OSCAR VIGIL / TORONTO /
Mario Reni Roldán era todo un personaje. Inteligente pero humilde; sofisticado pero sencillo; comprometido con las causas sociales mas profundas de los pueblos latinoamericanos, pero suficientemente pragmático para adaptarse a las nuevas realidades. Mario Reni Roldán no era un político “de los mismos de siempre” ni tampoco “de los mismos de ahora”.
El Dr. Reni Roldán, tal y como era conocido, falleció esta semana en Vancouver, Canadá, dejando tras de sí un legado político e ideológico, pero también profesional y humano, de esos legados que solo dejan los grandes hombres de la historia.
Lo conocí en San Salvador, El Salvador, a finales de la década de los 80, cuando en plena guerra civil hacía política y competía como candidato a la vicepresidencia de la república por los movimientos de izquierda.
Era marzo de 1989 y, aunque su movimiento de izquierda perdió las elecciones, los analistas coinciden en que ayudó a abrir los espacios democráticos en un país gobernado históricamente por dictaduras militares y, en esos años, enfrentando una sangrienta guerra civil.
Luego me lo encontré nuevamente en Toronto, por pura casualidad, ya que teníamos un amigo en común. Y desde que nos vimos nuevamente por primera vez y recorrimos los aciagos días y eventos que nos tocó vivir en la vorágine de la violencia en nuestro pequeño paisito, conectamos perfectamente.
Hace cuatro veranos tuvimos una larga conversación con Mario y varios amigos en el patio de mi casa. Llegó a la hora exacta, probablemente haciendo honor a los tiempos de guerra que le tocó vivir en su natal El Salvador, cuando llegar minutos atrasados a un encuentro clandestino podía significar la diferencia entre la vida y la muerte.
Porque a Mario, doctor en medicina, economista, sociólogo y politólogo, le tocó vivir, y participar, en la política de izquierda en su país, cuando levantar esa bandera era casi como colocarse un círculo de objetivo de tiro en el pecho.
El Dr. Reni Roldán fue el fundador del Partido Social Demócrata (PSD) en El Salvador en la década de 1980, justo en momentos en que las guerrillas del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), hasta el año pasado el partido en el gobierno, libraba una fiera batalla armada en contra del gobierno y ejército de El Salvador.
Pero, aun así, en medio de esa cruenta guerra civil que dejó más de 80 mil muertos, el Doctor Reni Roldán dio un paso al frente y participó como candidato a la Vicepresidencia de El Salvador como compañero de formula del Dr. Guillermo Manuel Ungo, al frente de la coalición de izquierda Convergencia Democrática.
Fue la primera vez que la izquierda participó abiertamente en un proceso electoral en El Salvador, y lo hizo justo en medio de la guerra a través de dos valientes hombres.
Perdieron ante el representante del partido de derecha Alianza Republicana Nacionalista (ARENA), el millonario Alfredo Cristiani. Sin embargo, con su participación la izquierda también ganó, dijo el Dr. Reni Roldán, dado que, por primera vez, y en medio de la guerra, la izquierda pudo presentar ampliamente su propuesta política a la población a través de los medios de comunicación, los cuales tradicionalmente los habían tenido vetados.
Sin embargo, ese triunfo duró poco. Ocho meses después de haber subido a las tarimas para presentar la plataforma de la izquierda salvadoreña, el Dr. Reni Roldán tuvo que volar abruptamente hasta Toronto para poder salvar su vida. Eran los momentos en que el FMLN lanzaba una de sus más importantes ofensivas miliares en la capital del país centroamericano, en medio de la cual fueron asesinados importantes dirigentes políticos y populares, entre ellos seis sacerdotes jesuitas de la Universidad Centroamericana “José Simeón Canas” (UCA).
Veintiséis años después, ya bien asentado en Toronto, en pleno verano, el Dr. Reni Roldán recordó su paso por la política salvadoreña como si hubiera ocurrido ayer.
Usando exquisitamente el sarcasmo, esa licencia del lenguaje propia de las mentes brillantes, Mario no obvió preguntas para exponer lo que le tocó vivir a lo largo de su vida pública en el seno de la sociedad salvadoreña, desde que fue nombrado maestro rural, a los 16 años.
Explicó que su participación en la vida pública empezó en 1942, cuando, al terminar el ciclo de la educación primaria, ingresó a la Escuela Normal de Maestros “Alberto Masferrer” y, dos años más tarde, aceptaba el nombramiento como maestro rural.
Pero Mario, de acuerdo con sus relatos, soñaba más allá de las aulas en los cantones y decidió estudiar medicina en la Universidad de El Salvador.
Mientras cursaba sus estudios en la alta casa de estudio de ese país, en mayo de 1944, se produjo la caída del presidente Maximiliano Hernández Martínez, mediante una huelga general de brazos caídos.
Mario había partido hacia Guatemala para participar en la formación de un ejército popular con fines de derrocar al dictador. Explicó que el gobierno guatemalteco de Juan José Arévalo dio el apoyo necesario a los salvadoreños en armas, un numeroso grupo compuesto por obreros estudiantes, campesinos y militares disidentes.
“Iba con nosotros un teniente llamado Julio Rivera, cuando ingresamos en armas a nuestro país. Entramos por Ahuachapán unos 800 hombres mal armados. Yo tenía un fusil Máuser. Era pesado. Los aviones de Somoza llegaron desde Nicaragua para ametrallarnos y se produjo una matanza. Vi a dos de mis compañeros cuando caían muertos”.
Durante la calurosa tarde de Agosto del 2015 en Toronto, a sus 90 años, Mario mantenía hipnotizados a sus amigos con las historias que contaba. Ahí estábamos Gustavo Guillen, psicólogo y uno de los principales amigos del Dr. Roldán desde sus tiempos en la política en El Salvador; Ricardo Archer, publicista, junto a su esposa Rosa Maria; el entonces Consul General de El Salvador en Toronto, Oscar Toledo y su esposa Lissette; el periodista Francisco Reyes; mi esposa Carolina Teves y yo.
Los años de estudiante del Dr. Roldán pasaron, pero no en vano. Se graduó de médico cirujano, ejerciendo la profesión en varios hospitales. “Tuve el privilegio de ser becado en la Universidad de Columbia, donde me especialicé en cirugía de las manos”, contó.
Luego, “en el Hospital Rosales fui director de cirugía y me dediqué a servir a los pobres. Yo había vivido en un cantón con los campesinos. Veía cómo los explotaban. Viví en un barrio y veía la pobreza de los niños. Pude tener un corazón distinto. En ese hospital pedí, a través del Club de Leones, el primer riñón artificial que se implantó en El Salvador”.
El 19 de julio de 1962, el ya para entonces coronel Julio Adalberto Rivera llegó al poder para dirigir un gobierno provisorio. Pero el año siguiente fue postulado por el derechista Partido de Conciliación Nacional (PCN), asumiendo la presidencia en el período del 22 de marzo de 1963 y el 30 de junio de 1967.
“Julio Rivera me nombró secretario de Salud pública. Pero al poco tiempo renuncié debido a que teníamos un fondo de 600 mil colones para la construcción del Instituto de Rehabilitación en terrenos del Ministerio de Salud Pública, pero el presidente transfirió el dinero a otra institución y le puse la renuncia”. En vano fueron los esfuerzos del Presidente Julio A. Rivera para que el doctor Roldán se mantuviera en el gabinete.
En 1972, siguió contando, asumió la presidencia el coronel Arturo Armando Molina. Lo nombró Director del Instituto Salvadoreño del Seguro Social (ISSS), cuando el modelo de esta institución era muy parecido al de su similar de México.
Fue entonces que decidió incursionar en la política, al tiempo que dirigía el Seguro Social. “Pero Molina me echó de su gobierno porque miembros de su gabinete le dijeron que yo estaba haciendo política desde el Seguro Social y aspiraba a la presidencia. Era una gran mentira”.
En 1973, continúa narrando, el doctor Rolando Bustos, de Chile, fue enviado por la Organización Mundial de la Salud para realizar una serie de trabajos médicos en El Salvador. “El 11 de septiembre le sorprendió en nuestro país el golpe de Estado contra Salvador Allende. Estaba desesperado porque no sabía qué pudo haber pasado con su hijo. Hicimos contacto vía la embajada salvadoreña en Chile y localizamos a su hijo”.
“Mientras estuve en el Seguro Social fui invitado para dictar charlas en varios países. En el Seguro Social de México tuve unas cinco charlas. Inauguré unas sesenta clínicas rurales e inauguré el hospital de Sonsonate. Muchas veces llegaba sin avisar a las dependencias del Seguro en todo el país”.
“En 1974, fui invitado por el director del Seguro Social de Paraguay para una gira sudamericana. Mi meta era que mientras hubiera un niño sin seguro social había que seguir trabajando para lograrlo. Salud y educación son la clave de un país”.
La conversación es extensa, el calor más que agradable, y las bebidas y comida animan el ambiente, aunque el Dr. Reni Roldán se conforma únicamente con una botella de agua fresca.
Su esposa, Yolanda, sigue atenta las anécdotas de Mario, anécdotas que con seguridad ha escuchado decenas de veces y que, unas más, otras menos, le traen recuerdos y nostalgias.
Mario fue un conversador incansable, un erudito con el que se podía abordar prácticamente cualquier temática de cualquiera de las áreas de la vida. Y fue también durante toda su vida un fotógrafo meticuloso y artístico.
Recuerdo que unos seis meses antes de este encuentro en mi casa me llamó para pedirme que lo fuera a visitar, que había algo muy importante que quería hablar conmigo. Una vez en su domicilio, ubicado en la zona este de la ciudad, sacó de un mueble una verdadera joya: una cámara Leica M-3 en perfecto estado y funcionamiento. Esta cámara fotográfica es considerada una de las mejores maquinas producidas por la empresa alemana en la década de 1950.
“Tómala, es tuya, yo se que es en las mejores manos en las que la puedo dejar, porque vos sí la vas a apreciar y la vas a usar como se debe”, me dijo, entregándome además todos los accesorios.
Me explicó que esa era la cámara que había usado toda su vida para disfrutar de su hobby, la fotografía, y que era uno de sus tesoros mas preciados. Obviamente se la acepté con mucho honor y gratitud, dada esa afición compartida por la fotografía de film en blanco y negro.
La tarde del verano de Agosto del 2015 transcurría sin que se tuviese noción del tiempo, y el Dr. Reni Roldán contaba que nunca desmayó en sus estudios. En la UCA se inscribió en la carrera de Ciencias Políticas y allí conoció al sacerdote jesuita Jose Ignacio Ellacuría, con quien cultivó una amistad cercana y le pidió que le permitiera impartir la asignatura de Constitución.
“Ellacuría soñaba con crear la carrera de medicina en la UCA. Había hecho esfuerzos por conseguir fondos en el exterior y quería que yo fuera el director de la carrera”.
“Recuerdo un día que vino hasta mí y me dijo que había conseguido 5 millones de dólares en España para la creación de la carrera de medicina. Fue la última vez que lo vi. Un mes después, el 16 de noviembre de 1989, fue asesinado por los escuadrones de la muerte. Si se hubiera creado la facultad de medicina, yo hubiera hecho la mejor escuela médica de El Salvador. Para mí, haber estudiado Ciencias Políticas y Economía en la UCA fue un privilegio”, reflexionó.
La tarde avanzaba aceleradamente y, cuando el Dr. Reni Roldán llegaba al capítulo de su participación política, de la ofensiva guerrillera de 1989, del asesinato de los sacerdotes jesuitas y de su exilio, apretó el botón de alto y dejó esa parte de la historia para una siguiente ocasión.
La tarde continuó alrededor de la mesa, con bebidas y comida, y sobre todo con mas anécdotas, pero estas ya “off the record”.
Luego pasaron las semanas y los meses, y esa nueva oportunidad para continuar rescatando la memoria histórica de El Salvador a través de la vida del Doctor Mario Reni Roldán nunca se pudo concretizar.
Nos vimos un par de veces más para disfrutar de una sabrosa “carne asada en espetón” en un restaurante portugués, junto con su gran amigo Gustavo Guillen, donde obviamente continuábamos escuchando sus interminables y divertidas historias, pero por una especie de respeto absurdo nunca me decidí a apretar el botón de la grabadora, algo de lo que después me arrepentí.
Luego cayó enfermo y posteriormente se fue a vivir a Vancouver, y con ello se fue también la oportunidad de una segunda parte de esa conversación, de esa clase de historia y de esa entrevista con la realidad histórica salvadoreña.
Ayer lunes 30 de Marzo recibí la noticia de su fallecimiento y lo primero que se me vino a la mente fue agradecerle por toda la entrega que tuvo en la construcción de la democracia en El Salvador, y decirle que sin lugar a duda continuará viviendo tanto en nuestros corazones como también en la memoria histórica de ese su sufrido pueblo salvadoreño al que se entregó en cuerpo y alma.
*Con archivos de Francisco Reyes