Bienvenidos a Ontario, la provincia canadiense en donde casi nadie se queja

POR GILBERTO ROGEL* / TORONTO /

Las y los canadienses somos conocidos a nivel mundial quizás por dos cualidades importantes:  La primera, por nuestro sentido de amabilidad, y la segunda, por nuestra convicción de pacificación, rasgos que han caracterizado a esta nación desde su nacimiento. Sin embargo, yo me voy a atrever a señalar otro elemento que nos caracteriza y va en sentido negativo, y es el acomodamiento colectivo ante situaciones o hechos que nos afectan a todas y todos, pero curiosamente casi nadie se queja.

Quisiera comenzar por mencionar el hecho más reciente de estos hechos. Hace pocos días el Premier de Ontario, Doug Ford, o sea la máxima autoridad política de la provincia, fue reelegido por el porcentaje más bajo en toda la historia electoral del país. Según los datos oficiales, más del 50 por ciento de la población en edad de votar prefirió quedarse en casa y no emitir su voto.

Para un inmigrante latinoamericano, como en mi caso, resulta llamativo cómo en Canadá existen muchas formas para emitir el sufragio de forma segura y sin temor a manipulaciones partidistas. Desde el llamado voto adelantado, el voto por correo, la accesibilidad de los centros de votación y los horarios de los mismos. Técnicamente hablando, no hay excusa para no votar, a menos que la población que no lo hizo haya tomado esa decisión basada en criterios subjetivos y no realistas.

Y precisamente este quizás fue el caso de esta pasada elección en la provincia. Curiosamente el Partido Conservador, o algo así como el partido más cercano a lo que conocemos como la derecha política, ha gobernado la provincia en los últimos 4 años, y durante este periodo sus acciones han sido más enfocadas en cortar o reducir al mínimo la mayoría de los beneficios sociales ganados a pulso en épocas anteriores.

De igual manera, fue evidente que este gobierno tiene una deuda pendiente en materia de protección al medio ambiente y, particularmente, con la población de la tercera edad, quienes fueron los más afectados en la primera etapa de la pandemia; pero nada de esto pesó para que la población fuese a votar, más por el contrario, el Premier Ford ganará más escaños en el parlamento y a la vez incrementará su presencia en lugares tradicionalmente muy progresistas, como Toronto y sus cercanías.

En este mismo contexto, el Premier prometió en su campaña que buscaría reducir el precio de los combustibles, sin embargo a la fecha la provincia de Ontario es una de las regiones canadienses en donde se compra el combustible más caro en todo el país. Pese a ello, parece que a muchos votantes no les importa seguir pagando más por los combustibles aun y cuando no se vislumbran señales de mejoría a corto plazo.

Y es acá en donde destaca el hecho que esta apatía electoral tiene muchas consecuencias negativas para el futuro de nuestras sociedades. Por ejemplo, el Premier Ford, sin una oposición seria y fuerte que lo haga rendir cuentas de sus acciones, tendrá cuatro largos años para continuar a sus anchas con sus políticas de cortes sin que nadie se queje. Como dijo un columnista recientemente, si usted no se tomó la molestia de ir a votar, no se queje de las decisiones arbitrarias de un gobierno que fue electo por una minoría.

Como lo decía al inicio de esta columna, es curioso cómo mucha de la población de la provincia – principalmente aquellas y aquellos que venimos de países en donde la política es el pan de cada día y se vive a toda intensidad- no se involucra en la vida electoral. Una experta en esta materia nos decía recientemente que mucho tiene que ver con la disgregación que existe entre las comunidades latinoamericanas, lo cual lleva a que el voto latino no sea tan decisivo como está ocurriendo en otras regiones en donde las y los candidatos de otras etnias están ganando mucho espacio.

En resumen, la parte positiva que se puede sacar de esta experiencia política en la provincia de Ontario es que a partir de esta fecha se puede comenzar a trabajar en esfuerzos ciudadanos encaminados a fortalecer la educación cívica, y no estamos hablando de apoyar a un partido político en particular, sino más bien que nuestras comunidades conozcan sus derechos y obligaciones, pero obviamente este no será un resultado que se lograra de la noche a la mañana. En pocas palabras, comencemos a quejarnos y a demandar rendición de cuentas de nuestros gobernantes y a la vez busquemos incidir en las decisiones importantes.

*Gilberto Rogel es un periodista de origen salvadoreño radicado en Toronto, quien se especializa en temas de libertad de expresión en América Latina.