Una protesta equivocada y un futuro promisorio

POR GILBERTO ROGEL* / TORONTO /

La ruidosa protesta de un reducido grupo de camioneros que durante casi tres semanas secuestraron el centro de la capital canadiense por fin llegó a su final, mientras la mayoría de población en otras partes del país rechaza abiertamente las acciones de los camioneros al considerarlas totalmente absurdas, extremistas y motivadas por oscuros intereses políticos, claramente vinculadas con la derecha retrógrada y radical.

Para un ciudadano común y corriente, como en mi caso, es increíble seguir viendo en las pantallas de las cadenas noticiosas canadienses como, pese al rechazo popular, a órdenes judiciales y acciones policiales (dignas de evaluar más adelante), todavía algunas personas – muy pocas- siguen creyendo a ojos cerrados que la vacunación contra el COVID 19 ha sido una maniobra política para restringir la libertad y para ponernos un chip y de esa manera rastrear nuestras actividades diarias.

Totalmente absurda, incomprensible y desfasada, la protesta de este grupúsculo de protestantes que en su momento llegaron a pedir que se encarcelara al primer ministro de Canadá, por el simple hecho de impulsar medidas que protegieron las vidas de millones de residentes. Los números hablan por sí solos. Más del 80 por ciento de la población canadiense ha creído en el proceso de vacunación, todo un éxito y los números siguen creciendo.

Pero este no fue un éxito de los políticos partidistas. Es para las autoridades sanitarias a nivel federal que durante estos 23 meses han dado la cara y han admitido sus yerros. Sin discusión ha habido muchos desaciertos, muchas muertes pudieron evitarse, pero se estaba peleando contra un enemigo desconocido, por lo tanto había que seguir la técnica del ensayo-error, y volver a probar, solo así es que hemos llegado a este momento histórico.

Como por ejemplo, en poco más de una semana la provincia de Ontario, la más poblada de todo Canadá, suspenderá la mayoría de las restricciones sanitarias, no a raíz de las bravuconadas de los camioneros, sino debido a que los números de hospitalizaciones por el COVID 19 han disminuido de manera significativa y porque la misma protesta ha servido como un llamado de alerta para que la población decida vacunarse por segunda o tercera ocasión. Los números indican que el porcentaje de vacunados en la provincia ronda arriba del 90 por ciento, casi igual que en los países escandinavos.

Como puede verse, la protesta ha dejado huellas y muchas de ellas darán de qué hablar por mucho rato. Me gustaría detenerme unos momentos para echarle un ojo al accionar de los cuerpos policiales que ejecutaron el desalojo de los camioneros. Me voy a atrever a decir que en mis años de amante del periodismo jamás había visto un desalojo tan organizado y tan civilizado.

Si usted destinó varias horas a ver la cobertura periodística por la televisión, habrá podido constatar cómo las autoridades- con efectivos policiales de casi todo el país- primero les advertían a los manifestantes que debían salir del perímetro señalado, luego les volvían a decir que los iban a arrestar y todavía les daban mucho más tiempo para que se fueran… y después de todo y de esperar varias horas procedieron a detenerlos, algo muy al estilo canadiense moderno.

En mis años periodísticos nunca he visto una acción policial ejecutada de esta manera. Particularmente porque los policías siempre son los malos de la película, y los manifestantes son los buenos. Me llama la atención como los principales medios noticiosos canadienses han alabado el altísimo nivel de profesionalismo de las fuerzas policiales y el respeto a los derechos de los protestantes. Los amigos sindicalistas, medioambientalistas, campesinos sin tierras, defensores de los derechos humanos, etc., en cualquier país de Latino América, soñarían con poder lidiar con cuerpos policiales como estos, extremadamente civilizados, casi irreal.

Aun y cuando pocas personas lo quieran admitir públicamente, detrás de todo esto se mece un escenario político electoral. El primer ministro Trudeau ha demostrado ser un maestro del ajedrez político canadiense. Sabe mover sus piezas con maestría y espera que sus contrincantes se desgasten o tengan que unírsele para no quedar como los malos de la película, y ser arrastrados al rechazo popular. Si no, pregúntenle a la bancada del NDP.

En resumen, nos podríamos atrever a decir que la epidemia del COVID 19 está comenzando a ceder y que la normalidad que teníamos hace 24 meses atrás quizás está a la vuelta de la esquina. No será un camino fácil, en vista que todavía muchas personas del interior del país siguen creyendo en una causa equivocada y aunque tengan pruebas de lo contrario no van a admitir sus errores.

De lo que sí podemos estar claros es que gracias a que millones de canadienses hemos creído en el proceso de vacunación, es que vamos a volver a disfrutar de aquello tan necesitado, como es el contacto cara a cara con nuestros seres queridos, amigos, vecinos, compañeros de trabajo, tal como lo hacíamos dos años atrás.

*Gilberto Rogel es un periodista de origen salvadoreño radicado en Toronto, quien se especializa en temas de libertad de expresión en América Latina.