POR GILBERTO ROGEL* / TORONTO /
Carl Bernstein, uno de los grandes maestros del periodismo moderno, se atrevió a cruzar la delgada línea entre la imparcialidad periodística y la verdad. En una corta entrevista la semana pasada en CNN, Bernstein ocupó la palabra en inglés EVIL para describir al ex presidente de los Estados Unidos Donald Trump. “Evil” en español tiene muchos significados, la mayoría son significados totalmente peyorativo-negativos o relacionados con una persona nefasta.
Bernstein, uno de los periodistas más respetados y conocidos a nivel global, no dudó ni un segundo para calificar de inmoral y malvado a Trump, luego de los lamentables incidentes de hace un mes en la capital Washington y que dejaron al menos 5 personas fallecidas. Pero lo más llamativo es que pese a los millones de dramáticas imágenes públicas en las cuales todos pudimos constatar cómo el exmandatario incita – dirige – motiva – apoya y respalda a la turba para hacer los actos de vandalismo, NADIE fue encontrado culpable. Sí, así como lo puede leer, NADIE fue responsable, NADIE podrá ser juzgado, NADIE tendrá que responder ante la justicia por los actos cometidos, pese a que la mayoría de los cientos que entraron al Capitolio argumentan que solo seguían las órdenes del exmandatario.
Con mucha incredulidad, enojo, tristeza, pero con poca sorpresa, a nivel mundial pudimos constatar como el exgobernante SE SALIÓ CON LA SUYA, ya que el hueso duro del partido Republicano consideró que no existieron argumentos legales suficientes para encontrar culpable a Trump y de esta manera imposibilitarlo de poder volver a presentarse a una elección para un cargo público. Los políticos si tienen el cuero duro, diría mi abuelo.
Lo más lamentable de toda esta situación es que pese a todo lo ocurrido en Washington, millones de estadounidenses siguen creyendo hoy en día que la elección presidencial fue ROBADA por organizaciones oscuras del establecimiento político tradicional que tratan de sumir al vecino país en una especie de caos generalizado, basado en teorías conspirativas, que no tienen patas, colas o cabeza. Es increíble cómo a estas alturas del partido millones de personas ven a Donald Trump como el santo de la verdad y la honorabilidad, cuando por el contrario las más reconocidas voces mundiales le adjudican cualidades negativas pocas veces vistas en un gobernante: inmoral, mentiroso, misógino, agitador, perturbador, maligno, depravado, etc.
Y es en este punto en donde caemos en nuestros países Latinoamericanos. El legado de Donald Trump ha sido bastante profundo en muchas naciones. Por mencionar algunos, hace un año exacto el autodenominado “presidente más cool del planeta” acompañado de cientos de efectivos militares, literalmente, se tomó la Asamblea Legislativa Salvadoreña y estuvo a punto de dar un golpe de Estado, el cual coincidentemente fue minimizado por nada más que… el Gobierno de los Estados Unidos.
Nayib Bukele, el popular mandatario salvadoreño, no solo estuvo a punto de destrozar un endeble sistema democrático que este país había tardado décadas en construir y que costó las vidas de miles de personas, sino que también reinstaló en la mente de los ciudadanos la idea de que las botas y las armas de los militares son necesarias para hacer que las decisiones políticas se vuelvan más prácticas y efectivas. Por increíble que parezca, al mismo nivel que los seguidores de Trump, los seguidores de Bukele -muchos de ellos en suelo canadiense- creen a ojos cerrados que su líder tiene la verdad absoluta, que es el único que puede rescatar al país y que los políticos tradicionales “los mismos de siempre” (entre los que ciertamente existen muchos despreciables y nefastos) obstaculizan el trabajo de este y no le permiten cumplir sus promesas electorales.
La prueba de fuego para el mandatario salvadoreño será en menos de dos semanas, y como era de esperarse, según lo dicen las encuestas más respetables, su partido y la serie de aliados que lo acompañan ganarán una mayoría tal vez absoluta en la Asamblea Legislativa y alcaldías municipales, como quizás nunca se ha visto en la vida política del país. Si este pronóstico se cumple, Bukele tendrá luz verde para actuar a su antojo, podrá seguir atentando contra las voces críticas que piden transparencia en el uso de los fondos públicos y podrá seguir obstaculizando el trabajo de algunos periodistas críticos. Bukele sin lugar a duda no tendrá el capital político de Trump, pero lo que sí es cierto es que al igual que sucedió en los Estados Unidos, en algún momento tendrá que encarar ante la prensa y la ciudadanía y responder por sus acciones, las cuales hoy por hoy riñen con la veracidad y el respeto a la ley.
*Gilberto Rogel es un periodista de origen salvadoreño radicado en Toronto, quien se especializa en temas de libertad de expresión en América Latina