POR GILBERTO ROGEL* / TORONTO /
Cuando el arreglista y compositor español Rafael Ferro escribió la canción “Cómo han pasado los años, las vueltas que da la vida”, que luego inmortalizaría Rocio Dúrcal, nunca imaginó que en la vida diaria de muchas naciones su letra también tendría mucha similitud. Para muestra tres ejemplos que nos van a ilustrar de mejor manera la turbulenta vida política en algunos países de América Latina, en donde los que hasta hace poco tiempo eran malos ahora son buenos y viceversa.
Vamos a comenzar quizás con el mejor ejemplo de esta situación. El presidente de Venezuela, Nicolas Maduro, hasta hace pocos meses etiquetado como uno de los maléficos “Tres Jinetes del Apocalipsis”, ahora, como por arte de magia ha pasado a convertirse en una persona decente y en un posible socio de confianza. Pero la pregunta que muchos nos hacemos es ¿Cómo pasó este milagro? ¿Será que el comandante se volvió religioso o algo así?
Bueno quizás hace falta un poquito de historia. Hace un par de años en este mismo espacio escribí una columna crítica contra el presidente Maduro, en la cual aseguré que su gobierno estaba cerca de caer en cualquier momento debido al estrangulamiento económico de la comunidad internacional, encabezada principalmente por los Estados Unidos, quien de paso estaba metiendo millones de dólares en ayuda para la oposición interna.
Uno de los amables lectores escribió y aseguró que mi posición era errónea porque en ningún momento había considerado los enormes avances sociales que en los años del chavismo se habían logrado en beneficio de los sectores pobres. En esencia, el amigo lector solo se quedó con una parte de mi explicación, porque yo no desmeritaba los logros sociales, sino por el contrario, decía que Nicolas Maduro no tenía la visión ni el carisma de su antecesor, además que el bloqueo se hacía cada vez más fuerte.
Ahora, con el pasar de los tiempos y las vueltas increíbles de la vida, debo admitir que quizás me equivoqué en subestimar a Maduro. Personalmente sigo creyendo que al gobernante venezolano le queda grande la camiseta de líder y su permanencia en el poder depende de oscuros compadrazgos con la jefatura de las fuerzas armadas, bueno pero eso son otros cinco pesos.
Lo que sí es cierto es que Maduro ha aguantado el asedio de los Estados Unidos por muchos años y se ha defendido con uñas y dientes. Y como el ajedrez político mundial cambia en segundos, llega la nueva administración de Joe Biden, hoy metida de cabeza contra Rusia, y busca socios en los lugares menos esperados. ¡Bingo! aparece Venezuela. Por increíble que parezca, Nicolas Maduro podría darle a los Estados Unidos el petróleo que hoy necesita más que nunca y Venezuela podrá volver a respirar gracias a las millonarias reservas de crudo que necesita procesar para aliviar la crisis interna.
Pero en política nada está escrito. Y aquí vamos a nuestro segundo y tercer caso, curiosamente ambos en Perú, en donde el presidente Pedro Castillo está a un punto muy cercano de ser destituido por vendettas políticas de supuestos líderes de minúsculos partidos que no representan a la mayoría de los peruanos, pero que durante mucho tiempo controlan la maquinaria del poder en este país.
Paralelamente, y casi en sincronía en los tiempos, otro grupo de políticos derechistas con el respaldo de una cuestionada Corte de lo Constitucional logran la liberación del expresidente Alberto Fujimori, una de las figuras políticas más polarizantes de Perú en los últimos 40 años, supuestamente por quebrantos de salud que ameritan que salga de prisión con muchos años de anticipación.
El ex mandatario de 83 años, convicto por graves violaciones a los derechos humanos de la población civil y con evidentes pruebas de corrupción en su gobierno, ahora sale de prisión como un anciano que merece compasión y cariño. Otra vez vemos cómo la historia se repite y ahora los malos violadores de los derechos humanos se vuelven buenos por arte de magia.
Como lo hemos señalado en otras ocasiones, es evidente que esas oscuras estructuras políticas derechistas tradicionales en Perú, con el fujimorismo a la cabeza, tienen cooptadas casi todas las instituciones, por lo que era de esperarse que en cualquier minuto enfilarán sus baterías contra Castillo para bloquearlo y evitar que gobernara con libertad.
Es claro que el futuro político de Castillo va cuesta arriba, y no será nada de extrañarse que todas esas fuerzas políticas derechistas de vieja guardia se coaliguen y decidan su destitución como ha pasado con los tres mandatarios anteriores. Las tristes vueltas que da la vida hay veces que son predecibles y siempre van de la mano de quien detenta el poder.
En resumen, otra vez en América Latina estamos viendo como estas vueltas que da la vida nos ponen en un momento particularmente especial para ver el desempeño de tres personajes políticos latinos, cuyo futuro dependerá de su relación con estructuras políticas enquistadas en sus respectivas sociedades.
*Gilberto Rogel es un periodista de origen salvadoreño radicado en Toronto, quien se especializa en temas de libertad de expresión en América Latina.