía no había estudiado, pero parece que viene por los genes un poco de las ideas de (Charles) Darwin, de (Karl) Marx y hasta de (Sigmund) Freud”, expresó con reticencia, dando a entender que están relacionadas con las corrientes del ateísmo moderno.
“Fueron diez años que duré yo sin fe ninguna. Estaba viajando. Había terminado la última tarea de la Navidad como estudiante de fotografía en Vancouver”, lo que evidencia que no mostraba interés por el mundo religioso.
Agregó que un día decidió realizar un viaje hacia el sur de los EEUU. “Al cruzar la frontera se me dañó el carro y me di cuenta de que no era capaz de controlarlo todo. El susto que me pegué esa noche de lluvia fue que la gente que andaba en coches era morena y sentí cierto miedo… por ser blanco”.
“Me vi perdido. Por ser ‘blanco’, sentí miedo frente a los negros de esa región. Me di cuenta de que no siempre puedo arreglarlo todo y empecé a pensar que era muy amado por el Dios que no existía”.
Su gran temor era volver a la iglesia. Esto pasó en enero de 1985 y ya en 1987 estaba con los capuchinos, para empezar el postulantado. En 1992 profesó los votos religiosos y en 1994 se ordenó de sacerdote, siendo destinado a la comunidad de religiosos capuchinos hispanos de Toronto.
Su vida como sacerdote tuvo momentos difíciles. En 1999, mientras se encontraba en Italia estudiando la lengua de ese país, un miembro de su comunidad de Toronto envió una carta al obispo de esta ciudad para que lo echaran fuera de la Iglesia Católica. Pero la petición no procedió y el Padre Jorge regresó a Canadá para continuar con su carrera sacerdotal.
Debido a esa situación entró en estado de depresión y tenía miedo de caer en estado de locura.
Su relación con Dios se fue profundizando en la medida en que se fue mezclando con los seglares franciscanos. “Quería devolverle a Dios todo cuanto había hecho por mí”. Pero esta vez directamente con las personas con grandes necesidades, como los enfermos psiquiátricos.
Empezó a interesarse por los esquizofrénicos. “Había muchos a los que no aguantaba. Me producían dolor de cabeza”.
Poco después lo destinaron como capellán a Winnipeg y le pidieron que diera asistencia al área psiquiátrica de un hospital. Me dicen que tengo una lucecita azul encima de la cabeza para detectar a las personas con problemas mentales. Ahora he terminado por aceptarlos, porque comprendo la enfermedad”.
De vuelta a Toronto, se reincorporó a la comunidad de frailes de la Iglesia San Felipe Neri, pero no asignado a ningún ministerio parroquial, aunque los domingos ofrece los servicios de confesor para quienes asisten a misa. “En verdad quería trabajar en la calle”, enfatizó.
Al pensar en las necesidades, descubrió que las madres solteras tienen serias dificultades en lo que se refiere a conseguir lo básico para vestir a sus recién nacidos.
“El censo del 2016 indicaba que en esta zona habían nacido 1,500 bebitos de madre solteras. Había ahí una gran oportunidad de apoyarlas como iglesia. No hablándoles de Dios, sino de soluciones reales a sus problemas”, dijo.
Pensó en la idea de crear una especie de banco de ropa para infantes, apelando a las donaciones de familias que tienen sus hijos en escuelas católicas. “En esa edad los bebitos crecen rápido y van dejando cosas nuevas y las madres las arrinconan”.
La idea del emprendedor fraile capuchino ha echado a andar. No se trata de una tienda de segunda mano en un ‘shopping centre’, según aclaró, ni que las madres solteras necesitadas tengan que pagar por esas donaciones.
Se trata de tenerla en una de las instalaciones de la iglesia, donde las madres se den una vuelta, consigan lo que buscan y quizás se queden un momento a hablar con Dios, explicó.
Pero este proyecto también está dedicado a conseguir cochecitos. “Sabemos que muchas madres solteras no tienen para comprarlos y hay personas que los tienen arrumbados, sin darles uso. Pero tienen que estar en buenas condiciones y quizás con algún pequeño defecto que se pueda reparar. Las leyes en Canadá son estrictas para evitar accidentes”, aclaró.
Las puertas de este banco de ropa infantil están abiertas para los miembros de las diferentes comunidades hispano-latinoamericanas que quieran colaborar donando ropa y cochecitos, así como también para las madres solteras que quieran hacer uso de este servicio gratuito.
El Padre Jorge Villegas puede ser contactado a través del 416-241-3101, o llevando las donaciones a las oficinas de la Parroquia San Felipe Neri, ubicada en el 1100 Jane St, a una cuadra al sur de Wilson Ave W.