FRANCISCO REYES / TORONTO /
La muerte la semana pasada de doce ciudadanos sirios, entre ellos tres miembros de una familia ahogados en aguas de Turquía, país donde se habían asilado temporalmente, pone al descubierto la crisis de los refugiados alrededor del mundo y también los fallos del sistema migratorio canadiense, ante este problema de proporciones históricas.
El naufragio de los sirios en Bodrum, Turquía, es la consecuencia inmediata del mayor éxodo de inmigrantes desde la Segunda Guerra Mundial, que tratan de escapar de las persecuciones en sus propios países, en el Oriente Medio y en África.
Aunque Canadá no está envuelto directamente en la crisis mundial de los refugiados, no deja de ser parcialmente culpable, en cuanto que los tres miembros de la familia naufragada –una madre y sus dos niños, salvándose sólo el padre- iban como polizones en la embarcación con destino a Grecia para desde allí intentar reunirse con familiares en nuestro país.
Pero dolorosamente hacía falta que la foto del menor de los hermanos ahogados diera la vuelta al mundo para despertar la conciencia colectiva que reclama a las naciones poderosas una rápida intervención para solucionar esta problemática creciente.
En el caso de los refugiados sirios, éstos están triplemente afectados por la situación interna de ese país. Por un lado, la guerra civil que se libra desde hace años para deponer al presidente Bashar Al Assad.
Por otro lado, la persecución religiosa desatada por el grupo extremista Estado Islámico (ISIL) y, en tercer lugar, por los bombardeos de la coalición militar dirigida por Estado Unidos, y de la que Canadá forma parte, con sus aviones de combate para desenraizar al ISIL, pero que producen “daños colaterales” a la población civil.
La población civil ha sido la más afectada por estas tres acciones bélicas, que constituyen serias violaciones a los derechos humanos ante la indiferencia del mundo.
Cifras de la ONU elevan el número de refugiados sirios en 4, 088,078 personas de todas las edades y se estima que 7, 600,000 personas han sido desplazadas dentro del territorio de este país del Oriente Medio.
Al 27 de julio de este año, Canadá ha admitido solamente a 2,302 refugiados sirios, pese a la elevada cantidad de solicitantes de refugio, desde Siria, debido a que tienen familiares en este país.
Reportes de la prensa internacional dan cuenta de que Abdulá Kurdi, único sobreviviente de la familia de cuatro miembros, había solicitado refugio en Canadá desde Turquía, pero que no fue aceptado. Las Autoridades de Inmigración de Canadá han desmentido la noticia, no obstante un tío político de los niños ahogados, quien reside en Vancouver, ha reiterado que la solicitud de refugio había sido cursada.
Ahora, el padre de las víctimas rechaza el ofrecimiento de Canadá para que resida en este país. Al mismo tiempo, Abdulá Kurdi ha pedido a los sirios que rechacen toda oferta de refugio en Canadá a la vez que deplora a la comunidad internacional por sufrimientos como el suyo y pide se sensibilice con la crisis.
Cuando miramos hacia el pasado, con respecto a los refugiados centroamericanos, nos damos cuenta de cómo ha cambiado la política migratoria de Canadá. Refugiados de Guatemala, El Salvador, Honduras y Nicaragua solicitaban asilo desde un segundo país y de inmediato se les aceptaba, al considerar la situación de guerra de la región.
Pero, al parecer, se piensa que, por el hecho de que una persona resida en el Oriente Medio o en el Norte de África, tenga vínculos con el extremismo islámico.
La reputación internacional de Canadá, en materia de refugio, ha descendido en los últimos años.
La noticia de la tragedia de los sirios ha alcanzado la campaña electoral que se lleva a cabo en Canadá. Tom Mulcair, candidato por el NDP, ha pedido al Departamento de Inmigración que aumente a 20,000 la cuota de refugiados sirios. Justin Trudeau, líder del Partido Liberal, pide que sean por lo menos 25,000. Sin embargo, el gobierno mantiene una cuota baja para Siria, pese al éxodo masivo de personas que huyen de aquel país, con la esperanza de encontrar un mejor país donde puedan rehacer sus vidas.
Las autoridades canadienses deberían considerar que el caso de Siria, como lo fueron los países centroamericanos hace décadas, es de auxilio extremo.
La cantidad de niños y ancianos que han abandonado Siria sin saber siquiera por qué huyen de su país, es alarmante. Muchos han muerto por deshidratación, por inanición y debido a la profunda tristeza que los embarga.
Como inmigrantes que hemos sido, los latinos hispanos estamos llamados a ser solidarios y a dejar escuchar nuestras voces, pidiendo una mayor intervención del gobierno en el caso de los refugiados del Oriente Medio y África, para que se aumente la cuota de aceptación.
Pero, a la vez, para que junto a otras naciones Canadá aporte soluciones a los problemas políticos de esa región.
*Francisco Reyes puede ser contactado en reyesobrador@hotmail.com