El Papa Francisco acapara con sus discursos en español las ondas de la televisión canadienses

Llegó a Canadá para pedir perdón por los abusos cometidos en las escuelas residénciales y a buscar la reconciliación con las primeras naciones

POR OSCAR VIGIL / TORONTO /

Durante los últimos días, para muchos ha sido una sorpresa encender sus televisores, seleccionar prácticamente cualquiera de las cadenas de televisión más importantes del país y ver al Papa Francisco leer en español todos sus discursos en suelo canadiense. Vino a pedir perdón a nombre de la Iglesia Católica, y lo hizo en su idioma natal.

“Señora gobernadora general, señor primer ministro, queridos pueblos indígenas de Maskwacis y de esta tierra canadiense, queridos hermanos y hermanas: Esperaba que llegara este momento para estar entre ustedes. Desde aquí, desde este lugar tristemente evocativo, quisiera comenzar lo que deseo en mi interior: una peregrinación penitencial. Llego hasta sus tierras nativas para decirles personalmente que estoy dolido, para implorar a Dios el perdón, la sanación y la reconciliación, para manifestarles mi cercanía, para rezar con ustedes y por ustedes”, fueron sus primeras palabras en el idioma de Cervantes el pasado lunes 26 en la provincia de Alberta.

Desde ahí, todo su peregrinar en la búsqueda del perdón y la reconciliación con los pueblos originarios canadienses, a quienes la iglesia Católica, junto a muchas iglesias de otras denominaciones, ayudó al gobierno canadiense a despojar de sus raíces cuando fueron internados en sus escuelas residenciales, lo hizo en español y con traducción simultanea al inglés y a las lenguas originarias de las comunidades indígenas afectadas.

Las emociones estuvieron a flor de piel en un evento que era largamente esperado y en el cual, como era de esperarse, no todo mundo quedó satisfecho. Muchos han aceptado el perdón pedido por el Papa Francisco, pero otros consideran que se quedó corto en sus discursos ya que no dijo específicamente “pido perdón en nombre de la Iglesia Católica”. Como sea, lo cierto es que la visita del pontífice y sus palabras han caído como una brisa fresca en medio del calor del verano y como una importante etapa de sanación y de reconciliación.

“Pienso en el drama sufrido por tantos de ustedes, por sus familias, por sus comunidades, en lo que ustedes compartieron conmigo sobre los sufrimientos padecidos en las escuelas residenciales. Son traumas que, en cierto modo, reviven cada vez que se recuerdan y soy consciente de que también nuestro encuentro de hoy puede despertar recuerdos y heridas, y que muchos de ustedes podrían sentirse mal mientras hablo. Pero es justo hacer memoria, porque el olvido lleva a la indiferencia y, como se ha dicho, «lo opuesto al amor no es tanto el odio, es la indiferencia… lo opuesto a la vida no es la muerte, es la indiferencia a la vida o a la muerte». Hacer memoria de las devastadoras experiencias que ocurrieron en las escuelas residenciales nos golpea, nos indigna, nos entristece, pero es necesario”, apuntó el pontífice en su primer encuentro con las naciones originarias canadienses.

Acto seguido, expreso: “Me encuentro entre ustedes porque el primer paso de esta peregrinación penitencial es el de renovar mi pedido de perdón y decirles, de todo corazón, que estoy profundamente dolido: pido perdón por la manera en la que, lamentablemente, muchos cristianos adoptaron la mentalidad colonialista de las potencias que oprimieron a los pueblos indígenas. Estoy dolido. Pido perdón, en particular, por el modo en el que muchos miembros de la Iglesia y de las comunidades religiosas cooperaron, también por medio de la indiferencia, en esos proyectos de destrucción cultural y asimilación forzada de los gobiernos de la época, que finalizaron en el sistema de las escuelas residenciales”.

El Papa Francisco pidió perdón, pero las redes sociales no perdonan, y desde el mismo día de su primer discurso de reconciliación, han abundado también nuevamente, en español y en inglés, las recriminaciones contra la Iglesia Católica por sus pecados de acción y de omisión en el manejo de las escuelas residenciales.