OSCAR VIGIL / TORONTO /
Anecdóticamente se dice que la parlamentaria Cristina Martins es una hija adoptiva de la comunidad hispano-latina de Toronto, y la afirmación parece ser completamente cierta. La semana pasada organizó un evento en el que decenas de miembros de la comunidad celebraron con ella el Mes de la Herencia Hispano-Latina.
A las siete de la noche ya el salón estaba prácticamente lleno. Los invitados tendrían que haber sido básicamente ciudadanos del día a día que viven en el área de Davenport, es decir en el cuadrante comprendido más o menos entre las calles Roger al norte y Dundas al sur, y Keele al oeste y Oakwood al este, en la zona oeste de la ciudad.
Sin embargo, a la hora de las horas se les coló mas de algún empresario, académicos y dirigentes comunitarios, todos interesados en participar de una celebración muy sentida, organizada por alguien en teoría ajeno a la comunidad pero que sin embargo hoy por hoy la está apoyando muchísimo más que algunos de sus legítimos hijos.
Cristina Martins hizo su arribo al Restaurante Lula Lounge cuando ya la comida estaba servida: viandas con empanadas colombianas, tostadas latinoamericanas y tacos mexicanos (de carne, de frijoles y de vegetales, porque hoy los vegetarianos están de moda). Las ensaladas y las salsas obviamente no podían faltar, con picante y sin picante para un público diverso en países de origen y por tanto también en tradiciones culinarias.
Los miembros de la tercera edad eran sin duda el grueso de los asistentes, pero también abundaban los jóvenes y adultos a quienes más allá de las tradiciones los une una misma lengua, hablada en más de 20 países y que en Canadá se ha ubicado en el tercer lugar de las más apreciadas.
Después de saludar a prácticamente cada uno de sus más de cien invitados, Cristina, como la llaman familiarmente los hispanos, subió al escenario. “Hoy no es día para discursos sino que un día para celebrar”, dijo con desenfado a un público que la mira como una amiga, esa amiga a la que le puede confiar un problema y también pedir un favor, y un favor de cualquier tipo: desde ayuda para encontrar casa accesible hasta la introducción de una legislación de alto calibre.
Pero esa no era una noche para discursos ni para palabras grandes dijo Cristina. Era una noche para celebrar por primera vez en la historia de la comunidad el logro de contar con un espacio en el tiempo, un mes en el año, para mostrar a la sociedad canadiense la riqueza de los canadienses que provienen de Latinoamérica o de España.
“Lo hicimos”, dijo en el estrado, hablando en plural ya que el mérito no se lo abroga para ella misma. Agradeció a las personas y a las organizaciones que participaron en el esfuerzo, pero sobre todo esa noche hizo énfasis en los verdaderos dueños de la fiesta: los cerca de medio millón de Hispano-Latinos en Ontario para quienes está dedicado el Mes de Octubre.
“Me siento extasiada, muy honrada por el calor, por el apoyo de toda la comunidad. Me han dado la bienvenida en la comunidad y desde que comenzamos el primero de octubre puedo ver como la comunidad se une. Me siento muy bienvenida en medio de todos, y a la vez me siento como una muy pequeña pieza en medio de todos al ver como la comunidad celebra junta”, explicó.
Es de admirar la humildad en lo que dice, pero realmente su papel no ha sido nada pequeño sino que por el contrario ha sido fundamental en el esfuerzo por colocar todas las piezas juntas en este proceso de construcción comunitaria.
Así, esa noche en el Lula Lounge, todo mundo reconoció ese inmenso legado que esta parlamentaria de origen portugués le ha proporcionado a los hispanos-latinos en Toronto: un mes de visibilidad ante la sociedad canadiense.
Pero como el evento no era para discursos sino que para celebrar, los agradecimientos fueron más privados y más cálidos de parte de los asistentes. Abrazos, besos y apretones de mano, mientras en el escenario el grupo musical hispano comenzaba a afinar sus notas.
Fue una noche de celebración, de buen ambiente, de música y de baile, no de discursos ni de palabras acartonadas. Pero fue también una noche de agradecimiento para una de las hijas adoptivas más queridas en la comunidad.