POR OSCAR VIGIL / TORONTO /
Después de tres semanas de ocupación violenta, los “Camioneros de la Libertad” que llegaron a la capital de país protestando en contra de las medidas de prevención del COVID-19, como por ejemplo el uso de las vacunas y de las mascarillas, pero que terminaron exigiendo la renuncia del primer ministro Justin Trudeau y la instauración de un nuevo gobierno, fueron desalojados y sus líderes capturados y acusados con cargos criminales por la policía.
En Ottawa fue todo un drama, tanto en las calles frente a las instalaciones del Parlamento Federal como también al interior de este. Afuera gritaban los camioneros, gente de derecha y muchos de ellos racistas, y adentro hacían lo mismo los miembros del Partido Conservador, gente de derecha y muchos de ellos simpatizantes de los camioneros.
El grito era prácticamente el mismo: en contra de las medidas de prevención para contener la pandemia del COVID-19, como por ejemplo el uso de mascarillas, la vacunación, los cierres temporales, etc. Pero también en contra del primer ministro Justin Trudeau, a quien acusaban de dictador y otras bellezas, a pesar de haber sido electo por una población mayoritaria en tres procesos electorales realizados durante los últimos siete años.
En la última semana los gritos se hicieron más fuertes luego de que la policía de Ottawa fallara estrepitosamente en desalojar la ocupación que vivía la ciudad, y cuando el Premier de Ontario, Doug Ford, prácticamente se hizo el desentendido del problema. Ante la ausencia de soluciones efectivas y ante el empeoramiento de las condiciones vida de los residentes y de los negocios ubicados en el centro de Ottawa, el primer ministro Justin Trudeau decidió intervenir con firmeza invocando la “Ley de Emergencias”, una figura que existe en la legislación canadiense pero que nunca se había utilizado desde su aprobación en 1988.
El efecto fue inmediato. La policía de Ottawa, en conjunto con la Policía Provincial de Ontario (OPP) y la Real Policía Montada de Canadá (RCMP), desalojaron a los protestantes y sus pesados vehículos en 48 horas. Fue toda una operación policial, sin la intervención del ejército, que, literalmente, paso a paso empujó a poco menos de un millar de protestantes hasta sacarlos de las calles ocupadas. A pesar de la alta tensión que se vivía en la zona, y de los gritos e insultos desaforados de los protestantes, el desalojo fue mayormente pacífico, con muy poco uso de la fuerza.
Además del desalojo, el resultado final fue la captura de los cinco dirigentes principales de la protesta y su encarcelamiento bajo cargos criminales, así como también la detención de 191 manifestantes más y el decomiso de 115 unidades de trasporte, mayormente camiones y tráileres. Mas de 400 cargos criminales fueron establecidos durante el desalojo.
En Ottawa no se encontraron armas, como sí se las descubrieron a los protestantes en el puente fronterizo de Coutts, en Alberta, y cuyos responsables han sido detenidos y acusados criminalmente. Pero en el desalojo de la capital del país no faltó más de algún exabrupto, como la explosión de bombas de humo portadas por los protestantes, golpes y por supuesto insultos también por parte de los camioneros.
La Ley de Emergencia, con todos sus poderes, entró en vigencia de forma inmediata cuando fue anunciada por el gobierno liberal federal la semana pasada, por lo que además de reforzar las medidas policiales contra los manifestantes también agregaba medidas económicas, como el congelamiento de las cuentas financieras de los dirigentes del movimiento y de los dueños de los camiones, así como también el control de cualquier actividad financiera relacionada a ellos, ya sea en moneda física como en moneda electrónica.
Sin embargo, de acuerdo con la legislación, el gobierno del primer ministro Justin Trudeau necesitaba obtener la aprobación del Parlamento Federal ante su decisión de invocar la Ley de Emergencia dentro de los siete días siguientes a la invocación.
El Partido Conservador, aliado de los camioneros, se opuso de entrada. Lo mismo hizo el Partido Quebequense, criticando que la misma le daba demasiados poderes al primer ministro en todo el país. Y aquí fue cuando aumentaron nuevamente los decibles en la Cámara de los Comunes: gritos, abucheos y más de algún insulto, como que el escenario de afuera en la calle se trasladara a los asientos de los diputados, sin policías y sin nieve, pero con la misma contundente desinformación y ultra ideología.
“Aunque los bloqueos se han levantado en la frontera en este momento, aunque las cosas parecen estar resolviéndose muy bien en Ottawa, este estado de emergencia no ha terminado”, dijo Trudeau, agregando que “La situación sigue siendo de gente reposicionándose, gente que indica que está lista para bloquear, para continuar con su ocupación ilegal para perturbar la vida de los canadienses”.
En los debates en el Parlamento Federal no faltaron las voces mesuradas y sensatas incluso de algunos diputados del Partido Conservador, quienes no obstante votaron unánimemente en contra. Al final, la legislación fue aprobada por el Partido Liberal (PL) con el apoyo del Partido Neo Democrático (NDP), por lo que hoy por hoy Canadá está bajo la Ley de Emergencia, la cual le confiere al gobierno federal poderes especiales durante 30 días para enfrentar, en cualquier lugar del país, acciones desestabilizadoras como las de los camioneros.