OSCAR VIGIL / TORONTO /
Tomo prestadas las palabras de mi amigo Luis Carrillos para advertir que si algunas letras de esta columna aparecen borrosas, es porque probablemente se me ha resbalado alguna lágrima. Y si eso ha sucedido, es porque en estos momentos estoy molesto, muy molesto.
Estoy molesto con Elizabeth Martínez (Betty), con Néstor Hernández Marroquín, y conmigo mismo.
Con Betty estoy molesto porque se dejó ganar la partida, porque perdió su última batalla, la batalla final, y porque al haberla perdido ha dejado un vacío enorme en nuestras vidas.
Las cosas ya no van a ser lo mismo para Néstor, su esposo, ni para sus hijos Carlo, Carla y Wendy. Tampoco van a ser lo mismo para nosotros, sus amigos.
Su ausencia duele. Le duele mucho a Néstor, Carla, Carlo, Wendy y a todo el resto de su familia, pero también nos duele mucho a sus amigos, a quienes la quisimos. Y nos duele mucho particularmente a Carolina y a mí, así como también a nuestros hijos, ya que compartimos con ella las cotidianeidades de la vida.
Carlo, Carla y Wendy tienen las mismas edades de nuestros hijos, y prácticamente desde que mi familia y yo inmigramos a Canadá, siendo Néstor y yo colegas en el periódico Correo Canadiense, a nuestras familias las unió una muy fuerte amistad.
Compartimos celebraciones, problemas y retos juntos. Disfrutamos asados, salidas y actividades en prácticamente cualquier época del año. Pero particularmente disfrutamos juntos las celebraciones de fin de año durante muchísimos años. Eran noches en las cuales tanto los adultos como los niños disfrutábamos a más no poder. Y Betty siempre estuvo en el centro de estas celebraciones.
La conocimos en sus altos, en sus bajos, en sus indecisiones, en sus anhelos, en sus realizaciones. Realmente extraño esos momentos, los cuales lamentablemente nunca volverán. Su partida es sin lugar a dudas una perdida muy difícil de asimilar.
Es por eso que también estoy muy molesto con Néstor, porque después de más de una década de compartir como amigos, como familia, es muy poco lo que puso de su parte durante los últimos meses para continuar con esa férrea amistad que nos ha caracterizado. Y con esa inacción, nos privó de compartir los últimos meses de vida de Betty. Eso es inexcusable.
Pero también estoy muy molesto conmigo mismo, porque tampoco hice lo suficiente.
Sin embargo, ya es demasiado tarde para lamentarse. Lo mejor es ver hacia adelante, hacer al mal tiempo buena cara y comenzar a celebrar la memoria de esa mujer que llenó de alegría y felicidad a tantas vidas que le rodearon.
Porque Betty se ha ido físicamente de nuestro lado, pero su memoria, los recuerdos junto a ella, quedan con nosotros. La exquisita sazón de su arte culinario, la pericia de sus habilidades estéticas, su sonrisa, su buen humor, sus conversaciones, y sobre todo su inmenso corazón y su inagotable capacidad de dar cariño a los demás, nunca los vamos a olvidar.
Descansa en paz Betty, tu memoria está intacta y nos acompañará por el resto de nuestras vidas.
Para Néstor, Carla, Carlo y Wendy, va nuestro incondicional cariño y apoyo en este momento tan difícil. Estamos con ustedes.
*Oscar Vigil puede ser contactado en oscarvigil2015@gmail.com