El virus sigue ahí… y también las otras pandemias

GUILLERMO FERNÁNDEZ / MEXICO /

“Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”, dice el cuento más breve del mundo, escrito por Augusto Monterroso. Ahora que el confinamiento y demás disposiciones sanitarias de prevención parecieran relajarse con la llegada del verano y la reapertura de algunas actividades laborales y comerciales aprobadas en distintos países -España, Canadá, México o Costa Rica, por ejemplo- bien valdría la pena parafrasear al memorable escritor guatemalteco y repetirnos: el virus aún sigue ahí.

Es cierto que no podemos verlo, no lo escuchamos, no lo olemos, pero está ahí en alguna superficie esperando el menor descuido nuestro para adherirse a nuestras manos y después pasar a nuestros rostros y al interior de nuestro cuerpo. Sigue ahí quizás en el cuerpo de algún inocente anfitrión asintomático, del cual podría salir cuando éste hable o estornude demasiado cerca de quienes se atreven a salir a la calle confiados y con la guardia baja. Y ya sabemos los estragos que causa el microscópico bicho cuando ataca.

Ante esa realidad lo mejor que podemos hacer es recordar a cada momento la responsabilidad que cada uno tiene para sí mismo como para sus semejantes. Se ha repetido muchas veces y merece la pena hacerlo una vez más: “cuidándose uno, también se cuida a los demás”.  Es simple. En estos tiempos del Covid-19 no hay supermanes ni mujeres maravillas más allá de aquellos médicos, doctoras, enfermeras y enfermeros que abnegadamente han estado atendiendo a los pacientes afectados por el virus desde que estalló la pandemia, y no son pocos los que han caído combatiendo la enfermedad. Debemos tenerlo presente.

En estas circunstancias no queda más que poner de nuestra parte, contenernos un poco mientras se crean los medicamentos y vacunas que puedan eliminar o inutilizar al maldito coronavirus y la enfermedad que provoca. Por fortuna son alentadoras las noticias que llegan del lejano oriente, anunciando que en China las pruebas de una vacuna pasaron a una segunda fase y se comenzó a aplicar a integrantes de sus fuerzas militares. Otros cinco medicamentos estarían en fase experimental. Xi Jinping, el presidente del gigante asiático, ha prometido que serían convertidos “en un bien público mundial”. Japón también anunció que a fínales de junio comenzaría a aplicar su propia vacuna a algunos trabajadores de la salud nipona, dando paso así a los ensayos clínicos de este medicamento en seres humanos. Así que ya deben de estar en ello. Según los resultados que se obtengan, esperan iniciar la fabricación y distribución en todo el archipiélago durante en el primer trimestre del próximo año.

Mientras tanto, las autoridades de Rusia también anunciaron que a partir de septiembre de este año comenzará la producción masiva del antiviral ruso denominado Avifavir, el cual desde mediado de junio comenzó a ser suministrados a algunos pacientes. De este lado del globo, el laboratorio estadounidense Moderna Inc. comenzó a probar el prototipo de su propia vacuna entre unos cuantos voluntarios, todos ellos personas sanas. Antes que termine este mes hará pruebas finales con otros 30 mil voluntarios.

Es de saludar esta competencia, un tanto similar a la carrera armamentista, entre los países económica e industrialmente más desarrollados. Lo más notable y positivo de esta nueva rivalidad es que su resultado contribuirá a eliminar un mal que está matando a ricos y pobres, a negros, blancos, amarillos y mestizos en los cinco continentes.

Ojalá que esta emulación entre potencias continúe aún después que el Sars-Cov-2 sea domesticado y se supere la actual crisis sanitaria, pero ahora para enfrentar y encontrar soluciones a otras pandemias que estaban y aún están ahí, aunque pretendamos no verlas. Porque, otra vez parafraseando o recreando el microcuento del gran centroamericano, una vez que pase la pesadilla provocada por la Covid-19 y despertemos a la nueva-vieja realidad, muchos otros dinosaurios todavía seguirán allí.

Ahí estarán, de pie frente a nuestros ojos, como enormes dinosaurios, las antiguas pandemias que afectaban al mundo antes de la inesperada llegada del SARS-Cov-2: El tiranosaurio de la crisis ambiental no se habrá extinguido, seguirá amenazando a todas las especies del planeta. El brontosaurio de la desigualdad económica y social será más brutal y enorme, y en su continuo y desmesurado crecimiento aplastará nuevos millones de vida.  Seguirán en sus correrías los numerosos velociraptor de los conflictos bélicos, diseminados sin ningún control en distintas partes del globo, causando destrucción de ciudades, dejando miles de niños huérfanos o destrozados, provocando hambrunas, exilios y migraciones. 

También habrá que generar un medicamento o antígeno que cure para siempre a la humanidad de la peste blanca del racismo, hoy tan dispersa e impune como en siglos pasados. Ya vimos que sus nefastas acciones pueden desembocar fácilmente en conflictos de consecuencias imprevisibles.  A todos esos monstruos también habrá que ponerles fin, porque de lo contrario quien se extinguirá será el género humano.