POR GILBERTO ROGEL* / TORONTO /
Durante muchos años el periodismo ha sido un elemento incómodo para muchos sectores poderosos, por razones como investigar el origen de dinero sucio, pedir cuentas claras a los gobernantes del uso de los fondos públicos o por disentir en contra de aquellos que creen tener la verdad absoluta. Pero no solo estos casos son alarmantes, ya que también las mismas empresas dueñas de estos medios intentan cortar esta labor, y para variar los medios canadienses no se quedan atrás y tienen muchos esqueletos guardados en el closet.
El conglomerado privado más grande de noticias en Canadá Bell Media, que incluye entre algunas de sus adquisiciones CTV News, CTV 2, CP 24, una participación minoritaria en The Globe and Mail -periódico-, además de una diversidad de radios provinciales y locales, posee también una serie de agencias de publicidad, al igual que uno de los mayores proveedores de servicio de Internet y cuyo accionista mayoritario es la billonaria empresa Bell Canada. Pue este conglomerado despidió calladamente a su figura mediática más conocida, la periodista Lisa LaFlamme.
LaFlamme, de 58 años (ojo con el punto de la edad) ha sido premiada en varias ocasiones por su profesionalismo periodístico, contaba con más de 35 años de relación con la empresa y es considerada a nivel nacional como una de las periodistas con mayor credibilidad y respetada por líderes de los diversos los sectores políticos y sociales del país.
De repente la noticia corrió como pólvora y por las redes sociales nos enteramos de que Bell Media había decidido el despedido de LaFlamme, -perdón -en otras palabras le dijeron que su trabajo había terminado y que se quedara callada mientras la empresa encontraba a su sustituto y adicionalmente buscarían el momento exacto para anunciarlo públicamente. Curiosamente los argumentos para esta maniobra fueron los supuestos cambios demográficos en las preferencias de la audiencia. En el comunicado oficial Bell Media adujo que la medida fue una “business decision”, ósea los intereses económicos van adelante de la carreta y atrás va la labor periodística, suenan conocidas estas pseudo excusas administrativas.
La avalancha de críticas no ha parado y en los días anteriores más situaciones oscuras han salido a la luz pública en el sentido que Bell Media ha permitido casos de abusos de poder, discriminación contra los grupos minoritarios y, sobre todo, que los hechos han estado en las narices de los administradores-gerentes quienes se han hecho del ojo pacho para potenciar las ventas publicitarias e irrespetar el trabajo de muchas y muchos destacados periodistas en la mayoría de sus instancias.
Bell media, en su defensa, más bien forzada a raíz del aluvión de críticas y del escándalo en su estrategia de Relaciones Públicas, anunció que ha iniciado una revisión del despido de LaFlamme y adicionalmente se evaluarán otras medidas que estarían afectando su trabajo periodístico en relación con sus audiencias a nivel de Canadá.
Lo que quizás Bell Media quiso decir es “pedimos perdón por esta estupidez y vamos a revertirla, además vamos a abrir más espacios para otros sectores más representativos de la sociedad canadiense”, algo que vaya más acorde a los principios de diversidad y multiculturalismo, argumentos que han sido pregonados en sus plataformas mediáticas. Desgraciadamente no será así y deberemos esperar por ver cambios reales por mucho tiempo.
*Gilberto Rogel es un periodista de origen salvadoreño radicado en Toronto, quien se especializa en temas de libertad de expresión en América Latina.