FRANCISCO REYES / TORONTO /
En el panteón de la mitología romana existía un dios llamado Janus o Jano, representado con dos caras que miraban de perfil. Era el dios de las dos puertas; el dios de los comienzos y los finales.
¿Por qué Jano era representado con dos caras? La razón hay que buscarla en el tiempo, como tal. Una cara miraba hacia el pasado (el año que se ha ido) y la otra, hacia el futuro (el año comenzado). Por eso, Julio César le dedicó el primer mes del año: Ianuarius o Januarius.
Con el tiempo, el término latino Januarius evolucionó en otras lenguas. En inglés quedó como January. En francés, Janvier. En portugués, Janeiro. En castellano, Enero, perdiendo la jota.
Para los romanos, representados en Jano, era importante observar el pasado, tenerlo en cuenta para no repetir en el año que se tenía por delante los errores cometidos en los años que ya habían transcurrido.
Muchos seres humanos viven el presente y nada más. Restan valor al pasado. No toman en cuenta las experiencias positivas y negativas ya vividas, y miran el futuro sin perspectiva. Por eso, caen (caemos) en los mismos errores del ayer.
La división del tiempo en pasado, presente y futuro existe sólo en la mente humana para fijar los acontecimientos en la realidad espacio-temporal que nos toca vivir.
Desde el punto de vista ontológico, el tiempo es único y lineal continuo, como se puede extraer del libro “La Intuición Creadora”, del filósofo francés Henry Bergson. Aunque no tomó en cuenta que el tiempo es también como una rueda que se desplaza, mientras va girando, girando sobre sí misma. Es lo que el filósofo italiano Vicco llama “ciclos históricos”.
No hay una divisoria en el presente que diga dónde termina el pasado y dónde comienza el futuro. Pero sí existe una divisoria entre lo (bueno o malo) que hice ayer, y lo (bueno o malo) que podría hacer mañana. Esto indica que las consecuencias de nuestros actos futuros pueden prevenirse, evitando los errores.
Millones de adultos, en algún momento de nuestra juventud, tuvimos altos sueños y nobles ideales de “querer ser alguien para hacer algo” en la sociedad. Fuimos “idealistas”, ansiosos de alcanzar una carrera profesional para contribuir con la transformación del mundo. Unos llegaron, otros se quedaron en la mitad del camino debido a circunstancias específicas.
En sus reflexiones sobre el “Yo” como ser humano, el filósofo español José Ortega y Gasset nos advierte que no basta con “querer ser”, sino también que hay que tomar en cuenta los factores que nos rodean: “Yo soy yo y mis circunstancias”, señala con precisión para indicarnos que éstas, como realidades concretas, muchas veces determinan nuestro querer “hacer algo” -en- el- mundo.
El comienzo del 2018 nos fuerza a ser como el dios romano de dos rostros. Nos obliga a reevaluar el pasado. Preservar lo positivo habido en él, y no perder de vista los errores que podrían repetirse, cambiando el rumbo del presente-futuro por recorrer.
Significa admitir ante uno mismo, ante otros y ante Dios, nuestras propias faltas, a sabiendas de que el ser humano tiende a revelar sólo lo bueno que ha hecho y ocultar sus “metidas de pata”, diciendo verdades a medias.
Vivir el presente significa estar atentos como Jano, dando la cara a los problemas causados por nuestra falta de prudencia, con el fin de evitar que los resultados sean peores y se salgan de control. Los cementerios y las cárceles están llenos de seres que no midieron las consecuencias de sus actos.
El futuro no es una lotería. Ciertamente, hay circunstancias que no podemos evitar, pero podemos planificar el mañana, con la prevención de los obstáculos que puedan presentarse. Siempre con la cara frontal de Jano.
El dios de las dos caras no es tan sólo una divinidad mitológica, sino también una alegoría que nos lleva a hacer un “alto en el camino” y cuestionar si lo que hemos hecho ha sido correcto o no. Nos invita a rectificar en un giro de 180 grados lo erróneo de nuestra conducta en el seno de la familia y de la sociedad, porque lo que hacemos repercute en ellas. Nuestra historia personal está unida a la historia de los demás: es historia colectiva.
No en vano decía un pensador: “Pueblo que olvida su historia, está condenado a repetirla”. Jano representa a todos los pueblos, que deben estar vigilantes sobre lo que fue su pasado y qué anhelan ser en el futuro.
Como la rueda que se desplaza en el camino, los pueblos tienden a repetir ciertos ciclos negativos que sólo pueden evitarse si, como colectividad, tienen conciencia histórica.
Todos, como individuos y como pueblo, como si tuviéramos las dos caras de Jano, estamos llamados a la toma de conciencia histórica desde el presente para asegurar nuestro porvenir.
*Francisco Reyes puede ser contactado en reyesobrador@hotmail.com