POR OSCAR VIGIL / TORONTO /
Un día como hoy, 16 de enero, hace exactamente 30 años, escribí este artículo sobre la celebración de la firma de los Acuerdos de Paz con que se puso fin a 12 años de sangrienta guerra civil en El Salvador. La celebración se desarrolló en la Plaza Libertad, en pleno centro de la ciudad capital, hasta donde descendieron desde las montañas miles de para ese entonces combatientes de las guerrillas del FMLN, y se fundieron con otros miles más de ciudadanos que festejaban el fin de la guerra y la llegada de la tan ansiada paz.
El artículo fue publicado al día siguiente por el periódico El Día, de México, del cual era corresponsal, y quedó grabado como parte de la historia salvadoreña, una historia caracterizada por dictaduras militares, violaciones a los derechos humanos, injusticia social y ausencia de procesos democráticos.
Muchos de esos vicios del país fueron saldados con la guerra y los Acuerdos de Paz, acuerdos que no fueron perfectos ni completos, pero que marcaron el inicio de una nueva etapa en El Salvador. El país estaba ahora desmilitarizado, con una Policía Nacional Civil, con organismos defensores de los derechos humanos y con procesos democráticos claros y efectivos.
La forma como se llegó a la firma de los Acuerdos de Paz, proceso en el que cubrí la mayoría de los encuentros de negociación que se realizaron entre el gobierno salvadoreño y el FMLN, fue retomada luego como un modelo a seguir en materia de negociaciones de paz por la Organización de las Naciones Unidas.
Lamentablemente, el actual presidente de El Salvador, en el tiempo que tiene de gobernar el país, lo cual ha hecho de forma extremadamente autoritaria y antidemocrática, se ha dedicado a destruir los logros de los Acuerdos de Paz y está tratando incluso de borrar dicho hecho histórico de la memoria colectiva de los salvadoreños.
Hace pocos días, sus diputados en la Asamblea Legislativa aprobaron una legislación que legalmente suprime las celebraciones de los Acuerdos de Paz, pensando quizás que una simple decisión de una cúpula política partidista puede borrar un evento histórico tan importante para la vida de este pequeño país centroamericano.
Definitivamente se debe estar perturbado mentalmente para realizar este tipo de acciones políticas. Son cosas difíciles de entender para cualquier persona. Pero los gobiernos pasan y es la misma historia la que los juzga y los condena. Sin embargo, los hechos como la guerra civil que vivió el país a causa de las injusticias, y la firma de los Acuerdos de Paz con todos sus logros, esos si quedan no solo en la memoria colectiva sino que en la vida cotidiana de los pueblos.
No hay duda de que aún hay mucho que recorrer para que El Salvador sea un país realmente próspero, pero los Acuerdos de Paz firmados el 16 de enero de 1992 en el Castillo de Chapultepec, México, con la mediación de la Organización de las Naciones Unidas, definitivamente fueron un buen comienzo.