POR GILBERTO ROGEL* / TORONTO /
Canadá tiene muchas características que lo hacen un país envidiable por muchas naciones, sus innumerables y extensos recursos naturales junto a su diversidad cultural y étnica lo hacen único; sin embargo, mucho de esto pasa desapercibido cuando de telefonía celular e Internet se trata, particularmente cuando estos dos servicios se caen de repente y afectan a más de 11 millones de personas, provocando un caos generalizado a nivel nacional. Algo que solo puede pasar en Canadá.
Un poco de historia nos ayudará a entender mejor este hecho insólito. Como lo presentamos hace pocas semanas atrás, las y los canadienses pagamos uno de los cargos más altos en telefonía celular e Internet a nivel mundial, y un porcentaje elevado de las quejas de los consumidores van contra estos dos servicios según estadísticas de las autoridades estatales.
En nuestro anterior análisis explicamos que a diferencia de nuestro vecino del sur, en Canadá existen únicamente tres grandes conglomerados empresariales-mediáticos que controlan la telefonía celular y por lo tanto el servicio de Internet, es decir no existe una competencia ya que en ciertas ocasiones estos tres grupos económicos tienen intereses compartidos y trabajan en acuerdos de beneficio común.
Y acá es donde llegamos al caso del Viernes 8 cuando la segunda compañía más grande de telefonía en el país, Rogers Communications, sorpresivamente dejó sin servicio a millones de sus usuarios a nivel nacional debido a una supuesta falla interna al momento de realizar una actualización de sus equipos y del software, y ante la saturación de sus redes por parte de los usuarios, según la explicación oficial bastante técnica pero poco convincente ( que en mi opinión lo único que hizo fue atizar las teorías conspirativas sobre los famosos ataques cibernéticos).
Los gritos, reclamos y amenazas de juicios legales en contra de este conglomerado mediático no se han hecho esperar. El principal funcionario administrativo de Rogers, su director ejecutivo, finalmente dio la cara y pidió disculpas por los inconvenientes causados y aseguró que todos los usuarios afectados serán recompensados de cierta manera por las pérdidas ocasionadas.
Por su lado, altos funcionarios de gobierno federal han expresado su descontento y frustración con la situación del Viernes 8, al asegurar que esta millonaria empresa ha abusado de la confianza de los usuarios canadienses, y por lo tanto nuevas acciones concretas deberán tomarse a fin de garantizar que cada cliente reciba un servicio de calidad acorde con los estándares nacionales. En palabras más sencillas, están diciendo que nada pasará a menos de unas cuantas reuniones con entidades regulatorias y compromisos que este tipo de eventos no volverán a ocurrir.
Lo que sí está detrás de este viernes 8 de octubre es la falta de una reglamentación legal que fiscalice y supervise adecuadamente el tema de la competencia entre las compañías telefónicas canadienses. Como lo dijimos en nuestra entrega de hace pocas semanas, entre Rogers, Bell y Telus, (The Canadian Big Guys) controlan más del 75 % de la telefonía inalámbrica a nivel nacional (e Internet), por lo tanto es casi imposible luchar contra ellas en materia de defensa de los derechos de los consumidores.
Pero yo sí quisiera destacar un hecho bastante llamativo luego de la crisis del Internet del Viernes 8. Pese a los conciertos cancelados a último minuto, las múltiples dificultades para pagar nuestros recibos con la aplicación del teléfono y la incertidumbre si podíamos conseguir un taxi normal y no el Uber, es que muchos canadienses entendimos que el cielo no se cayó por la falta de conexión con la red mundial.
Con seguridad podemos decir que durante las casi 18 horas que duró esta caída, muchos de nosotros que tenemos ya varias décadas encima nos pusimos a pensar que hace pocos años nuestras vidas eran ASÍ de simples, sin internet y sin la tentación de responder inmediatamente a un email de trabajo, un tweet de nuestro amigo que vive en Kenia, un post de Facebook sobre los chanchullos que están pasando en la campaña de los conservadores o un nuevo chisme sobre Justin Trudeau, etc.
En fin, el cielo no se cayó y la vida volvió a la normalidad. Solo pasa en Canadá pero quizás sería bueno volver a repensar nuestras vidas sin estar atados 24\7 a nuestros teléfonos o cualquier dispositivo electrónico con conexión a la red mundial.
*Gilberto Rogel es un periodista de origen salvadoreño radicado en Toronto, quien se especializa en temas de libertad de expresión en América Latina.