Con una camiseta de distinto color, el fanatismo conservador resurge en América Latina

POR GILBERTO ROGEL / TORONTO /

Exactamente dos años atrás el mismo episodio se vivió en Washington, la capital estadounidense, cuando centenares de fanáticos conservadores entraron al Congreso de esa nación bendecidos, abrigados y motivados por el anterior Presidente Donald Trump. Lo mismo acaba de suceder en Brasil, con un multitud que pese a pruebas irrefutables se niega aceptar la derrota del ex Presidente Jair Bolsonaro.

Como lo pudimos observar en la noticias que se transmitieron en los principales telenoticiarios canadienses, la turba de simpatizantes conservadores fieles a Bolsonaro entraron como Pedro por su casa al Congreso Nacional y al Supremo Tribunal  Federal, en la Plaza de los Tres Poderes, en la capital Brasilia, como resultado final de semanas de protestas organizadas en varios puntos del país ante  lo que llaman el robo de las elecciones presidenciales, en las que por un mínimo margen triunfó el carismático líder sindicalista y expreso Luis Inacio Lula Da Silva.

Llama curiosamente la atención cómo estos dos eventos ocurridos a una distancia aproximadamente de 6,700 kilómetros, sus participantes mantienen el mismo falso argumento: que las elecciones presidenciales fueron robadas y que el enraizado y arcaico establecimiento político en ambos países controla y domina la vida diaria de miles de personas.

Es evidente que en Brasil están dadas casi todas las condiciones para un fuerte estallido social. La polarización política luego de las dos vueltas de las elecciones presidenciales de finales del año pasado ha dejado al país con dos inmensos bloques políticos definidos, uno que apoya al presidente Lula mientras el otro sigue fiel a Bolsonaro, un militar en retiro, quien en su tiempo en el ejecutivo se caracterizó por copiar el estilo Trump en casi todas sus facetas populistas y desinformativas.

Por el otro lado, millones de brasileros de bajos recursos volvieron a darle su apoyo incondicional a Lula da Silva, pese a pasar 580 días en prisión a raíz de un controvertido juicio marcado por claros matices políticos, en el cual un cuestionado magistrado judicial lo encontró culpable de varios delitos, a lo que el actual mandatario respondió en su momento que se debió a una cacería de brujas por revanchismos partidistas.

Si alguien pensó semanas atrás que el ataque al congreso de los Estados Unidos era un hecho aislado, parece que se equivocó. Lo ocurrido en Brasilia nos está demostrando que el mismo lenguaje desinformador-populista-conservador de ciertos personajes sigue con mucha fuerza. Y ojo que este fenómeno lo tuvimos cerca en Canadá con el Freedom Convoy y por lo tanto es claro que este evento en el Sur del continente aviva las pasiones y vigoriza a muchos fanáticos.

Y precisamente ese debería ser el mayor temor de las y los canadienses, cómo parar a esos miles de fanáticos de derecha, quienes piensan que hay poderes supraterrenales que nos quieren controlar con mascarillas o restricciones de salubridad. Y nosotros sabemos que pese a las toneladas de información que circulan por doquier, aún así persisten millones de personas que se niegan a aceptar lo evidente, los hechos tangibles.

Por desgracia, como la historia lo ha demostrado, también con ello surge otro pseudo líder, de esos que se creen los salvadores del país, que capitaliza el momento al reclutar estas personas para llevarlas a sus rebaños electorales y luego empujarlas hacia demostraciones vandálicas como hemos visto en Washington, Ottawa y Brasilia y ojalá que no se repitan más.