POR LUIS ALBERTO MATA* TORONTO /
Una pregunta inocente: ¿Por qué Canadá no ha anunciado todavía un conjunto de medidas de protección semejante a las que ofrece a los refugiados ucranianos, para abrir las puertas y proteger de igual manera a los refugiados de Yemen, y de varios conflictos en el África ardiente?
Las y los refugiados de Ucrania merecen ser bienvenidos a nuestro suelo, sin lugar a duda. Les esperamos con brazos abiertos. Celebro que Canadá haya flexibilizado con gran velocidad las regulaciones y ampliado de manera importante las cuotas de ciudadanos ucranianos que pueden venir al Canadá. Ellas y ellos merecen un mejor futuro para sus vidas. Pero ¿y los refugiados de los demás países? Responderé sin equívocos: ¡pienso que también lo merecen!
Es por ello por lo que estoy y estaré atento a que las mismas medidas que favorecen a quienes huyen de Ucrania se extiendan en un futuro muy cercano a las gentes humildes de Afganistán, Siria, Palestina, Somalia, Sudán del Sur, Libia, Colombia, Sahel, Lago Chad, El Congo y Yemen, entre otros graves conflictos que hoy ocurren en el mundo.
Si esto no sucede, y por el contrario no se condena las alambradas y los muros que se erigen para detenerles, entonces estaré muy triste, porque de acuerdo con los tratados internacionales, especialmente aquellos derivados de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, ACNUR, de los cuales Canadá es signataria, todas y todos somos iguales ante la ley, esencialmente ante los derechos humanos.
Cómo olvidar que una lluviosa tarde a finales de otoño en la histórica ciudad de Ginebra, en Suiza, tierra del inolvidable Juan Jacobo Rousseau, uno de los que inspira el nombre de mi hijo, un histórico 14 de diciembre de 1950, se firmó el mandato de dirigir y coordinar la acción internacional para la protección de los refugiados a nivel mundial. Desde entonces, la humanidad se hizo a la idea que, sin importar el color de la piel, el continente a que se pertenezca, el idioma que se hable, y la simpatía política que se exprese, todo ser humano en busca de protección, tendrá que ser escuchado y protegido sin discriminación alguna.
Esos principios son los que aún rigen. Que haya quien los ignore, es otra cosa. Está pasando mucho por estos días en Europa y Norteamérica. Dicen por ahí que se trata de un doble rasero, lo cual, a decir verdad, me asusta. Cómo no mencionar, por ejemplo, que inevitablemente me emocioné con el video que narra la historia de un niño ucraniano de escasos 11 años que viajó sin su familia, en un tren atiborrado de gentes desconocidas, varios cientos de kilómetros hasta la frontera con Polonia para reencontrarse con un familiar cercano. Para mí fue una historia conmovedora y muy humana. Un héroe nacional de acuerdo con la prensa sensacionalista. Pero así mismo, me aterró el enorme silencio y luego el rápido olvido que la gran media tuvo para con los niños caminantes de los éxodos centroamericanos, cuyas historias son también muy emocionantes y tristes.
Golpea mi memoria el golpeteo del caminar de niñas y niños centroamericanos que recorren caminos polvorientos y carreteras peligrosas, caminando centenares de kilómetros, motivados por sus empobrecidos padres que, desesperados por la violencia, el desempleo y la pobreza, lanzan a sus pequeños hijos a una caminata incierta, muchas veces mortal, en busca del sueño americano.
Lo grave es que estos niños no son considerados héroes nacionales por los grandes medios, como sí sucedió en el caso del niño ucraniano. En cambio, a esos niños morenitos, sin comité de bienvenida, los hemos visto enjaulados. Desde su prisión en plena edad de la inocencia, algunos niños con apenas 7 añitos de vida nos han lanzado sus miradas tristes, encarcelados en pequeñas jaulas, separados de sus padres, sin ser tratados como refugiados internacionales y menos como héroes nacionales. Por el contrario, los hemos visto tratados como si fueran pequeños criminales.
Estas son las situaciones que en ocasiones me atemorizan. ¿Qué tal que estemos cometiendo el lamentable error de olvidar los bellos principios de la ACNUR? Entonces, volviendo a mi pregunta al comienzo de esta columna: ¡Les cuento, aquí entre nos, que aún no encuentro la respuesta!
Escríbanme a elmigrante.canada@gmail.com
*Trabajador comunitario especialista en inmigración