FRANCISCO REYES / TORONTO /
Las temperaturas de esta semana, con cielo despejado y sol completamente radiante, invitan a salir del encierro y caminar las calles de la urbe. Así hicimos, en busca de residentes hispanos que pudieran darnos respuestas acerca de la aprobación o rechazo al proyecto de ley sobre la eutanasia, que se cursa en el Parlamento federal de Canadá.
“No estoy de acuerdo con que se apruebe la eutanasia. Primero, porque nadie tiene derecho a quitarle la vida a otra persona. En segundo lugar, considero que hay momentos en que una persona con una enfermedad terminal se podría sanar, de ocurrir un milagro de la providencia”, fue la respuesta rotunda del técnico en computadora Claudio González Bello.
Como nota curiosa, González Bello nació en la provincia de Quebec, de padres canadienses, y fue adoptado a los pocos años de edad por un matrimonio sin hijos de la República Dominicana, que se lo llevó al país caribeño donde fue criado y recibió educación en español, pensando como dominicano.
Hace apenas varias semanas regresó a Canadá, “hispano-americanizado”, sin reconocer nada de su tierra natal, hablando sólo el idioma cervantino, para quedarse definitivamente, iniciando un proceso de búsqueda de sus padres biológicos, pero ahora con el nombre con que fue declarado y bautizado en la provincia francófona.
A principio de febrero, apegada a los marcos legales, la Corte Suprema de Justicia decidió que los canadienses, bajo “circunstancias específicas”, podrían “tener derecho” a solicitar de un médico “ayuda” para morir.
El martes 24 de febrero, el líder opositor Justin Trudeau solicitó la creación de un comité parlamentario especial para consultar a expertos y al público sobre su opinión acerca de la eutanasia.
Contraria a la respuesta de González Bello, la abogada de origen colombiana Marioni Riascos Morillo dijo: “Estoy de acuerdo con el suicidio asistido para personas con enfermedades terminales, como un acto de caridad hacia ellas”.
Tan pronto se hizo pública la petición de Trudeau, la Asociación Médica Canadiense (CMA) emitió un breve comunicado de apoyo, considerando que “el gobierno federal juega un papel muy importante en el debate del suicidio asistido”.
En nuestro recorrido abordamos a dos estudiantes hispanos inscritos en la carrera técnica de Community and Justice Services que cursan en el Humber College. Amy Olalla, estudiante de origen ecuatoriano pero nacida en Canadá, dijo que veía la aprobación del proyecto de ley como una necesidad, “en cuanto a que sólo la persona enferma es quien sabe lo está sufriendo y prefiere mejor no estar viva. Creo que, si lo solicita, como solución a su problema, que se le aplique esta determinación”.
Pero Fabio Accordino, hispano de origen argentino nacido también en Canadá, no estuvo de acuerdo con la posición de la señorita Olalla, su compañera de estudios. “Como cristiano pienso que Dios es el dueño de la vida humana. Él sabe el tiempo en que uno se tiene que morir. No estoy de acuerdo con la eutanasia”, respondió en un español con acento.
En enero, tras revisar las regulaciones para aplicar este método de supresión de la vida, la CMA llegó a la conclusión de que se permitiera a los médicos “seguir su conciencia” para decidir si era necesario optar por el suicidio asistido, dentro de los “marcos legales”.
El estudiante de ingeniería Lander Soto, de origen venezolano, quien trabaja para una telefónica de esta ciudad y reside en Mississauga, es contario a la posición de los galenos, argumentando que “está fuera de lo religioso y de lo humano permitir que una persona decida que se le aplique este método”.
Sólo una persona se mostró indiferente frente al tema del debate. “Me da lo mismo que la aprueben o no. Si me llega a tocar ser un enfermo crónico, quizás termine aceptando el suicidio asistido”, dijo el obrero fabril Erasmo Cerna, de Guatemala.
La Corte Suprema ha dado al Parlamento un año para legislar sobre el anteproyecto con regulaciones específicas.
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