POR GILBERTO ROGEL / TORONTO /
La semana pasada, este país que nos ha abierto los brazos a miles de inmigrantes cumplió 156 años de creación, luego de un largo proceso conocido como la Confederación Canadiense. Hoy, a siglo y medio después, este joven país sigue en la búsqueda de su propia identidad, pese a los graves problemas y divergencias que persisten.
Miles de latinoamericanos hemos llegado a este país por diversas razones y en condiciones variadas, pero me atrevería a pensar que la mayoría compartimos un mismo parecer, que pese a los múltiples issues que acá se viven, esta es una tierra en la que las diferencias políticas, culturales o ideológicas no son de vida o muerte y pueden dejarse a un lado.
Hace un par de días sostenía una conversación con una pareja de ciudadanos españoles que visitaban a un amigo acá en Toronto. Para estos ciudadanos europeos Canadá es un país subdesarrollado, una aseveración que me impactó muy fuerte y motivó una discusión larga, pero interesante.
En opinión de estas personas, Canadá está muy retrasado en aspectos claves si se compara con la mayoría de las naciones de la Unión Europea. Y ponían como ejemplo los carísimos seguros de los vehículos, la falta de profesionales de la salud pública, los altos alquileres en las grandes ciudades, y ya no se diga el sueño de comprar una vivienda digna, y por supuesto el alto costo de la alimentación.
No cabe duda de que las aseveraciones de estas personas no están tan fuera de la realidad diaria que se vive en las grandes urbes del país; sin embargo, ese mismo panorama me dejó reflexionando sobre el hecho positivo de ser inmigrante y a la vez sentirme canadiense.
Tratar de explicarles este dilema fue uno de los temas más complicados. Con los más de 15 años de haber emigrado ahora logro ver a Canadá con otros ojos, quizás con ojos más prácticos y menos románticos. Veo que las comunidades que poblaron estas tierras por primera vez experimentan problemas que tal vez nunca desaparecerán.
También logro ver que ciertas comunidades a las que ahora nos llaman Gente de Color, nos cuesta más adaptarnos e insertarnos en la sociedad, y con ello el proceso de volverse canadiense es más difícil para unos que para otros. Pero de igual manera entiendo que este proceso está ganando mucho espacio año tras año, y mucho de esto es un trabajo individual en la manera en que cada persona lo vive.
Sería una mentira decir y pensar que Canadá es el mejor país del planeta, estamos muy lejos de ello. Hay una serie de problemas que están ahí y que ameritan un aproach práctico y desapasionado, menos ideologizado, que quizás los políticos locales no tienen los pantalones para entrarle.
Lo que sí creo que es cierto es que pese a estos graves problemas el aporte que los nuevos inmigrantes estamos haciendo, al mismo tiempo estamos cambiando la cara del país y con ello nos estamos volviendo más canadienses pasito a paso. Felicitaciones a Canadá, pero en especial a nosotros, los pueblos que hacemos grande este país.
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