Dominicanos católicos celebran el centenario de la coronación canónica de la Virgen de La Altagracia

POR FRANCISCO REYES / TORONTO /

Decenas de dominicanos residentes en la ciudad de Toronto y sus alrededores se congregaron el domingo pasado en la Iglesia San Felipe Neri, cerca de la intersección de Jane St y Wilson Ave, para celebrar el centenario de la coronación canónica de su santa patrona, la Virgen de La Altagracia.

Desde antes del mediodía los fieles católicos dominicanos empezaron a llegar al templo ataviados con los colores patrios (rojo, azul y blanco) así como con la bandera de su país para rendir tributo a la Madre del Salvador del Mundo, que en la base de la religiosidad popular denominan “Tatica”.

La devoción a la Virgen de La Altagracia en la República Dominicana tiene sus orígenes en el primer año de la colonización de la Isla La Hispaniola (que actualmente comparte con Haití). Los colonos españoles trajeron sus instituciones jurídicas, sus costumbres y sus tradiciones religiosas, entre ellas, la de esta virgen, que establecieron en región más al este del territorio isleño, donde se empezó a venerarla y celebrar su fiesta cada 15 de agosto, día de la Asunción de la Virgen para toda la Iglesia Católica alrededor del mundo.

Cuando los piratas y bucaneros franceses se apoderaron de la parte occidental de la isla, estableciendo allí una colonia con una población de esclavos africanos traídos en condición de esclavos, se produjo la división del territorio en dos colonias reconocidas oficialmente por el rey de España.

Los franceses intentaron apoderarse de la parte este, donde se asentaba la colonia española, pero su ejército de ocupación fue repelido por otro ejército improvisado de dominicanos, que aclamaron el auxilio de su santa patrona para entrar combate en la famosa Batalla de La Limonada, el 21 de enero de 1691.

Tras el triunfo de las tropas dominicanas, el clero local decidió cambiar la fecha de la celebración de La Altagracia por la fecha de principio de año para recordar aquella gesta de guerra que los libró del colonialismo francés, de modo que la fiesta de La Asunción fue tomada localmente para celebrar de manera no oficial la coronación de la virgen local.

El 15 el agosto 1922, por medio de una bula, del Papa Pío XI otorgó el permiso para que la jerarquía católica dominicana realizara solemnemente la coronación canónica de la Virgen de la Altagracia en un acto público realizado en el Altar de la Patria en la ciudad capital de Santo Domingo, que también contó con la presencia de las principales autoridades gubernamentales, en el momento en que el país se encontraba bajo el gobierno de la primera intervención militar norteamericana, que duró ocho años, de 1916 a 1923.

Al año siguiente, 1924, las tropas estadounidenses de la ocupación militar abandonaron el país, hecho que en la tradición religiosa de la República Dominicana se considera que se debió a la intervención milagrosa de su santa patrona.

De modo que en la celebración de la Virgen de La Altagracia convergen tres elementos etnográficos: lo religioso, lo político y lo popular, que conforman la celebración de esa tradición mariana extendida por todo el territorio de la República Dominicana, pero principalmente en la Basílica de Higüey, en el suroeste del país, que es el santuario mayor de esta devoción, próximo a las playas turísticas de Punta Cana.

Es evidente que los dominicanos que han emigrado a diferentes partes del mundo lleven consigo esta tradición y en casi todos sus hogares es común encontrar un cuadro de la Virgen de La Altagracia.

Los dominicanos residentes en Toronto también tienen su devoción a La Altagracia. Pero la celebración de este año con motivo del centenario de la coronación canónica es la primera vez en que un grupo numeroso de ellos se congrega para celebrar este culto mariano en dicha iglesia.

Pero el sacerdote de la comunidad hispana de la Iglesia San Felipe Neri aprovechó para que todos los hispanos, dondequiera que la virgen sea la patrona de su comunidad nacional, llevaran imágenes o estatuas de la virgen, con la respectiva denominación en su país de origen. Así que no fue raro ver cuadros de la Virgen de Guadalupe, de México; la Virgen del Cisne, de Ecuador y la Virgen de la Caridad del Cobre de Cuba, entre otras.

Durante la ceremonia religiosa del domingo en la San Felipe Neri, los hermanitos canadiense-dominicanos, Emy y Moisés, iniciaron la procesión hacia el altar para llevar a la virgen un ramillete de rosas y una canasta de estampitas que serían distribuidas entre los parroquianos.

Más adelante, durante la comunión, la madre de dichos niños, Carmen Gutiérrez, dominicana, cantaba en latín el Ave María de Schubert, acompañada de un tenor. Mientras entonaba aquella canción de los coros angélicos, se vieron llorar a muchos fieles de diferentes países tocados por la emoción.

La dominicana donante del cuadro de la Virgen de La Altagracia, Yasmil Peña, dijo que la celebración marca el comienzo de la tradición de La Altagracia en dicho templo.