POR GUILLERMO FERNÁNDEZ AMPIÉ* / TORONTO /
El pasado veinte de agosto Bernardo Arévalo y Karin Herrera fue la fórmula electoral que se alzó con el triunfo en el balotaje para elegir los gobernantes de Guatemala para el período 2024-2028. El triunfo de Arévalo y Herrera perfila un nuevo panorama político en el país centroamericano gobernado hasta ahora por grupos políticos y empresariales involucrados en sonados casos de corrupción y presumiblemente con el narcotráfico, lo que ha permitido la permanencia de un estado de impunidad escandaloso.
Arévalo y Herrera pertenecen al Movimiento Semilla, surgido como un grupo de reflexión sobre la realidad guatemalteca y en el que han estado integrados prestigiosos intelectuales del país. Constituido en partido político en 2017, fue la sorpresa en la primera vuelta al quedar en segundo lugar con el 11.7% de los votos. El primer lugar, con el 15.8% de los votos, lo obtuvo Sandra Torres, del partido Unión Nacional por la Esperanza. En sus inicios esta agrupación fue considerada como progresista, pero que en los últimos años dio un giro a posiciones conservadoras, ganando así la adhesión de grupos políticos tradicionales y de derecha.
La victoria de Arévalo, con el 59% de los votos, ha fortalecido las ilusiones y esperanzas de la ciudadanía guatemalteca que desea poner fin a la lacra de la corrupción que infesta al aparato estatal guatemalteco y que permite una rampante impunidad a las personas involucradas en casos de corrupción. Hijo del expresidente Juan José Arévalo, el que a mediados del siglo XX inició el período de apertura política conocido como “la primavera” democrática (abortada por el cruento golpe de Estado contra el presidente Jacobo Arbenz en 1954), el actual presidente electo enfrenta ya muchos obstáculos para asumir el cargo.
Los grupos políticos tradicionales de derecha, cuyo núcleo lo integran empresarios y exmilitares que defienden las acciones del ejército durante el conflicto armado, cuando bajo el argumento de defender la democracia contra el comunismo cometió actos de genocidio y otros crímenes de lesa humanidad, han impulsado diversas maniobras, primero para tratar de impedir la participación electoral del Movimiento Semilla, después impugnando los resultados de la primera vuelta. Ahora, tras reafirmarse la victoria de Arévalo, ha habido una serie de maniobras judiciales y políticas, que incluían el desconocimiento de la bancada del Movimiento Semilla en el Congreso y acusaciones de fraude. Además, Arévalo y Herrera han recibido amenazas de muerte. El presidente electo ha denunciado todas esas maniobras como un golpe de Estado.
Ante esa situación, quienes dieron su voto al Movimiento Semilla han salido en en respaldo a la formula electa y exigiendo respeto a los resultados. De asumir como corresponde, Arévalo y Herrera deberán enfrentar descomunales retos. Además de tratar poner fin a la impunidad, tendrán que encarar otros agudos problemas que desde hace décadas aquejan a Guatemala, como la pobreza que afecta al 59% de la población (según el Banco Mundial), la desnutrición infantil y la inseguridad ciudadana.
*Guillermo Fernández Ampié es Docente en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México