POR GUILLERMO FERNÁNDEZ AMPIÉ* / MEXICO /
La victoria electoral de Gabriel Boric el pasado 19 de diciembre, futuro presidente de Chile, ratifica el giro por el que América toma distancia de los políticos de derecha y extrema derecha aliados incondicionales de Estados Unidos. Esta tendencia se reveló con el triunfo de Luis Arce Catacora, en las presidenciales de Bolivia realizadas en octubre del 2020, y se reforzó con el triunfo del Partido Libre que llevó a la progresista Xiomara Castro como candidata a la presidencia de Honduras durante los comicios realizados tan sólo unas semanas antes de las elecciones chilenas.
Fueron inútiles los esfuerzos para evitar el triunfo de las fuerzas progresistas que realizaron los sectores más conservadores latinoamericanos que quisieron apuntalar la candidatura de José Antonio Kast, quienes recurrieron a Mario Vargas Llosa como la artillería pesada de su propaganda reaccionaria y anacrónicamente anticomunista. Como bien señaló Andrés Manuel López Obrador, presidente de México, en esos desesperados esfuerzos realizado por la derecha latinoamericano quedó en evidencia la decadencia política del laureado escritor de origen peruano y ahora flamante ciudadano español.
En el seminario “Las relaciones Estados Unidos-Iberoamérica: perspectivas políticas y económicas”, realizado en el Estado de Florida, Estados Unidos, el pasado diez de diciembre, un alarmado y angustiado Vargas Llosa alertaba que “en estos días podríamos estar perdiendo América”, en clara alusión a las presidenciales chilenas que se realizarían unas semanas después. Este evento fue organizado por la Fundación por la Libertad que preside el propio escritor, y el Instituto Interamericano para la Democracia, de Estados Unidos, financiado por la National Endowment for Democracy, la misma institución que en la década de los años ochenta del siglo pasado financió la ilegal e injusta guerra que grupos contrarrevolucionarios hicieron contra el gobierno sandinista de aquella época.
Ante reconocidos portavoces ideológicos de la derecha internacional, como el expresidente ecuatoriano Lenín Moreno, la costarricense Laura Chinchilla, el ex mandatario mexicano Ernesto Zedillo, la presentadora de noticias de CNN María Elvira Salazar, ahora fervorosa congresista republicana, y el juez que en 2016 prefabricó el caso judicial contra Luiz Inácio Lula da Silva para sacarlo de la carrera presidencial brasileña, Vargas Llosa insistió en que América iba por mal camino y que el probable triunfo electoral del colombiano Gustavo Petro sería “una catástrofe”.
Ante todos esos augurios y el tono histérico utilizado, es legítimo preguntarse a nombre de quién habla el afamado escritor cuando afirma que “estamos a punto de perder América”. ¿A nombre de Estados Unidos? ¿De los oligarcas latinoamericanos? ¿De los empresarios y las grandes compañías transnacionales? ¿De todos ellos? Difícil saberlo. Lo seguro es que no está hablando en nombre del ciudadano común y corriente de América Latina, del trabajador y desempleado que se las ve realmente difícil para alimentar a sus hijos y enviarlos a la escuela. Ciertamente tampoco habla en nombre de los miles de migrantes que huyen de la situación creada por el modelo socioeconómico que tan vehementemente defienden, o agravadas por las sanciones económicas que en su arrogancia imperial Estados Unidos y la Unión Europea imponen a los países de economía débil.
Esos ciudadanos de a pie son los que eligieron a Boric y a Xiomara Castro para gobernar sus naciones, ellos los convirtieron en los políticos más votados en la historia de sus respectivos países. La elección de ambos personajes también sienta otro precedente histórico, Castro por ser la primera mujer que gobernará Honduras y Boric porque será el mandatario más joven en la historia chilena. Tanto Boric como Castro abrirán nuevos caminos para sus países.
En Chile, la Asamblea Constituyente instalada en julio del año pasado avanza en desarmar la estructura jurídica que el dictador Augusto Pinochet dejó bien amarrada ante de verse obligado a pasar a retiro. Podría afirmarse que con las labores realizada por los constituyentes la transición avanza verdaderamente, tanto en alcances como en profundidad. En Honduras, el Partido Libre, la agrupación de Castro, también se propone como uno de sus principales objetivos la refundación de su país. Ojalá logre su cometido, pues eso sería la prueba de que su triunfo se traduce en un verdadero cambio.
Por ahora no queda duda de que la elección de ambos políticos en geografías y sociedades tan disímiles y distantes también es señal de otra tendencia que se está abriendo paso en la región: la de la necesidad de renovar el discurso y los rostros de la izquierda, abriéndolo a nuevas generaciones y a las nuevas sensibilidades y exigencias de los y las habitantes más jóvenes de la región, y que tiene que ver con los temas de género, sexualidad, el medioambiente, la defensa de los territorios y comunidades indígenas, y otros similares. A estos sectores es a los que Boric y Castro deberán de responder en primer orden. En caso de defraudarlos, entonces sí sería “una catástrofe”, porque una vez más la democracia perdería sentido frente a los sectores económicamente marginados.
*Guillermo Fernández Ampié es un periodista nicaragüense con doctorado en Estudios Latinoamericanos, quien actualmente es catedrático de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).