¿Conocían los canadienses qué pasaba en las Escuelas Residenciales?

EscuelasResidenciales2015CHIQUI RAMÍREZ / TORONTO /
Es difícil creer que una institución como las Escuelas Residenciales que funcionaron 126 años en Canadá, no haya sido del conocimiento de muchos y un secreto a grandes voces.

La mañana del dos de junio del 2015, la foto de Bishop Horden Memorial School en Moose Factory Island en los periódicos mostraba a un grupo de Swampy Cree Boys sobre sus camas-literas rezando bajo la mirada de la monja de la Iglesia Anglicana. La imagen me paró de golpe. La tragedia del genocidio canadiense hasta ahora es noticia cuando, después de cinco años de investigación de la Truth and Reconciliation Commission, presidida por el juez Murray Saint Claire, finalmente puede clamar por justicia.

Ciento treinta escuelas residenciales funcionaron de 1870 a 1996 con al menos 150.000 niños y niñas Metis e Inuits, de los cuales un número indeterminado de ellos murieron de sarampión, varicela, tuberculosis, influenza y desnutrición, por ser forzados a entrenamientos militares. Los niños y niñas fueron separados de sus padres, su familia, sus costumbres y su idioma en un cruel esfuerzo por eliminar, como dijo Jean Chretien, “el problema del indio”. Los archivos arrojan cantidades espantosas de niños arrebatados, secuestrados de sus familias para ser “educados “en las llamadas Escuelas Residenciales, que dejaron de archivar la cifra de muertos por ser escandaloso. Los padres nunca se enteraron del destino de sus hijos, no les permitían visitarlos. Las escuelas contaban con iglesia y cementerio.

El propósito fue eliminar la cultura, las costumbres, el idioma, sus concepciones de vida, apoderarse de sus tierras y sus almas, impedirles continuar con su estilo de vida y ahogarlos en alcohol, tabaco, y últimamente drogas; obligarlos, coaccionarlos, condenarlos a vivir en welfare, sinónimo de muerte espiritual, fue la directriz gubernamental. Quizás ahora muchos puedan comprender por qué el alto nivel de drogas y alcohol, la mendicidad en las ciudades de los hermanos y hermanas de Primeras Naciones.

Se propusieron destruir sus pequeñas almas, su interior de niños desvalidos. ¿Aceptaría usted lector que sus hijos e hijas pasaran por esa experiencia? ¿Podemos quedarnos callados ante este genocidio? Ante tanta discriminación e injusticia tenemos que hablar.

¿Por qué? Porque todavía hay mucho que develar, que por ejemplo en Wimontaci, La Tuque Quebéc y otras muchas reservas no tienen autorización para pescar, cazar en sus territorios, vivir de acuerdo a su tradición; que siendo dueños de la tierra no gozan del beneficio de las hidroeléctricas; que durante generaciones jefes nativos y mestizos han sido sobornados para corromperlos; que hacinados en viviendas, carecen de agua potable, desagües, electricidad; que muchos de sus niños y niñas están en hogares de acogida, por el alcoholismo de sus padres; por la violencia, desaparición y asesinatos de mujeres nativas.

Es difícil entender los niveles del racismo. Cuesta escribirlo y duele el alma saber hasta dónde se ensañaron con esos pobres niños y niñas, con esas familias que a través de siete generaciones fueron rasgadas sus entrañas, al saber el futuro de sus pequeños hijos e hijas. Plan de gobierno seguramente, que fue ejecutado por los servidores de la “fe”, en nombre de un Cristo de amor. Plan de gobierno heredado por gobiernos “democráticos” que continuaron con dicha práctica hasta 1996. Monjas, curas, pastores que venían de familias “buenas y honorables” trabajaban en dichas instituciones del Estado Canadiense. Y salta la pregunta: ¿era un secreto a grandes voces? ¿Hubo silencio cómplice? ¿Deben perdonarse los canadienses que sabían que pasaba en las escuelas residenciales, ese tremendo pecado racista, genocida?

Los comentarios racistas en las redes sociales canadienses, ante la noticia de la reconciliación, aseguran que “son sus taxes los que van a regalarle a los indios haraganes y borrachos”, son acompañados por la indiferencia de muchos y muchas y del primer ministro Steven Harper que impide la formación de una Comisión Nacional de Investigación sobre los cientos de mujeres aborígenes desaparecidas y asesinadas.

Pero finalmente la noticia recorre el mundo. La reconciliación comienza con buen pie porque las Primeras Naciones que sufrieron ese flagelo pudieron hablar, llorar recordando lo sufrido, la Truth and Reconciliation Commission presidida por el juez Murray Saint Claire abre el camino.

Romeo Saganash diputado Federal de NDP de Quebec, de la circunscripción de Abitibi Vaie-James-Nunavik-Eeyu, sobreviviente de esa terrible experiencia dijo: “Los canadienses deben aprovechar el momento y entender… que cambios y reconciliación van juntos” en un llamado por eliminar la vergüenza de ser racista.

La Asamblea de Primeras Naciones con el Chief Perry Bellergarde hizo un llamado a los gobiernos Federal y Provinciales, y a todos los canadienses, para que abran puertas de entendimiento entre aborígenes y no aborígenes. Es muy duro enfocar la reconciliación cuando la pobreza es una plaga para nuestros pueblos dijo, hacinados en casas sin agua potable, con numerosos niños y niñas en hogares de acogida, con mujeres y niñas desaparecidas y asesinadas. Es difícil hablar de reconciliación cuando vemos esas estadísticas afirmó.

“Si queremos hablar de reconciliación, agregó Perry Bellergarde, tiene que haber una verdadera acción a la par de las disculpas”.

En este siglo de los pueblos originarios las demandas van mucho más allá de la reconciliación, el perdón, las lágrimas, la falsa piedad que condenaba Erasmo de Rotherdam, porque si hay voluntad política e intención de reconciliar Canadá, el gobierno debe legislar a favor de programas de desarrollo económico de los pueblos originarios, incluyéndolos en la elaboración y aplicación de leyes que les permitan romper el cordón umbilical del welfare y del Estado canadiense.

El derecho para incursionar como ciudadanos activos de una democracia, es la lucha a nivel del continente Americano (Abya Ayala) en donde los pueblos reclaman la dignidad que ofrece el sudor del trabajo; en donde “las reservaciones” dejen de ser cárceles abiertas y puedan ser administradas por sus verdaderos propietarios; que hayan más representantes indígenas hombres y mujeres en los partidos políticos, en el Estado.

A lo largo de Abya Ayala los pueblos originarios han guardado sus formas de aplicar la ley y es tiempo de reconsiderar los beneficios de las mismas, basadas en la honradez, el prestigio comunitario, el castigo a los líderes corruptos. Es el tiempo de escuchar las voces que reclaman la protección de la Madre Tierra, la protección del agua, los bosques, el respeto a lo creado, la convivencia pacífica entre hermanos y hermanas que habitamos este planeta, como durante siglos los humanos lo habían hecho

Y cabal, en el calendario Maya cuando se hizo pública la intención de reconciliación el lunes primero de junio del 2015, fue Mes Tzotz (murciélago) que representa el vuelo del murciélago hacía la luz; Kaplajuj (12) energía de la estabilidad compleja; día Ee (camino que corta distancias) que augura que se está abriendo el camino, el entendimiento, la comunicación para poder construir un mundo libre de racismo y de violación de los derechos humanos.

*Chiqui Ramírez puede ser contactada en ixlajuj@gmail.com