FRANCISCO REYES / TORONTO /
Si bien es cierto que las cualidades artísticas empiezan a mostrarse a temprana edad en los seres humanos, no menos cierto es que hay personas en que éstas se revelan en la vida adulta, con el paso de los años.
Hace apenas días, un grupo de 15 personas de la tercera edad empezó a tomar clases de pintura con el objetivo de explorar en ellas las habilidades artísticas en el uso de los pinceles y los colores. Destrezas que no sospechaban que podían desarrollar.
El taller, que tiene una duración de 10 semanas, tiene como objetivo ayudar a los adultos mayores a salir del encierro en que habitualmente se encuentran muchos ‘seniors’ de las comunidades hispano-latinoamericanas de Toronto, que a veces no saben dónde encontrar programas de arte con los que pueden romper el ciclo de la soledad, que se agudiza aún más cuando llegan a la viudez.
Pero no se trata de un taller rutinario para “hacer algo” por las personas de la tercera edad, sino en “hacerlos sujetos” de la creación artística en la que deben poner toda su imaginación al servicio de la obra de arte.
Los alumnos proceden de diferentes nacionalidades y organizaciones de ‘seniors’ de distintos puntos de esta ciudad que cada viernes, a partir de las 2:00 pm, se reúnen en el salón de la Asociación de Seniors de Habla Hispana del Gran Toronto (ASTHOR), localizado en la segunda planta del 1280 Finch Ave W.
Los organizadores del taller proveen los materiales que los adultos mayores utilizarán en los dos meses y medio de este proyecto, así como el transporte y el refrigerio, para que no hagan inversión extra de lo poco que reciben como pensionados.
El profesor de este curso de iniciación al arte de la pintura es el reconocido artista chileno-canadiense del pincel Luis Ramírez, con muchos años de experiencia este tipo de docencia fuera de la rigidez de las aulas.
El maestro Ramírez ha diseñado un programa básico con técnicas también elementales para que los adultos mayores puedan desarrollar dichas habilidades, y se espera que al final del curso los participantes de la tercera edad elaboren su propia obra de arte, pintando un cuadro en acrílica, con motivos propios.
“Realmente es admirable ver cómo enfrentan este tipo de aprendizaje del dibujo y la pintura. Totalmente interesados y decididos a aprender algo nuevo, con mucha dedicación”, expresó el destacado pintor.
Agregó que “hay algunos participantes que tienen cierta destreza y hacen los ejercicios iniciales con mayor rapidez, pero a final de cuenta todos salen aprendiendo, porque utilizamos un método de enseñanza empírico basado en que, si no se aprende un ejercicio, no puede pasar al siguiente”.
El curso “es una excelente terapia comprobada médica y psicológicamente como técnica de relajamiento, principalmente contra el ‘stress’ que muchas veces muestran los adultos mayores”, dijo Ramírez, quien hace años presentó su última exposición retrospectiva y ahora se dedica por completo a la enseñanza, viajando por diferentes países latinos, como El Salvador y Venezuela, donde viaja anualmente a impartir talleres populares.
Al ver el entusiasmo con que asisten puntualmente a sus clases del fin de semana, los participantes en este taller sirven como ejemplo para romper los prejuicios que se tienen, sin ningún fundamento, de que a esa edad ya no hay nada que aprender. En efecto, sus edades oscilan entre los 65 y los 89 años.
Una de las primeras adultas mayores en incorporarse a este taller de pintura fue la poeta salvadoreña-canadiense Bertha Ramirez, quien dijo que, cuando estaba exilada en Costa Rica, tomó un curso de iniciación a la pintura. “Quiero aprender a pintar para plasmar en el lienzo algunas de las ideas que expresó en mis poemas”, expresó.
Ana María perdió las dos primeras sesiones del taller. Sin embargo, “no me ha resultado difícil hacer los dibujos porque desde niña me ha gustado pintar. Ahora aprenderé con un maestro que, según veo, sabe explicar bien sus lecciones”.
Muchos de estos adultos mayores participan en grupos de ‘seniors’ de las comunidades donde residen, como es el caso de Hortensia Monterroso y María Ayala, quienes se reúnen con otras personas de la tercera edad en el Centro Comunitario El Manantial, de la Iglesia Hispana del Nazareno Emanuel, en el 1875 Sheppard Ave West.
Sólo dos hombres participan en este taller, Jorge Ojeda, quien asiste con su esposa Francisca Palomino, y Timoteo Dang, de origen asiático, pero que la necesidad de integración lo ha llevado a aprender el español como tercera lengua.
“Es un idioma fácil de aprender y ya puedo comunicarme con otras personas que me entienden cuando hablo. Por eso vine al curso, porque me siento ser parte de esa comunidad y quiero aprender a pintar”, expresó, en un español con acento.
El taller es organizado por el Consejo Canadiense de la Herencia Hispana (HCHC) en colaboración con la Asociación de Seniors de Habla Hispana del Gran Toronto (ASTHOR) y el Centro para Gente de Hispana (CGHH), con fondos de la Provincia de Ontario.