POR GUILLERMO FERNÁNDEZ AMPIÉ* / MEXICO /
Los resultados de las elecciones legislativas realizadas en El Salvador el pasado fin de semana confirmaron lo que ampliamente habían anunciado las encuestas: el Partido Nuevas ideas, creado por el presidente Nayib Bukele, tendrá una holgada mayoría en la Asamblea Nacional. Su triunfo ha sido rotundo, reeditando así un fenómeno político que se ha venido manifestando desde hace por lo menos un par de décadas en distintos puntos del planeta: el fin de los bipartidismos políticos y la emergencia de nuevas fuerzas políticas. Entre los que le antecedieron están el Movimiento V República en Venezuela; el Movimiento Revolución Ciudadana/Alianza País, en Ecuador; el Partido Acción Ciudadana y el Frente Amplio, en Costa Rica; y Podemos, en el Estado Español. La emergencia de la controversial y ya casi olvidada figura de Donald Trump fue parte de la misma ola. De tal manera que lo ocurrido en El Salvador es tanto sólo el último caso.
Para expresarlo con un vocabulario propio de las nuevas tecnologías y de los juegos de computadoras y teléfonos celulares, puede decirse que con estos resultados el presidente Bukele ascendió varios niveles en la política salvadoreña. Ahora tiene los principales controles en sus manos para reconfigurar el aparato estatal de la manera que él piensa es la adecuada, aprobar las leyes que considera necesarias (o que simplemente se le antojen) y hacer nombramientos (mover fichas y jugadores) en las posiciones donde se requiera mayor lealtad. Para un partido que se comercializa como un producto nuevo o como la versión más reciente e impoluta de la política, lo logrado se parece mucho a lo que han realizado otros mandatarios en otras latitudes y en otros tiempos. Para no recurrir a ejemplos de fechas y lugares lejanos, basta con mencionar a la vecina Nicaragua, tan severamente criticada por personajes, grupos y países que se autocalifican demócratas. Estos acusan al presidente Daniel Ortega y al Frente Sandinista de controlar los poderes legislativos, judicial y electoral, además de la dirección de las principales instituciones estatales, autónomas o no. El camino emprendido por Bukele y Nuevas Ideas parecen ir en la misma dirección.
Hay quienes advierten de los altos riesgos que conlleva que Bukele tenga a su disposición una Asamblea Nacional incondicional, sin ningún contrapeso. Debe recordarse que una de las principales consignas y compromisos de los candidatos electos de Nuevas Ideas es respaldar las iniciativas de ley propuestas o demandadas por el mandatario. Pero esto también significa que ya no podrá acusar a diputados corruptos de obstaculizar el camino para llevar a El Salvador hacia la prosperidad. No tendrá excusas.
Los partidarios del mandatario han celebrado a más no poder este triunfo, tanto con fuegos pirotécnicos como en las redes sociales. El presidente de Nuevas Ideas, y a la vez primo del mandatario, Xavier Zablah Bukele, llamó a festejar a lo grande y a consolidar “la gran victoria”. A propósito de este parentesco, tampoco es cosa nueva que en Centroamérica un familiar del presidente del país sea el jefe del partido de gobierno. En el siglo XIX los partidos políticos eran principalmente agrupaciones familiares. Basta recordar al clan de los Chamorro, en Nicaragua, y al “Club Melendista” y a la dinastía Meléndez-Quiñonez, en El Salvador, a inicios del Siglo XX.
Tras conocerse el amplio triunfo de Nuevas Ideas, al que también podríamos denominar el “Club Bukelista”. Federico Anliker, un alto fans-funcionario del gobierno Bukele, tuiteó “Adiós posguerra”. De esa manera sugería que con la victoria de su partido el país entraba o inauguraba una nueva etapa de su historia. Pero la verdad es que los problemas que han caracterizado la posguerra -pobreza de la mayoría, falta de oportunidades de trabajo y estudios, violencia desbordada, narcotráfico y crimen organizado y la migración forzada- no van a desaparecer de un solo plumazo. Tampoco sus causas, que por cierto muchas son las mismas que generaron la cruenta guerra civil de los años ochenta.
Cuando lanzó su movimiento, ahora partido electoral triunfante, el presidente Bukele prometió sacar del parlamento a los diputados de los dos partidos entonces mayoritarios. Puede decirse que lo cumplió. Ahora podrá impulsar sin mayores obstáculos su plan de gobierno, con el que también ha prometido “sorprender a los salvadoreños y al mundo”. Ojalá lo haga… y para bien de la población salvadoreña. Por ahora, uno de los primeros pasos que dio -incrementar la deuda externa, que ya alcanzó el 80% del PIB según datos del Banco Mundial- tampoco parece una idea nueva… ni buena.
El presidente es muy joven, el mismo lo reconoce constantemente. Algunos de sus fans-partidarios deberían de instruirle acerca de los estragos que causó en todos los países latinoamericanos la crisis de la deuda externa a principios de los años ochenta, poco antes que él naciera.
*Guillermo Fernández Ampié es un periodista nicaragüense con doctorado en Estudios Latinoamericanos, quien actualmente es catedrático de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).