POR HENRY UZURIAGA GONZALEZ* / TORONTO /
Estar en el exilio y ser parte del público que observa, analiza, disfruta o resiste una película documental, puede transformarse en una oportunidad para el reencuentro de las voces que se han opacado con el brillo de las lenguas otras, esas que tanto escuchamos en el día a día en el exterior.
“Las Razones del Lobo” puede ser considerada como un ensayo audiovisual en el que la autora hace una invitación a la desnudez de lo que somos como pueblo, en la película transcurren 50 años de cruenta guerra en medio un relato familiar que tiene como protagonista a su madre María Teresa Uribe, quien al parecer, vive una vida en cuerpo ajeno, con su constante lucha interna por cambiarlo todo y sin poder traicionar a su gente. Ver el documental me motivó a formularme algunas preguntas acerca de la producción con la que Martha Hincapié Uribe nos presenta su intimidad y a la vez rompe con esa mirada indiferente de una elite emergente que juzga todo desde su propio lugar, la película nos conlleva a cuestionarnos también por las razones del o de los lobos que han acechado al país.
Si bien la protagonista apoya su relato en el cuento de los hermanos Green: “Caperucita Roja y el Lobo” el título de la película recuerda al reconocido poeta nicaragüense Rubén Darío y su obra los motivos del lobo. El documental da cuenta de uno de los tantos relatos de nación, cuya vos principal en este caso representa al microcosmo de los privilegiados de clase, quienes también han padecido golpes de violencia en un país que se empeña en ensañarse contra sí mismo.
La autora expone en el transcurso de la película sus experiencias personales y familiares al interior del Club Campestre de Medellín, y define este espacio como una burbuja impermeable a la realidad de los excluidos, donde la realidad es vista a través de la TV. Ella demarca las fronteras entre un afuera y un adentro en una especie de apartheid a la inversa, donde el contacto con la pobrecía* solo se da a través del personal de servicio. Para algunos cinéfilos resultara interesante el paralelo que ella como autora y directora realiza entre el circo de los Tangarife “Hermanos Bross” y lo que han hecho los señores del poder con el país entero, transformándolo en un espacio para saltimbanquis y malabaristas que hacen de todo día a día para sobrevivir a los escenarios de miserias que genera el modelo neoliberal de desarrollo y que al pasar de los años nos sumerge en la escasez y la devastación ambiental.
Produce gran impacto y desconozco la intención narrativa con la que aparece la frialdad de los habitantes del Club Campestre y sus ideas con las que sustentan e impulsan la fumigación o la mal llamada limpieza social de los jóvenes de las comunas de Medellín y que también han sido replicadas en todas las ciudades del país donde habitan jóvenes marginados y excluidos como los que salen a la marcha.
La película empieza con unas elecciones y cierra con otra, las dos se caracterizaron por ser demostraciones de la tragedia nacional que nos enluta desde hace siete décadas, la una por el robo de las elecciones en 1970 por parte del partido conservador y la otra en 2016 por el vergonzoso no, que lideró el centro democrático y las iglesias evangélicas del país y que hasta hoy continúan haciendo trizas lo poco que se construyó en materia de paz.
Valoro y respeto el esfuerzo artístico de la autora al exponer y exponerse con su propia voz en este relato vertical que viene desde arriba, y que nos muestra en ocasiones que “los ricos también lloran” al cosechar los frutos de la violencia que han cultivado o ignorado durante décadas de confrontación entre pobres para beneficiar a los ricos.
¿Quien o quienes son los lobos? ¿Donde habitan las jaurías de lobos hambrientos? ¿De qué son capaces los lobos para conservar sus privilegios de clase? ¿Cuáles son las razones que les permiten dormir tranquilos después de su accionar? ¿Qué significa meterse en la boca del lobo?
La película de Martha Hincapié Uribe muestra una síntesis un tanto “rosa” de las sangrientas décadas de confrontación política y armada que se han dado en la nación, y aunque al ver la película se despierta la memoria de los nombres de millares de hombres y mujeres que desde su amor por el cambio y la transformación han sido borrados de nuestras agendas o de aquellos que esperamos su llegada tras años de desaparición forzada, no me es difícil ver en este reflejo de una hora y diez minutos que dura la obra a una elite indiferente, que ha sido incapaz de mirar y valorar al otro en su diferencia.
Son tantos los sueños que han sido estropeados por la lógica y las acciones de una barbarie incalculable sembrada por la clase dominante, que siento que a pesar de la valentía de la autora al romper con esquemas narrativos, se queda corta al decidir no pintar con sus fotogramas esa realidad de los de afuera. También siento que es generosa al mostrarnos al detalle desde un dron y múltiples cámaras a aquella burbuja de un club en su pleno furor; y a pesar de la matización hecha a través de símbolos que representan el dolor de las comunidades, nos confirma que ese mismo Club lleva casi 100 años, y que pase lo que pase seguirá allí, ya que la elite a la que representa continuará defendiendo sus intereses y viviendo en Colombia como si fuera la Europa Colonial.
Tengo la expectativa de poder escuchar algún día, las voces de los que no son de arriba y que ojalá surja una voz o muchas voces valientes y necesarias, que sean capaces de nominar lo innombrable y de sacar a flote los nombres y los rostros de los y las responsables de tanta maldad que ha padecido Colombia.
Las razones del Lobo, no obstante, y sin ser esa la apuesta de la autora, ni tampoco su promesa en el tráiler, contribuye a motivar el surgimiento de esos otros relatos silenciados por el poder o por la comodidad. A nosotros los de abajo, nos queda la opción de usar los medios tecnológicos y el conocimiento para poner nuestra propia voz y nuestra particular mirada al servicio de nuestra causa y poder mencionar a través de parlantes y grandes pantallas los impactos que la guerra ha dejado sobre nuestras vidas, incluyendo las narrativas desde el exilio y las ausencias del territorio, donde nos asustó alguno que otro lobo, de esos que con sus ojos de fuego tratan a la ciudad o al campo como si fueran su presa.
*Profesional en Estudios Políticos y Resolución de Conflictos. Especialista en Educación Ambiental. Miembro activo de Alianza de Solidaridad y Acción por Colombia CASA en Toronto.