Por FRANCISCO REYES / TORONTO /
Los orígenes del movimiento obreros se remontan a los años inmediatamente posteriores a la Revolución Industrial (1776-1810) que se produjo en Inglaterra.
Los abusos cometidos contra los obreros hicieron surgir gremios y sindicatos, muchos de los cuales tenían desde su comienzo el objetivo de defender los derechos laborales en las fábricas y los predios agrarios, además de reclamar que se hagan enmiendas a las leyes estatales que los han desfavorecido.
A través de los sindicatos los trabajadores pueden denunciar las irregularidades que los afectan en sus labores cotidianas para ganar un salario, no siempre justo, con el fin de mantener a sus familiares.
La historia del movimiento obrero está llena de páginas ensangrentadas que recogen asesinatos, agresiones físicas y morales, acusaciones falsas, encarcelamientos injustos, juicios falsos, encubrimientos, salarios mal pagados o dejados de pagar, discriminaciones, vulneraciones a la dignidad humana, irrespeto a los valores morales y un largo etc. que haría interminable la lista.
Sistemas políticos y gobiernos en distintos momentos de la historia alrededor del mundo han sido culpables de esas violaciones, que desfavorecen a las clases trabajadoras y protegen los intereses de quienes las cometen.
No se duda de los progresos alcanzados en los últimos cincuenta años en materia laboral, con enmiendas a las legislaciones para mejorar las condiciones de los obreros. Pero todavía se siguen cometiendo abusos contra ellos en sus puestos de trabajo.
Todavía muchos patrones y sus testaferros (supervisores, capataces, guardianes y fisgones) continúan atropellando a esos seres humanos cuya mano de obra sostiene las economías locales, nacionales e internacionales.
Decenas de miles de trabajadores tienen miedos de denunciar las injusticias, por temor a represalias y a perder el empleo. Hay empleadores se aprovechan del síndrome colectivo del miedo de los obreros para abusar de ellos con intimidaciones, amenazas y chantajes, con el fin de que no se quejen ante las autoridades competentes o ante la prensa.
Canadá no está al margen de esas violaciones, sobre todo, cuando se trata de inmigrantes que, por desconocer las leyes laborales y sus derechos como trabajadores, se dejan pisotear en los puestos de empleo.
Uno de los sectores donde se cometen más abusos es en el de la limpieza. A diario se escuchan quejas de obreros a quienes se les violan sus derechos en la limpieza de oficinas, fábricas, centros comerciales, hoteles, restaurantes, etc. Pero los abusos no salen a la luz pública por temor a represalias.
Les roban sus salarios o les pagan menos. No les pagan el “over time” o les roban horas. O les demoran los pagos a veces por más de seis semanas. O no les permiten afiliarse a un sindicato, o los despiden del empleo si intentan pertenecer a las uniones.
Lo penoso es que hasta estando sindicalizados, los trabajadores son víctimas de los dirigentes gremiales que no hacen nada para protegerlos. Escuchan las denuncias pero terminan aliándose con los empleadores en perjuicio de los afiliados a los sindicatos que dirigen.
Hemos escuchado informes de compañías de limpieza en Toronto y sus alrededores donde aparentemente se cometen injusticias y los dirigentes sindicales dejan en el desamparo a los trabajadores y se confabulan con los dueños de compañías para encubrir los abusos.
Es necesario que los trabajadores manifiesten públicamente a esos sindicatos y el papel de farsantes de sus dirigentes, a partir de sus propias historias de violaciones a sus derechos como seres humanos.
La justicia en favor de los trabajadores es posible que se haga sólo cuando los propios obreros rompan el silencio y estén dispuestos a denunciar su caso frente a la opinión pública. De lo contrario, los abusos continuarán, los pisotearán, siendo víctimas de sus propios temores.
Es altamente incomprensible que muchos líderes sindicales se nutran como vacas gordas con las aportaciones que hacen los obreros para que sus supuestos defensores vivan en palacetes, con carros del año, vacaciones pagadas en los” resorts” del Caribe y cuentas bancarias abultadas que les permiten disfrutar de la “dulce vita”.
Como dice el meteorólogo: “Se acercan días tormentosos y los paraguas servirán para nada”.
*Francisco Reyes es un periodista canadiense de origen dominicano. Puede ser contactado a reyesobrador@hotmail.com
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