POR GILBERTO ROGEL / TORONTO /
Sin temor a equivocarnos podemos decir que Toronto, además de ser es una de las ciudades más multiculturales y coloridas del mundo, también es una urbe donde siempre pasa algo interesante. Y como muestra ha sido la súbita renuncia del Alcalde, John Tory de 68 años de edad, luego de aceptar un desliz amoroso con una ex empleada de 31 años, quien trabajó como su asesora de turismo por corto tiempo.
La noticia, que fue la comidilla de la prensa rosa durante varios días, también trajo a comparación el famoso caso del expresidente estadounidense Bill Clinton, quien al verse acorralado por un fiscal especial finalmente pidió perdón por su desliz con una pasante de la Casa Blanca, Monica Lewinsky, y como producto de su aceptación pública su país y su esposa lo perdonaron y continuo en el cargo, llegando a ser en la actualidad uno de los estadistas más respetados a nivel mundial.
Pero este no fue el caso de John Tory, el 65 Alcalde que ha tenido Toronto. El viernes anterior, luego de dirigir el consejo municipal en la aprobación de un presupuesto billonario de la ciudad, que por cierto otorgará más dinero a una cuestionada fuerza policial y reducirá o mantendrá limitados los fondos para ciertos programas de beneficio social, el ahora ex alcalde Tory cerró la puerta de la oficina a la que llegó a mediados de Octubre del 2014. Que si debió continuar en el cargo después de admitir su affair, que cuáles fueron las razones reales de su partida nadie quizás las conocerá, solo él, su familia y su círculo más cercano.
Como lo dijimos al inicio, Toronto es una ciudad muy interesante y la partida de John Tory solo corroboró este hecho, ya que quienes tenemos 20 años viviendo acá recordamos muy bien al anterior alcalde, el polémico Rob Ford, quien ascendió a la cúspide del jet set o gossip mundial por su desenfrenada vida pública, llena de drogas, alcohol y mujeres de la vida fácil, y todo ello con fondos públicos y totalmente documentado.
Todo lo contrario se esperaba de Tory. Descendiente de una de las familias más reconocidas y pudientes en el ámbito jurídico, político y económico del país, John Tory era algo diferente, quien se presentaba como una figura que retornaría la decencia al cargo de alcalde. No hace falta mencionar que su familia ha estado en este ámbito por décadas. Su abuelo, abogado de formación, fue uno de los fundadores de una de las empresas aseguradoras que ahora domina el mercado inmobiliario nacional. Su padre, otro abogado de renombre fue una especie de mano derecha de la dirección del emporio noticioso Reuters, y años más tarde vinculado con el gigante de las telecomunicaciones Rogers.
En definitiva, John Tory y su pasado ya quedaron en la historia de Toronto como una figura que pudo hacer mejor las cosas y no las hizo por un lío de faldas.
Ahora la oportunidad está lista para un cambio radical en la manera de manejar esta ciudad. Pero precisamente este momento no puede desperdiciarse con personas que todavía no han aclarado muchas dudas de su pasado, como es el hecho del ciudadano colombiano Gil Peñalosa, acusado de quebrantar la ley en su país, quien está buscando la silla edilicia de Toronto por segunda vez en menos de seis meses. El camino está abierto para figuras decentes y trabajadoras que rescaten la ciudad de este bache y la proyecten como la urbe mundial que es.