El camino que se recorre cuando no se es “normal” (1 de 2)

PAOLA GÓMEZ RESTREPO* / TORONTO /
Hoy sonrío con orgullo por no ser una mujer normal y por no ser una madre normal y por no ser un estereotipo de ninguna de mis circunstancias. Hoy sonrío, pero también recuerdo de los tiempos en los que mis circunstancias me causaban dolor, y pienso de cómo será para otras mujeres inmigrantes que han recorrido o están recorriendo caminos parecidos.  Esta crónica es dedicada a todas aquellas que hoy pasan por esos caminos…  “Siempre hay luz al final del túnel”.
Todos y todas, en particular quienes hoy me leen, han vivido o experimentado lo que es ser tratado con prejuicios, bien por como hablamos: Por nuestro acento, por nuestro tono; bien por como lucimos: El color de nuestra piel, el tipo de cabello, la forma de nuestra nariz, el tamaño de nuestras caderas o la ausencia de ellas; bien por nuestro género: Mujer, transgénero, homosexual, lesbiana; o bien por nuestro país de origen. Eso lo sabemos bien, aun en nuestra comunidad, nosotros que sabemos lo que es ser juzgado basado en cosas tan absurdas como estas,  caemos en la absurda trampa de estereotipar a una persona por nuestra experiencia con alguien que es de esa misma nacionalidad: Tildamos gentes de perezosos, de mafiosos etc.

Pues bien, todos sabemos cómo se siente, y estoy segura que aunque a muchos se nos olvida y pasado el tiempo nos convertimos en victimarios y cometemos los mismo pecados que se han cometido con nosotros, los únicos hechos que jamás se borran de nuestras mentes son los atropellos cometidos en contra de nuestros hijos e hijas en un sistema que  des empodera a nuestros niños y niñas porque no siguen la norma porque son diferentes. Y no sólo diferentes en el color de la piel o en tipo de cabello o en el apellido,  el cual a muchos les parece chistoso, sino  también en la forma en la que se relacionan con el mundo, la forma en la que ven el mundo. Los niños con habilidades especiales, los nuestros, los niños y niñas latinos tienen un reto mucho mayor.

Ocho años atrás, mi inglés era limitado, nueva al país, estaba ansiosa de que mi hijo atendiera la escuela, ya saben, era tiempo de empezar ese camino que traería muchas razones de orgullo y que trazaría las bases para lo que en mi propia idea sería una vida de éxito, después de todo, mi hijo tendría la oportunidad en este país, lleno de cosas grandes.

De alguna manera, era motivo de orgullo para mí que mi hijo estuviese en un una escuela donde la mayoría de niños y niñas eran blancos, donde las casas alrededor eran de esas que costaban cerca al millón de dólares; de alguna manera ese ambiente me hacía sentir que mi hijo empezaría por un buen camino, “con la gente indicada”, y toda esa gente indicada no lucía como mi hijo o como yo.

A la segunda semana de escuela, la profesora, una mujer blanca, mayor y quien corregía mi inglés persistentemente, pero sobre todo, quien pareciera imposible de complacer, me dijo de la manera más despectiva; “Debe sacar a su hijo de esta escuela, yo no lo puedo tener en la clase, hay algo malo con él”. 

Recuerdo el nudo en la garganta, el dolor en el alma; el chiquito de mi corazón no era querido en este lugar y yo lo pude sentir en cada centímetro de mi piel.

Algunos de mis lectores tendrán idea de lo que es un “team meeting”, esencialmente una reunión donde los diferentes departamentos de las escuelas se reúnen con el padre o la madre, con el propósito de buscar alternativas para hacer de la experiencia educativa una muy positiva.

Qué gran sorpresa me llevé aquella mañana, pareciera que todas estas personas estuviesen confabuladas para aconsejarme que la mejor opción era sacar a mi niño de la escuela, porque ellos no tenían ni los recursos ni el personal para lidiar con lo que ellos creían que mi hijo tenía. “Una necesidad especial”. Recuerdo a la directora de la escuela diciéndome “Realmente todos los niños y niñas de esta escuela son normales, entonces no podemos ofrecerle nada al suyo”.

*Paola Gómez Restrepo terminó sus estudios de Derecho y Ciencias Políticas en su nativa Colombia. Desde que llegó a Canadá ha trabajado de cerca con comunidades de inmigrantes. Es una líder comunitaria y sindical cuyo trabajo en pro de su comunidad la ha hecho acreedora a varios reconocimientos.

Be the first to comment on "El camino que se recorre cuando no se es “normal” (1 de 2)"

Leave a comment